Jesús y el amor a los enemigos (A) (139-04)

Hoy escribe Antonio Piñero

Tras el paréntesis de ayer, seguimos con el tema general de "Jesús, la política y las armas" a propósito del estreno de la película "El discípulo", que aborda directamente la cuestión. El amor incondicional a los enemigos es básico para dilucidar los contornos de un Jesús inmerso, o no, en la política-religión de su tiempo.


Como dijimos en la nota anterior, en la tradición transmitida sobre Jesús no hay instrucción alguna que prescriba odiar a los enemigos. Es cierto, sin duda, pero no menos cierto y patente que, aunque falte la orden, la actitud de Jesús frente a los enemigos públicos –de Dios y suyos, por tanto- no es menos dura, patente y clara.


En realidad es a la postre irrelevante la existencia o no de tal prescripción expresa de odio contra los enemigos, porque Jesús deslindaba claramente entre unos y otros, como se percibe en sus actuaciones. Diría, pues, que aunque no tan recia en la expresión, en el fondo la actitud de Jesús era tan dura como la albergada por los autores de la Regla de la Comunidad ("odiar a los hijos de las tinieblas": 1QS I 4 = Regla de la Comunidad de Qumrán). En este sentido, Jesús nunca pudo prescribir el amor hacia los romanos, enemigos del Reino de Dios, o los judíos de las clases elevadas que colaboraban, como colectivo, y se oponían frontalmente a la venida del Reino, tal como él la pensaba.

Ahora bien, una dificultad para esta perspectiva reside en el mismo campo de la lengua, a saber en que ya, en el griego de los LXX (Setenta, la traducción de la Biblia al lenguaje común griego, la denominada “koiné”, desde el siglo III a.C.), un griego parecido al del Nuevo Testamento, el vocablo echthrós (recuérdese la postal de ayer)) traduce de una manera casi constante el hebreo 'oyeb que significa tanto el enemigo personal como el político-nacional. Por tanto, no hay distinción entre enemigo público y privado.

En su excelente artículo "Echthrós, échthra" (enemigo-a/adversario-a) del Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament (“Diccionario teológico del Nuevo Testamento”) comenta W. Foerster cuán sorprendente es que los LXX (menos en Ester 9,16) eviten el vocablo polémios ("enemigo público") en los libros canónicos del Antiguo Testamento... ¡y hay muchos enemigos públicos! Así, por ejemplo, cuando se refiere al precepto del odio al enemigo del pueblo judío -por tanto enemigo público- muchas veces nombrado en el Antiguo Testamento aparece sólo echtrós. Un caso claro es el mandato de eliminar a los cananeos en lugares tales como Sal 30,9 138,21, etc." [col. 813]).

En los escritos pseudoepigráficos (llamados también Apócrifos del Antiguo Testamento) aparece esta última palabra, polemios, varias veces, pero la confusión entre echthrós y polémios = inimicus/hostis es total (col. 811).

En el Nuevo Testamento, ciertamente:

1.Echthrós significa el enemigo privado, como en Romanos 12,20 (“Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza [expresión hebraizante. Significa: le harás enrojecer de vergüenza]”); Gál 4,16 (“¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?”).

2. Pero uniéndose al sentido de los LXX, aparece este vocablo para designar también a los enemigos de Israel, por tanto enemigo público. Así, en el importante pasaje de Lc 1,71.74, el cántico de Zacarías ("Que nos salvaría de nuestros enemigos (echthrôn) y de las manos de todos los que nos odiaban, haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza"), y en Lc 19,43, en la predicción sobre la destrucción de Jerusalén, como ya dijimos.

Igualmente hay confusión entre enemigo público y privado en otros textos que hablan de los enemigos de Dios y de su Mesías (Lc 19,27 “Pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí”; Flp 3,18 (“Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo”); Hch 13,10: “"¡Hijo del diablo y enemigo de toda justicia, lleno de todo tipo de engaño y de fraude! ¿Nunca dejarás de torcer los caminos rectos del Señor”).

Otros casos de aparición del vocablo echtrós en el Nuevo Testamento nos indica que se trata del enemigo público número 1 del creyente: en la parábola de la cizaña, Mt 13,24ss, y en Lc 10,19 el enemigo por antonomasia, en sentido absoluto, el Diablo = echthrós.

En concreto en el pasaje clave del Sermón de la Montaña Mt 5,43ss, al que hemos aludido, tampoco hay una clara distinción entre enemigo público y privado. En efecto: el 'enemigo', echtrós, no es solamente paralelo a 'los que os persiguen' sino que forma también la contraposición a plesíon, "prójimo", el connacional y copartícipe en la fe. Por tanto echtrós podría ser tanto un enemigo público de la fe como una enemigo privado.

En conclusión: con Foerster (col. 813 del diccionario citado), afirmamos que desde el punto de vista de la lingüística no puede establecerse ninguna distinción en Mt 5,43ss entre enemigo público y privado. Por tanto en la doctrina de Jesús la distinción entre enemigo público y privado quedaría oscura si pensamos sólo en el ámbito de la lengua griega, la del Nuevo Testamento.

Ahora bien, esta conclusión lingüística no impele por sí misma a pensar que Jesús ordenó expresamente el amor a los enemigos públicos en cuanto tales porque Jesús no predicó en griego y, segundo, porque sus acciones son tremendamente claras. Jesús no practicó el amor a los enemigos públicos. Y esto lo veremos analizando más de cerca el pasaje famoso de Mt 5,38.41: presentar la otra mejilla y andar dos millas con el que está obligando a caminar sólo una y todo su entorno.

Seguiremos con la cuestión
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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