Juan, el hijo de Zebedeo, en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

El discípulo del Bautista que siguió a Jesús en compañía de Andrés, el que permanece oculto tras el silencio del autor de la narración, debía de ser alguno de los componentes de la lista de los Doce. El discípulo a quien amaba Jesús, autor del cuarto evangelio, era también obviamente un miembro del colegio apostólico. Estaba durante la última cena “recostado en el pecho de Jesús” (Jn 13,23.25), luego tenía que ser uno de los doce Apóstoles.

A. Piñero presenta al autor del cuarto evangelio como el discípulo amado (Guía para entender el Nuevo Testamento, Madrid, 2006, pp. 395-398). El capítulo 21,24 del cuarto evangelio lo afirma sin género de duda, pero en ningún pasaje documental se afirma que el amado fuera Juan, uno de los hijos de Zebedeo.

Entre los discípulos que fueron testigos de la aparición del Resucitado junto al mar de Tiberiades estaban Pedro y Tomás, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) y otros dos discípulos. Cuando se produjo la pesca generosa, “el discípulo a quien amaba Jesús” fue el que descubrió de hecho la identidad de Jesús: “Es el Señor” (Jn 21,7). En consecuencia, sabemos que entre los siete discípulos recordados en el relato de la aparición junto al lago se encontraba Juan, pero también otros dos discípulos ocultos tras el más completo anonimato. Por los datos explícitos en el texto concluimos que allí estaba el discípulo amado. No obstante, no podemos conocer cuál de los tres posibles candidatos era el “discípulo aquél a quien amaba Jesús”, si el hijo de Zebedeo o uno de los otros dos discípulos.

El mismo discípulo amado acaba siendo coprotagonista con Pedro de las escenas finales. Después de la triple protesta de amor, que venía a anular el efecto de las negaciones, Jesús dice a Pedro: “Sígueme”. Con Jesús y con Pedro seguía también el discípulo amado, presentado también como el que estuvo recostado en el pecho del Maestro durante la Cena. Ante el vaticinio de Jesús sobre el futuro destino de Pedro, éste hizo una interpelación sobre el “amado”: “Y éste ¿qué?” La respuesta de Jesús fue raíz de sospechas sobre la eventual inmortalidad del discípulo de referencia: “Si quiero que éste permanezca hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme” (Jn 21,22). Estas misteriosas palabras son el apoyo documental de la denominación de este Juan como “presbítero”, es decir, anciano.

El caso es que el cuarto evangelio termina con un capítulo (c. 21) que es obra de un autor distinto del resto. El estilo es sensiblemente diferente de los capítulos anteriores, de los que se distingue, entre otros detalles, por el uso masivo de formas de diminutivo. Algunas de estas formas son exclusivas de este capítulo, como son arnía (corderitos) y probátia (ovejitas). Notamos que para designar a las “ovejas” en la parábola del Buen Pastor, el autor del evangelio de Juan emplea hasta doce veces la forma ordinaria en grado positivo próbata (Jn 10,1-27).

El capítulo 21 concluye su texto con unas líneas referidas al autor de ese evangelio. “Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero”. El discípulo aludido es el mismo de la escena anterior, es decir, el “discípulo a quien amaba Jesús” (Jn 21,7.20), un discípulo mencionado con la oración de relativo aneja y explicativa de su carácter de amado (agapáō) o querido (filéō) por el Maestro.

Son cinco las menciones al discípulo amado en el cuarto evangelio. Además de las dos del capítulo 21, la mención del detalle del discípulo amado que estaba recostado en el seno de Jesús (Jn 13,23), la enumeración del discípulo entre las mujeres que “estaban junto a la cruz de Jesús” (Jn 19, 25-26) y la referencia al destinatario con Pedro del anuncio de la Magdalena sobre el sepulcro vacío (Jn 20,2).

En el pasaje de la presencia de Pedro en el atrio de Caifás, donde era juzgado Jesús, aparece “otro discípulo” que era conocido del pontífice. Algunos autores consideran que se trata del discípulo amado, cosa harto problemática si tenemos en cuenta que Juan, el hijo de Zebedeo, era un humilde pescador del mar de Galilea. Sin embargo, no es nada despreciable el detalle de que Zebedeo tenía mercenarios o empleados que trabajaban, al parecer, a su servicio (Mc 1,20). No deja de ser curioso el hecho de la mención del padre de Santiago y Juan, lo que parece dar a entender que se trataba de una persona de cierta transcendencia. Siendo así las cosas, podría tratarse de un pescador nada humilde.

El caso es que la tradición vulgata unifica en una sola persona al apóstol Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, al discípulo amado, al autor del cuarto evangelio, al del Apocalipsis y hasta a Juan, el Presbítero, calificado como tal de acuerdo con las palabras de Jesús en Jn 21,20-24. Como tendremos ocasión de comprobar, la literatura apócrifa trata de Juan en coherencia con esta opinión mayoritaria. Los Hechos de Juan, presuntamente escritos por su discípulo Prócoro, presentan una variante de su capítulo 44,6 en donde se refiere el autor a Juan el Teólogo, a quien se relaciona con la “explicación del evangelio” y la Metástasis o final de la vida de Juan según sus Hechos Apócrifos.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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