Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés en los Hechos de Andrés y Mateo en la ciudad de los antropófagos (III)

Lugar y época del origen de los HchAndMt

Eusebio de Cesarea (s. IV) tenía noticia de una tradición, según la cual el apóstol Andrés había recibido en suerte el territorio de los escitas como la zona del mundo asignada para el ejercicio de su ministerio (H. E., III 1, 1.). Se informó también de la enseñanza de los antiguos maestros, concretamente, de lo que dijo Andrés (Ibid., III 39, 4). El papa Inocencio I escribió el año 405 una carta a Exuperio, obispo de Tolosa, en la que le advertía que dos filósofos, Xenocárides y Leónidas, habían escrito una obra bajo el nombre de Andrés (sub nomine Andreae) que debía ser repudiada y condenada. McDonald sugiere que Xenocárides podría haber escrito la parte de los viajes de Andrés, mientras que Leónidas sería el autor de los relatos de la pasión (The Acts of Andrew and Matthias in the City of the Cannibals, Atlanta, 1990, p. 50). El dato nos llevaría al siglo IV como fecha del origen del Apócrifo.

Flamion consideraba como lugar de origen de los HchAndMt Egipto, y como ambiente social, histórico y geográfico la situación del Alto Egipto en los siglos IV y V. Lo deducía de la multitud de detalles de carácter monástico apreciables en la narración. El autor habría sido un cristiano intelectual anónimo de mentalidad monástica. La escena de la esfinge difícilmente tendría un contexto comprensible en otro territorio. Lo mismo sucede con la inundación devastadora que se extendió por la ciudad de los antropófagos y que recuerda las inundaciones anuales del Nilo. En el árbol maravilloso sembrado por Mateo podría verse el “milagro” de los árboles que crecen al lado de una fuente en los oasis junto a las arenas del desierto (J. Flamion, o. c., Lovaina, 1912, 311-312).

Gonzalo Aranda y Concepción García Lázaro estiman igualmente el ambiente de los siglos IV y V como el más idóneo para situar el origen de estos Hechos. Era la época en que surgían leyendas y novelas que reemplazaban a las antiguas tradiciones de los Hechos apostólicos y ofrecían material para la curiosidad y devoción de la piedad cristiana (G. Aranda, 2001, 197).

Conclusión

Pero la fama del apóstol Andrés y la devoción de la sociedad cristiana no terminaron en la literatura apócrifa. Su recuerdo continuó ofreciendo ejemplos y lecciones a los devotos. En tiempos posteriores aparecieron panegiristas que buscaron en el colegio apostólico modelos para sus exposiciones parenéticas y para la piadosa imitación de los cristianos. Entre varios que podríamos señalar, sobresale, ya en el siglo IX, Nicetas de Paflagonia. Este ilustre predicador dejó para la posteridad una colección de panegíricos dedicados a otros tantos misterios de la doctrina cristiana, particularmente a las lecciones de los apóstoles de Jesús. Andrés ocupa el segundo lugar en el orden de las alabanzas (laudationes) de apóstoles después del discurso en alabanza en honor de Pedro y Pablo. Siguen luego las de Santiago el de Zebedeo, de Juan apóstol y evangelista, Tomás, Santiago el de Alfeo, Felipe y los demás.

La Laudatio de Andrés es la que aparece en la Patrología Griega de Migne, volumen 105, col. 56-79. Y en los umbrales del panegírico, traza Nicetas una semblanza de Andrés que puede servirnos de colofón a la imagen de su vida tal como la presentan los libros apócrifos. Dice así el ilustre panegirista:

“Andrés, tema y nombre (res ac nomen –prâgma kaì ónoma) queridísimos para Dios, administrador fiel y prudente del Padre de las luces, gran pregonero de la palabra de Dios y discípulo suyo muy apreciado, santísimo ministro y servidor del Espíritu Santo. Fue conocido siempre por la presciencia de Dios como que iba a ser de buen ánimo y de ingenio perspicaz. Por eso fue predestinado para ser conforme (súmmorphos) al Unigénito de Dios”.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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