La crítica radical sigue su camino (200-12- B)

Hoy escribe Antonio Piñero


En la postal de ayer veíamos cómo diversos autores señalaban la necesidad de abrir el campo de mira respectoa la historia primitiva del cristiansimo: había otros cristianismos que no eran los oficiales, y centrando sólo la mirada en el Nuevo Testamento -se argumentaba- se perdía la perspectiva de lo que era en verdad la Iglesia primitiva: un terreno mucho más variado en su pensamiento.


Una avance similar de nuevas perspectivas, pero ya en el terreno de la interpretación de Pablo de Tarso representa la obra de Martin Brückner (1868-1922), El nacimiento de la cristología paulina, Estrasburgo 1903, respecto a Pablo y su relación con la figura de Cristo. Según Brückner, Pablo unió la concepción tradicional judía del mesías celeste con la de la encarnación de Jesús, de tal modo que no fue la vida terrena de Jesús, sino las doctrinas judías sobre el mesías las que formularon la fe cristológica paulina.

Paul Wernle (1872-1939), en sus obras Cristo y el pecado en Pablo de Tarso, Tubinga 1897, y Los inicios de nuestra religión, Tubinga 1901, intentó poner de manifiesto la distancia ideológica entre Jesús y Pablo, verdadero fundador del cristianismo en su versión que deriva hacia el catolicismo.

Wilhem Wrede, por su parte, de quien ya hemos hablado a propósito del mesianismo de Jesús y el secreto mesiánicos, contribuyó a esta visión con su libro sobre Pablo (Paulus, Tubinga 1904) en el que este apóstol aparece como el teólogo que añade a la figura de Jesús la concepción judía del mesías, sin tener en cuenta esencialmente la doctrina real ni la persona histórica de Jesús.

En el campo católico tuvo la crítica radical cierta resonancia por las obras de dos investigadores franceses, protestante uno, Maurice Goguel (1880-1955), y católico el otro, Alfred Loisy (1857-1940).

El primero, en su obra El apóstol Pablo y Jesucristo (París 1904) se pronunciaba en favor de una metodología puramente histórica. Comparando la predicación de Jesús con la teología paulina, percibía Goguel que, sobre todo en la cristología y en la doctrina de la justificación por la sola fe, existían radicales diferencias en el Nuevo Testamento, de tal modo que Pablo, a partir del evangelio, había creado algo totalmente novedoso y que hablando en propiedad no había una relación directa de su pensamiento con el de Jesús.

El segundo Alfred Loisy fue el representante de la crítica radical católica, que ejerció de profesor de Sagrada Escritura en el Instituto Católico de París desde 1884 a 1893. Era filólogo y exegeta, y fue excomulgado en 1908 por su asociación con el modernismo y su enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica.

Loisy escribió una obra importante titulada El Evangelio y la Iglesia (París 1902), en respuesta a la de Adolf von Harnack sobre el cristianismo (La esencia del cristianismo, que hemos comentado en una postal anterior). En ésta afirmaba el erudito alemán que, puesto que la esencia del cristianismo era la realización interior e individual de Dios en el alma humana, no tenía necesidad de una iglesia; más aún, ésta podría convertirse en un obstáculo y deformación del cristianismo genuino.

En contra de tal postura, Loisy defendió la iglesia como una organización mediadora entre Dios y el hombre, pero negó que fuese fundada por Cristo en la forma que asumió después. Su conocida frase, “Jesús anunció el reino de Dios, pero lo que vino fue la Iglesia” expresa bien lo afirmado. Para Loisy, los evangelios son el producto y testimonio de la fe de la Iglesia primitiva y el cuarto, el de Juan, especialmente, una descripción simbólica de la verdad. En su comentario a este evangelio El Cuarto Evangelio, París 1903, afirma la nulidad de este escrito evangélico como fuente histórica, presentándolo como una exposición alegórico-simbólica de la fe en Cristo hacia el final del siglo I. Con otras palabras: en el Cuarto Evangelio no habla el Jesús de la historia, sino el evangelista y su teología. Esta posición es parecida a la ya comentada de Wilhem Wrede.

Seguiremos con esta perspectiva histórica de las obras principales que han ido modelando -or asimilación o rechazo- el pensamiento en torno a la interpretación del Nueveo Testamento hasta nuestros días.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog “Cristianismo e historia”, el tema es:

“¿El malvado Cirilo de Alejandría?”
Saludos de nuevo.
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