Obras de Flavio Josefo: " En defensa de los judíos", o el “Contra Apión” (I) (400-13)




Hoy escribe Antonio Piñero


No es nada improbable que la aparición pública de las Antigüedades suscitara el interés y, a la vez, la animadversión de lectores y eruditos poco afectos a los judíos. Josefo presentaba un libro de historia con relatos y afirmaciones sorprendentes o de los que no tenían noción muchos lectores paganos. Además, de su lectura se obtenía la consecuencia de que el pueblo judío era, al menos, tan noble y elevado como los griegos y los romanos.

Esta idea chocaba frontalmente con la noción que los gentiles en general tenían de los judíos: pueblo de esclavos, bárbaros, lleno de supersticiones y raras costumbres. La deducción era para muchos obligada: lo que Josefo contaba eran puras patrañas y el pueblo hebreo tenía su origen en miserables esclavos rechazados, expulsados de Egipto por sus malas cualidades, y porque muchos de ellos estaban afectados por una enfermedad desagradable y apestosa, la lepra.

Josefo, desde su retiro de Roma, sintió que debía responder a los pésimos prejuicios que sobre su pueblo albergaban muchos de los que le rodeaban. Estaba, además, preparado para ello, puesto que al componer las Antigüedades había hecho acopio de innumerables tesoros bibliográficos que le podían ayudar en su tarea de defensa. Así nació un libro, de proporciones más modestas, que hoy conocemos como el Contra Apión. En la obra anterior, Josefo había procurado mantenerse en la línea de la historia. Ahora, por el contrario, podía pasar a la defensa y la apologética clara. Y, en muchos casos, no hay mejor defensa que un buen ataque a los adversarios.

El título de esta obra, Contra Apión, no debe de ser el original. Parece que fue S. Jerónimo quien lo llamó así en varias ocasiones, e hizo que la posteridad lo siguiera en este uso. Probablemente el original debió de ser "Acerca de la antigüedad de los judíos", en sigular, tal como aparece en Orígenes y el historiador cristiano Eusebio de Cesarea. Esta designación corresponde mejor al contenido de la obra.

La fecha de composición, o de publicación, es fácilmente deducible, al menos en lo que se denomina técnicamente el término post quem (“después de que”), puesto que el Contra Apión nombra a las Antigüedades (I 1). Se publicó, por tanto, tras la aparición de ésta. Probablemente, no mucho después, porque Josefo tenía a mano los materiales, y los elaboró pronto. Por tanto, a más tardar, hacia el 95/96 debió de ver la luz el Contra Apión.

El conjunto está dividido en dos libros. El contenido, en resumen, del primero es el siguiente:

El autor muestra su intención de defender la antigüedad del pueblo judío. Ello era muy importante, pues para la gente de entonces antigüedad significaba nobleza. Josefo comienza atacando a los historiadores de los griegos que se han ocupado de escribir sobre siglos remotos: no utilizaron documentos convenientes y buscaron más agradar con el estilo que servir a la verdad. Los judíos, por el contrario, se han preocupado siempre de conservar documentos históricos, y han confiado su redacción y custodia a la clase sacerdotal, asegurándose la pureza de los sacerdotes y de sus documentos.

Josefo se pone a sí mismo como ejemplo de probo cronista y cita la exactitud de su Guerra de los judíos. Si los historiadores griegos no han sabido de los judíos y no han tratado de ellos en sus obras, se debe ante todo al aislamiento de este pueblo respecto a Grecia y Roma hasta tiempos recientes. Las naciones vecinas, sin embargo, atestiguan la antigüedad de los judíos y sus testimonios son poco sospechosos.

Por ejemplo, el del historiador egipcio Manetón. Según este erudito, los judíos son anteriores a los griegos. Otros testimonios pueden ser los de Díos (¿Elio Díos?), que escribió sobre Fenicia, Menandro de Éfeso, y el caldeo Beroso. Este autor coincide con los antiguos libros judíos y con los anales de los egipcios.

Además, de los hebreos han hablado también algunos autores griegos muy respetados: Pitágoras, Teofrasto, Heródoto, Agatárquides de Cnido, etc., etc. Pasa luego Josefo a rechazar la calumnia de que los hebreos fueron pobres leprosos expulsados de Egipto. Un análisis de esta tradición y un estudio crítico del testimonio de Manetón sobre ella demuestran que es un infundio, una burda calumnia. Igualmente, las mentiras de otros autores como Queremón y Lisímaco son refutados en pocas líneas por Josefo.


Seguiremos con el resumen de la segunda parte del Contra Apión en la próxima entrega.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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