Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés en el resumen de Gregorio de Tours (X)

El resumen de Gregorio sigue su marcha dentro del contexto de los acontecimientos narrados. Si el capítulo anterior termina con una alusión directa a la persona del procónsul Lesbio, el nuevo (c. 23) empieza con un título sobre “Trófima y la esposa del procónsul”. Las dos mujeres van a ser las dos protagonistas de los sucesos, al lado de Andrés naturalmente.

Trófima, concubina del procónsul en tiempos anteriores, había vivido asociada con otro hombre (alio uiro sociata), al que había abandonado para seguir las enseñanzas de Andrés. En aquellos momentos acudía con asiduidad a las dependencias del pretorio, donde Andrés ejercía su magisterio. Se trataba de una esclava o servidora del procónsul. La otra protagonista era la misma esposa de Lesbio, de nombre Calixta. Entre ambas mujeres mediaba una hostilidad comprensible. Tanto más cuanto que el procónsul llevaba seis meses alejado del trato marital con su esposa. Interpretaba Calixta la circunstancia desde su punto de vista como consecuencia de que su marido prefería el trato con la criada. Por otra parte, el hombre al que Trófima había abandonado, servidor también del procónsul, se dirigió a Calixta y acusó a la criada de haberse dado nuevamente a la prostitución, obviamente con el procónsul.

Su venganza se concretó en condenar a Trófima a la prostitución. Llamó a su administrador y le encargó de poner en práctica su proyecto. La pobre mujer fue llevada al lupanar y entregada al encargado del establecimiento. Entretanto, Lesbio ignoraba lo sucedido, y cuando reclamaba la presencia de la criada, su mujer se burlaba de él con variados pretextos. Trófima por su parte oraba asiduamente para verse libre de su inminente pesadumbre. Recurrió incluso a una estrategia original. Cuando llegaban los clientes, se ponía sobre el pecho un evangelio, con lo que todos los que se le acercaban perdían sus fuerzas (omnes uires perdebant). Pero llegó uno especialmente desvergonzado que pretendió ultrajarla. Como ella se resistía, le desgarró los vestidos, lo que hizo que el evangelio cayera a tierra. Hecha un mar de lágrimas, oró suplicando al Señor que la librara de la contaminación, ya que por su nombre se había consagrado a la castidad. Al momento apareció un ángel del Señor, ante cuya visión cayó a tierra el atrevido y expiró. Trófima glorificaba a Dios que no había permitido que fuera ultrajada. Más aún, en el nombre de Jesucristo resucitó al joven, suceso que produjo una clamorosa y favorable reacción entre el pueblo.

La esposa del procónsul fue a bañarse a las termas en compañía de su administrador. Se estaban bañando juntos cuando apareció un repugnante demonio que hirió y mató a los dos. El texto deja entrever que las relaciones entre Calixta y su administrador tenían algo de reprobable. Los baños mixtos eran considerados como un antro de corrupción y desenfreno. Así lo entiende Clemente de Alejandría en su Pedagogo III 25. Hecho público el acontecimiento, se alzó un gran llanto y hasta el Apóstol y el procónsul llegó la noticia de que Calixta había muerto en compañía de su administrador. Andrés interpretó los sucesos como un juicio de Dios que había procurado la muerte a los culpables de haber condenado a Trófima a la prostitución.

Llegó en aquel momento la madrina de Calixta y, rasgando sus vestiduras, empezó a decir a gritos al Apóstol: “Sabemos que eres amado por Dios y que te concede cuanto le pides. Compadécete de mí y resucita a la difunta”. Andrés se compadeció ante las lágrimas de la anciana y dirigiéndose al procónsul, le preguntó: “¿Quieres que resucite?” El procónsul respondió sin rodeos: “No quiera Dios que viva, pues ha sido motivo solamente de desgracias para su casa”. La actitud de Lesbios fue objeto de reproche de parte de Andrés. Venía a recordarle que tenemos que ser misericordiosos para alcanzar misericordia según el consejo de Jesús en Lc 6,36.

Mientras el procónsul se refugiaba en el pretorio, Andrés pronunció una sentida plegaria, en la que pedía a Dios que resucitara la mujer para que todos reconocieran su justicia y su misericordia, ya que no permitía que perecieran personas inocentes. Dios había salido al paso de la necesidad de la inocente Trófima. Andrés abordó al cadáver de Calixta con palabras poco menos que rituales: “Levántate en el nombre de Jesucristo, mi Dios”. Al instante se levantó la mujer avergonzada por su conducta. El Apóstol le recomendó que entrara en su habitación y tratara de fortalecer su espíritu con la oración. De forma sorprendente, la mujer pidió que antes la reconciliara con Trófima, a la que había seriamente ofendido. Pero la reconciliación estaba ya realizada desde el momento en que Trófima no recordaba los males sufridos, sino que daba gloria a Dios por todo lo sucedido.

El texto dice literalmente que Andrés selló la paz (pacificauit) entre Trófima y Calixta. El relato concluye con una alusión a los progresos del procónsul Lesbio en la fe. En un encuentro íntimo con Andrés, le confesó todos sus pecados mientras tranquilamente paseaban ambos por la orilla del mar.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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