Los comienzos de la “historia de las formas” (200-13)

Hoy escribe Antonio Piñero


Karl Ludwig Schmid (1891-1956) examinó exhaustivamente en su obra, El marco de la historia de Jesús (Berlín 1919), los datos geográficos y temporales sobre la vida y la predicación del Nazareno que aparecen en los evangelios. Afirmó que todo ese marco, en el que los autores de estas obras hacen que se desarrollen las tradiciones sobre Jesús, es ficticio y puramente pragmático.

Por tanto: las tradiciones sobre Jesús se transmitieron aisladamente, sin referencias temporales ni geográficas. Fueron los “biógrafos”, los evangelistas, los que unieron entre sí las diversas tradiciones por la semejanza de su contenido o por motivos prácticos. Ellos añadieron por su cuenta lo que creían que era un marco temporal o geográfico apropiado, aunque de hecho no tenían un conocimiento exacto de cuál había el contexto histórico real. Éste aparece siempre en los evangelios como algo laxo e indeterminado.

En consecuencia: el contexto o “ámbito vital” (en alemán se emplea para designarlo el sintagma Sitz im Leben” que ha pasado a ser un término técnico) de las tradiciones sobre Jesús es el culto litúrgico y el de la predicación. No se corresponde, pues, con un interés histórico, sino con el de la fe. Por consiguiente, es imposible escribir una vida de Jesús en el sentido de una historia real, de una biografía histórica en el sentido moderno, ya que la mayoría de los datos –cronológicos, temporales y otros— sobre él son ficticios.

Un poco más tarde, hacia 1919-1921, llegamos a las dos figuras más representativas del método más crítico y revolucionario de interpretación de los evangelios, la llamada “Historia de las formas”, “Crítica de las formas” o “Historia de la tradición”. Los nombres de los dos investigadores que inauguraron esta línea son Martín Dibelius (1883-1947) y Rudolf Bultmann (1884-1968), y sus pautas y orientaciones siguen vigentes hasta hoy día, a pesar de las críticas acerbas. Se dice que están superados, pero la metodología por ellos inaugurada, con pequeños retoques se sigue empleando hasta hoy.

Voy a dedicar expresamente unas postales a explicar con más detenimiento este método, a mi parecer fundamental; pero como ahora estoy ofreciendo una visión general no quiero dejar de mencionarlos para que se vea cómo forman una unidad indisoluble con los progresos anteriores en la comprensión del Nuevo Testamento. Con otras palabras: no son métodos que nacen como un hongo aislado y solitario, sino en unión con ideas precedentes.

Por ello, el que hoy día estudie, por ejemplo, (me voy a fijar ahora en el segundo porque es un autor cuya obra ha sido vertida al español) la obra básica de Rudolf Bultmann, La historia de la tradición sinóptica (traducido en Editorial Sígueme, Salamanca, 2001), se encuentra que da pocas explicaciones del porqué opina de una manera u otra acerca de la autenticidad de dichos y hechos de Jesús. Da por supuesto en los lectores una serie de conocimientos.

La idea directriz de su método es tratar de individualizar la prehistoria oral de los textos del Nuevo Testamento, sobre todo de los Evangelios. Dibelius y Bultmann intentaron descubrir cómo se pasó del estadio oral de la tradición sobre Jesús al estadio escrito –los textos que hoy tenemos—, procurando averiguar qué modificaciones habían sufrido esos textos en el curso de la transmisión oral y al plasmarse luego por escrito. Con otras palabras, esta metodología significaba el intento de alcanzar y estudiar lo que hay detrás cronológicamente de los evangelios, su transfondo oral.

Según la “historia de las formas”, la comprensión literaria de los textos sinópticos comienza a caminar por un sendero conveniente cuando se llega a la idea de que estas obras son una compilación de pequeñas unidades de tradición oral. En un estadio preliterario, como se sospecha que fueron los primeros comienzos de las tradiciones sobre Jesús, nadie se preocupó de plasmar por escrito esas pequeñas unidades. Primaba la tradición oral. Ésta sólo transmitía historias aisladas; grupos de dichos de Jesús; anécdo¬tas, algún milagro, etc.

Estas breves unidades se pueden examinar por sí mismas aislándolas de su marco actual, los evangelios. Se descubre entonces que están caracterizadas por diversas marcas propias del género al que pertenecen: disputas, diálogos didácticos, enseñanzas sapienciales, historias de milagros, etc. Cada unidad y su género correspondiente tuvo un “contexto vital” preciso (en alemán, como término técnico “Sitz im Leben”): una situación de la comunidad que lo transmite. No se trata del “contexto vital” de la vida de Jesús, sino del de la comunidad, pues ésta deja sus marcas en el fragmento concreto que transmite.

Cuando hubieron pasado bastantes años tras la muerte de Jesús, los evangelistas recogieron estas pequeñas unidades, y con una unión laxa entre ellas las volvieron a transmitir por escrito en una forma literaria original, que es el “evangelio”. Se llaga así a una formulación importante, que posteriormente será objeto de críticas y precisiones: los evangelistas son meros compiladores y transmisores de tradiciones.

Marcos es el creador del género, y Mateo y Lucas lo utilizaron como una de sus fuentes. Los evangelios sinópticos no son “biografías”, sino testimonios de fe. Esta fe, generada tras los acontecimientos de la Pascua (la resurrección, etc.), ejerció gran influjo en la transmisión de los relatos sobre Jesús: no los difundió de modo inocuo, sino reelaborán¬dolos según las necesidades y los esquemas teológicos propios de la comunidad que los transmitía. Las consecuencias son drásticas: escribe Günther Bornkamm en su obra Jesús de Nazaret (5ª edición, 1996, Editorial Sígueme, Salamanca):

No poseemos ni una sola “sentencia” ni un solo relato sobre Jesús –aunque sean indiscutiblemente auténticos—, que no contenga al mismo tiempo la confesión de fe de la comunidad creyente, o que al menos no la implique. Esto hace difícil o incluso lleva al fracaso la búsqueda de los hechos brutos de la historia (p. 15).


Los impulsores de esta nueva metodología, Martin Dibelius y Bultmann, postulaban su utilización también en la búsqueda de la evolución de las tradiciones en el resto de los escritos del Nuevo Testamento. Reconocían, sin embargo, que el sistema era más difícil de emplear ya que fuera de los Evangelios normalmente sólo se dispone de una tradición simple (es decir, no de varios textos como pasa con los Evangelios), y muchas veces no hay posibilidad de compararla con otros estratos de tradición.


Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog “Cristianismo e historia”, el tema es:

“Las patrullas de la fe”

Saludos de nuevo.
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