"Crítica de la redacción evangélica" (200-14)

Hoy escribe Antonio Piñero


Los años tras la segunda gran guerra europea condujeron a la llamada “Historia o Crítica de la redacción” (según escriban los alemanes o los ingleses), como sucesora y en parte como reacción al método de la “Historia de la formas” (como anuncié, cuando terminemos esta “vista de pájaro preliminar” volveré más detenidamente sobre el método de “historia de las formas”).

El punto de vista central de este relativamente novedoso sistema de estudio (“Historia de la redacción”) consiste en considerar a los escritores del Nuevo Testamento, sobre todo los evangélicos, no sólo como meros coleccionistas y transmisores de un material previamente existente (como había hecho la historia de las formas), sino como auténticos moldeadores y creadores de algunas de las nociones teológicas que transmite ese material.

De este modo, tal método ha llegado a entender con mayor precisión cuál era la mentalidad y teología propia que cada autor neotestamentario –sobre todo los evangelistas— aporta al material tradicional que “transmite”. Y que no sólo transmite, sino que reelabora, a veces drásticamente. El método básico de trabajo es puramente comparativo: consiste en estudiar muy concienzudamente –por medio de reflexión sobre una sinopsis evangélica (Los 4 evangelios en columnas paralelas)- en las diferencias y similitudes entre los evangelistas. Por extensión el método se aplica a otras obras del Nuevo Testamento, aunque con mayor dificultad, ya que no suele haber paralelos estrictos.

Se llega así a dibujar, por ejemplo, cuál era exactamente la teología peculiar de Mateo y en qué se diferencia del de otros escritores neotestamentarios y qué motivos le mueven.

La importancia de la historia de la redacción fue que al concentrarse en lo peculiar del pensamiento teológico de cada evangelista y en cómo cada uno copiaba de sus fuentes (la tradición oral o un evangelio anterior) no transmitiéndolas tal cual, sino editándolas, corrigiéndolas. Por ejemplo: a veces la corrección de Mateo o de Lucas es de tal calibre al copiar pasajes enteros de Marcos, que cambia totalmente el sentido. Ello significa que no consideraban a Marcos un libro sagrado, intocable, y que no estaban de acuerdo con su perspectiva o la manera de contar algún episodio de Jesús o sus palabras.

El caso más notable es el Cuarto Evangelio. Aunque se duda si conoció o no a los evangelistas anteriores (mi opinión personal es que leyó a Lucas), es absolutamente seguro que conocía perfectamente la tradición evangélica sinóptica. Pero no la consideró conveniente. Pensó que hablaban de Jesús con superficialidad (“carnalmente”, diría Clemente de Alejandría) sin llegar al meollo de lo que había sido Jesús realmente. Por eso compuso su evangelio para enmendar a los tres anteriores, presentando a sus lectores una visión espiritual –y verdadera según él- de Jesús.

Pues bien el mérito de recoger estas observaciones y hacerlas un método, estudiarlas, ponerlas de relieve y sobre todo obtener las consecuencias destacando la redacción, a autoría, de cada uno de los evangelistas (y por ampliación de otros escritos del Nuevo Testamento) es lo que se denomina “Historia e la redacción”. Como metodología estricta no salió a la luz hasta después de la Segunda Guerra Mundial y ciertamente como una reacción contra la Historia de las formas.

No cabe duda de que la visión obtenida por este método sobre los autores evangélicos, en especial, es muy distinta de la simple lectura acrítica y un tanto irreflexiva que primó hasta el siglo XIX. También se obtienen muchas consecuencias sobre las posibilidades de reconstrucción del Jesús histórico y su posible contraste con el Cristo de la fe.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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