143-01 “Yo destruiré este Templo” (I)



Hoy escribe Antonio Piñero


Comentamos hoy el libro siguiente de la colección de “El Almendro”:

Giancarlo Biguzzi, “Yo destruiré este Templo”. El Templo y el judaísmo en el Evangelio de Marcos (Colección “Grandes temas del Nuevo Testamento 1), El Almendro, Córdoba, 1992, 200 pp. ISBN: 84-86077-94-X. Traducción de J. Peláez (¿?).


Este libro es un ejemplo perfecto de la aplicación del método de la “Historia de la redacción”, es decir, su autor acepta el texto tal como se ofrece hoy al lector y procura analizar y presentar el pensamiento del Evangelista. Para ello analiza filológicamente el uso del vocabulario sobre el “templo” (Marcos usa dos palabras distintas para referirse a él: griego hierón o “recinto sagrado” y griego naós, o “zona interior del edificio donde está el santo de los santos”), en el Evangelio, la estructura de las perícopas en las que aparece mencionado el Templo de algún modo, desde la subida de Jesús a Jerusalén y la entrada mesiánica (cap. 11) hasta la muerte en cruz y la rotura del velo –interior- del Templo (15,38).

Para precisar el pensamiento del Evangelista Biguzzi estudia, en la primera parte de su obra (hasta el capítulo 14 exclusive), el vocablo “templo” utilizado (gr. hierón) en los capítulos 11-13 de Marcos. Analiza cada uno de sus episodios, investigando la estructura literaria y las líneas del relato, la técnica narrativa, el vocabulario, más el género literario de cada una de las perícopas.

En la segunda gran sección del libro el autor investiga el por qué -literario y teológico- del cambio de vocabulario por parte de Marcos para designar en realidad la misma cosa (es decir, por qué pasa del griego hierón a naós para designar al Templo), y descubre que el motivo es el interés teológico por resaltar aspectos nuevos, no desarrollados del todo hasta el momento sobre el Templo y el judaísmo, y cómo Jesús intenta cambiar estas dos realidades, o mejor sustituirlas por otras.

Luego analiza los tres únicos pasajes en los que aparece “templo” (naós) al final del Evangelio, en los caps. Mc 14-15:

14,58: “Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este Templo, que es hecho de manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos”,

15,29: “Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el Templo de Dios, y en tres días lo edificas”, y

15,38: “Entonces –cuando Jesús muere- el velo del Templo se rasgó en dos, de alto abajo”.

Es claro que el tema tratado en este libro es importante porque la discusión sobre el desastroso final del Templo (70 d.C.) a manos romanas distanció las posturas de los cristianos que vieron en ello un castigo divino por la muerte del mesías a manos de los judíos (y romanos en segundo término), y por el debate sobre si el valor salvífico del Templo había sido superado por la muerte de Jesús (un debate entre las dos ramas principales del cristianismo: la judeocristiana, que seguía aceptando su valor, y la paulina, que lo había rechazado aún antes de su destrucción).

Naturalmente en la mente del evangelista Marcos se plantea por primera vez, en la forma literaria “evangelio” que él inicia, lo que hoy llamaríamos la “cuestión judía” que gira en torno a la cuestión si el papel salvífico de Israel había sido o no superado por Jesús, y si el cristianismo es una continuidad del judaísmo, en su fe e instituciones, o más bien una ruptura.

Según Biguzzi, para el evangelista Marcos esta “continuidad” es muy sui generis porque en realidad no existe. Aunque la iglesia cristiana haya heredado muchas cosas de la religión “madre”, el cristianismo no representa continuidad alguna, sino una ruptura total con el judaísmo. Jesús fue el ejemplo primero de esa ruptura, y su continuación ideológica, la Iglesia según Marcos, no hizo más que llevar a sus consecuencias lógicas las líneas trazados por Jesús. El Templo es radicalmente inferior a la novedad evangélica: será destruido y sustituido por otro espiritual, no hecho por manos humanas.

En consonancia con esta perspectiva, la conclusión general de Biguzzi para la primera parte (capítulos 11-13 del Evangelio) es importante: según el pensamiento de Marcos, Jesús no sube a Jerusalén con el espíritu de los peregrinos judíos, sino para enfrentarse al Templo, su funcionamiento, sus autoridades y su significado. Según la estudiada estructura de las perícopas de su evangelio, Jesús sube a la ciudad santa como enviado mesiánico y aprovecha para declarar que la administración judía del Templo está caduca y se opone a ella con un gesto clamoroso, la expulsión de los vendedores, apelando a una autoridad que recibe de lo alto. La “purificación” del Templo no es tal, sino un anuncio de su destrucción.

La cita por parte de Jesús de Isaías 56, 6-7 (“templo como casa de oración”) indica que él creía que el exclusivismo judío había llegado a su fin, no sólo en el aspecto étnico, sino en el del culto. Marcos enseña que en el nuevo marco de salvación inaugurado por Jesús lo importante será la oración interior y la fe en la acción salvadora de Dios.

El capítulo 12 del Evangelio es sorprendente porque Marcos –según Biguzzi- pone en su centro el episodio del letrado judío que pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante de la Ley y recibe la alabanza del Nazareno. Ello supone que el significado de Mc 12 es señalar que los sacrificios del Templo son sustituidos por el doble mandamiento del amor. Sigue también en el capítulo una crítica al judaísmo: la clase dirigente merece condena; el único ejemplo positivo es la donación sin reserva de la pobre viuda; los judíos deben aceptar un mesías divino que supera el concepto de mero “Hijo de David” material. El mesías es, pues, divino, pero los judíos lo rechazan.

Por último, el análisis de Biguzzi indica que los tres únicos episodios de la Pasión que hablan del Templo en esta parte del Evangelio, son breves pero importantes:

• Mc 14,58 es el punto de llegada de todo el relato precedente porque contiene la principal acusación contra Jesús. Los judíos la entienden mal, pero bien entendida es verdad todo lo que de él se dice y por lo que lo condenan injustamente.

• Mc 15,29 escenifica la incomprensión total de los judíos respecto a Jesús .

• Mc 15,38 no significa sólo que el Templo se abre de algún modo a los paganos, sino su verdadera destrucción. Según Marcos, Jesús muere únicamente para que la cortina del Templo se rasgue, es decir, para que se instaure una nueva modalidad de salvación para el género humano entero, no sólo para los judíos.

Finalmente el autor resume su doble conclusión general: primero en el marco de las relaciones entre Jesús y el Templo, y posteriormente en lo que afecta a la participación de los discípulos en esta relación, puesto que ellos suben con Jesús a Jerusalén e intervienen de algún modo en la acción. Luego considera la aplicación al lector de hoy, pues en la mente de Marcos en la figura de esos discípulos están los lectores representados.

En síntesis: según Biguzzi, Marcos dice que del judaísmo podrá sobrevivir únicamente lo que pase el examen crítico de la cruz. 15,38 precisa que la cruz es destrucción de lo que es obra de manos humanas; mientras que las burlas de 15,29-32 afirman que esta destrucción tiene efecto para el judío que –erróneamente- concibe al mesías en los términos teocráticos tradicionales de ‘rey de Israel’, ‘hijo de David’ y no del mesías que sufre.

Por tanto, para Marcos, no es sólo la cortina del Templo la que se rompe por la muerte en cruz, ni tampoco sólo el culto judío, cuyo lugar privilegiado es el Santuario de Jerusalén; es todo el judaísmo, envejecido por la vejez teocrática e incapaz de percibir la novedad evangélica, el que se quiebra. Pero el Jesús que destruye es también el que edifica y lo que será edificado en sustitución del judaísmo será perfecto con la perfección escatológica, es decir, la perfección de la situación propia del final de la historia, comenzada ya con la venida y muerte/resurrección del Salvador Jesús.

El próximo día ofreceremos una breve estimación del trabajo de Biguzzi.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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