Crítica a “El proyecto mesiánico de Pablo”, de Senén Vidal (II) (128-02)


Hoy escribe Antonio Piñero


Mi opinión personal sobre este libro de Senén Vidal será relativamente breve, porque las ideas básicas que criticaban el llamado “tercer proyecto de Jesús” fueron expuestas largamente en la reseña de ese volumen hace dos semanas.

Mi impresión general es: Vidal establece el “guión postpascual” del cristiano primitivo, previo a Pablo y que éste recibe por tradición tan sólo dos o tres años después, prácticamente sin alusión a fuentes judeocristianas previas. Y no puede hacerlo porque apenas las hay (los Hechos de los apóstoles y lo poquísimo que queda del judeocristianismo, que no apunta precisamente hacia ese “guión”, ni mucho menos, que él presupone).

Cuando Vidal habla en su libro de “tradición” que “recoge Pablo”, pero el lector observa las notas a pie de página no se ven prácticamente más que citas paulinas, es decir hay pocas citas confirmantes de otros textos del Nuevo Testamento. Por tanto, para esa presunta tradición no hay más fuente que la “crítica interna” que disecciona el material paulino y establece qué es tradicional y qué es lo que contiene desarrollo y cierta evolución en las ideas. Para mí este sistema no funciona tanto como argumenta Vidal; sencillamente no cuadra, ni mucho menos…, y adolece de razonamiento en círculo con lo que sabemos del judeocristianismo.

Si previamente se ha adscrito a Jesús un ideario teológico –el famoso tercer proyecto- que contiene todas las palabras claves que convienen a la teología posterior a Jesús (muerte salvadora del mesías; expiación por los pecados; expiación universal, y nueva alianza), y luego se hallan en las cartas de Pablo las mismas palabras, se puede establecer un puente aparente de concepciones entre Jesús y Pablo.

Pero aún así no cuadra el intento, porque el lector observa –si lee con detenimiento- que tales concepciones que se atribuyen al Jesús de la historia en su tercer proyecto -que va desde después de la purificación del Templo hasta la Última Cena incluida y consecuentemente al menos en parte al judeocristianismo de Jerusalén-, tienen después en el pensamiento paulino un significado teológico muy distinto, diría a que veces radicalmente distinto…; pero toda esa evolución auténtica se califica como mera “explicitación” y “aclaración”. Llegamos así de hecho a una apariencia de que estamos hablando de lo mismo…, cuando en realidad se está hablando de realidades teológicas muy distintas.

Por ejemplo: la salvación del ser humano para Jesús es algo muy distinto de lo que Pablo entiende por salvación. Para Jesús se salvaba quien se arrepintiera de corazón, practicara en adelante la ley de Moisés en esencia y en profundidad, se abriera a la predicación de Jesús sobre el reino de Dios y estuviera dispuesto a entrar en él. Para Pablo –por el contrario- sólo se salva aquel que cree, que hace un acto de fe ayudado por la gracia divina, que Dios ha acabado con la situación de pecado de la humanidad por medio del sacrificio cruento de su Hijo, divino.

Otro ejemplo: no es lo mismo el concepto de “expiación” para Jesús y para Pablo:

• Para Jesús la expiación que podría conseguir su muerte sería la misma que la de un mártir del judaísmo que muere por fidelidad a la Ley; en concreto podría ser en todo caso y a los ojos de los que la contemplaran con buena fe la eliminación de ciertos impedimentos morales que impiden entre el pueblo que Dios instaure el reino de Dios. Sería más un ejemplo y una impetración para que Dios instituya su reinado de una vez. Esta expiación no borra ningún pecado ajeno.

• Para Pablo “expiación” es morir por otro; es la sustitución de un inocente por otro, que es culpable. Gracias a la muerte y por el derramamiento de sangre del inocente se logra el aplacamiento de la divinidad, pues esa sangre, derramada por otra u otras personas, borra efectivamente el pecado cometido por ellas. El concepto teológico es totalmente distinto…, aunque la palabra sea igual. Y así sucesivamente…

Estoy de acuerdo con Vidal, aunque él no lo diga con estas palabras, en que toda la teología paulina no es más, en el fondo, que una teología de la salvación, es decir, de cómo se participa fructíferamente del evento mesiánico; pero me es imposible entender y aceptar eso de que esta teología no es más que el “desarrollo” y explicitación” del último pensamiento de Jesús.

Vayamos, pues, a lo nuclear: defiendo que el pensamiento paulino contradice esencialmente al pensamiento del Jesús de la historia y desde luego también al pensamiento del iglesia jerosolimitana, no sólo a la facción más fanática de ella, la que Pablo denomina “falsos hermanos”, que –por cierto- nunca fueron expulsados de ese judeocristianismo.

· Para Jesús y su seguidores de Jerusalén sigue vigente con todo su valor salvífico la ley de Moisés. Para Pablo, por el contrario, Dios, que “ha revelado en él a su Hijo” (Gál 1,16) la ley carnal de Moisés no es ya válida como instrumento de salvación; ha sido sustituida por la “ley del amor o ley de Cristo” (Gál 5,13-14 y 6,2). Contraposición más dramática y terrible no puede pensarse.

· Jesús jamás suscribiría la sustitución de la “circuncisión carnal”, prescrita por la ley de Moisés, por una “circuncisión espiritual que consiste en un acto de fe en el valor salvífico expiatorio por toda la humanidad de su muerte en cruz, tal como preconiza Pablo en Gálatas y Filipenses (véase aquí en especial, 3,2: nosotros, los “paulinos”, somos los verdaderamente circuncisos).

· Jesús tampoco suscribiría que el bautismo tiene el profundo significado de sumergirse simbólicamente con él en su muerte vicaria y expiatoria por la humanidad para resucitar con él a una nueva vida. Todo ello son pensamientos totalmente ajenos al mundo ideológico de Jesús.

· Igualmente, para Jesús el evento salvador está en el futuro, en el advenimiento del reino de Dios y la entrada del arrepentido y practicante de la Ley en ese reino; para Pablo, por el contrario, el acto salvador está ya en el pasado, en la cruz, en la muerte expiatoria de Jesús por los pecados de absolutamente todos los hombres.

En verdad, pues, no acabo de ver cómo el proyecto de Pablo es “explicitación y mero desarrollo” del pensamiento del Jesús de la historia y de sus seguidores jerusalemitas.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Volver arriba