El apóstol Juan en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Juan de Zebedeo en sus primitivos Hechos Apócrifos (HchJn)

Uno de los cinco Hechos Apócrifos de los Apóstoles, considerados como primitivos y originales, es el de Juan. Su importancia reviste perfiles de obra señera por la trascendencia de su contenido y el influjo de sus tradiciones en obras posteriores. Como tendremos ocasión de comprobar, estos Hechos son la base y raíz de las tradiciones que trazan la figura del Apóstol que ha pasado a los anales de la historia cristiana.

Disponemos de la edición de M. Bonnet en la colección de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, cuya numeración es la que figura en todas las ediciones posteriores, aunque el orden original ha sido modificado. De los capítulos 1-115 de esa edición, los capítulos 1-17 son considerados ajenos a la obra original. El resto sigue en la actualidad un orden de materias, obligado por las lagunas claramente perceptibles en el texto. El orden de los capítulos en la edición de E. Junod & J. D. Kaedstli y en la nuestra de A. Piñero & G. Del Cerro, que seguiremos en nuestro análisis es el siguiente: 1) Cc. 18-37a.- 2) Cc. 87-105.- 3) Cc. 37b-86.- 4) 106-115. Otros documentos, derivados de alguna manera de estos Hechos, tendrán el tratamiento de “Apéndices”.

De los códices en los que se han conservado los HchJn, merece la pena recordar los conocidos con las siglas R (Patmos, del siglo XIV) y Z (Santa María de las Gracias, del s. XIV). El fragmento 87-105 se conserva en el códice C (Viena Bib. Nac., año 1319). En este fragmento se contienen los fragmentos condenados en el Concilio II de Nicea del año 787. Acerca del resto, puede verse la relación en la Introducción de nuestra edición, pp. 243ss y 300s.

Como ya hemos dicho, los capítulos 1-17 de la edición de Bonnet no pertenecen, en opinión de los investigadores, a los Hechos primitivos. Su tenor se corresponde con una época muy posterior a la de los HchJn, compuestos probablemente hacia la mitad del siglo II. Los hechos narrados en esos capítulos eran conocidos por Eusebio de Cesarea, historiador del siglo IV. Los veremos en uno de los apéndices por fidelidad al orden cronológico de las tradiciones. Debían contener alguna clase de escena de reparto de las tierras de evangelización, que justificara la atribución a Juan de la región de Asia. Además, aunque el c. 18 cuenta de la estancia de Juan en Éfeso, menciona una actividad anterior de Juan en Mileto. Juan se dirigió a Éfeso movido precisamente por una visión.

Muerte y resurrección de Licomedes y Cleopatra

El primer suceso narrado en los HchJn es el de la muerte y resurrección de los esposos Licomedes, estratego de Éfeso, y Cleopatra (cc. 18-25). El marido da por supuesto que Juan ha venido a Éfeso para salvar a su mujer, que se encontraba gravemente enferma. Así se lo había revelado una misteriosa visión. Salió, pues, Licomedes al encuentro de Juan a las puertas de la ciudad. Le habló de la visión, que lo apartó del funesto pensamiento de su mente desesperada por el estado de su mujer. Licomedes daba a entender que había pensado en quitarse la vida porque no podía soportar la idea de verse privado de Cleopatra. Cuando llegaron a la casa en que yacía Cleopatra, repitió el marido sus lamentos con términos un tanto hiperbólicos. Juan pretendía darle ánimos en la seguridad de que recuperaría a su esposa. Pero Licomedes acabó sucumbiendo a su pena, con lo que Juan se encontraba ahora con dos cadáveres que resucitar.

El relato recoge el ambiente que se vivía en Éfeso cuando trascendió la noticia de la muerte de los dos esposos. La turba que acudió al conocer la muerte de Licomedes le pareció a Juan una oportunidad espléndida para extender su palabra y su fe. Y recordando la promesa de Jesús “pedid y se os dará”, pedía no plata ni oro, sino las dos vidas de los esposos. Su resurrección sería el mejor argumento a favor de su doctrina. La palabra de Juan, llena de autoridad, ordenó a Cleopatra en el nombre de Jesucristo: “¡Levántate!” Resucitada Cleopatra, preguntó por su marido. Juan la llevó a la alcoba, en la que yacía muerto Licomedes. Tomó la mano de Cleopatra y le intimó a que dijera con fuerte voz a su marido: “Levántate y glorifica el nombre de Dios”.

Así lo hizo, con lo que Licomedes resucitó inmediatamente. Se postró en tierra ante Juan abrazando sus pies. Pero Juan le replicó que eran los pies de Dios lo que tenía que besar, ya que había sido él quien había resucitado a los dos esposos. Licomedes y su esposa rogaron a Juan que permaneciera con ellos hasta que su esperanza quedara confirmada. Los compañeros de Juan, conmovidos ante los sentimientos de los esposos, pidieron a Juan que escuchara su deseo. En efecto, Juan se quedó por algún tiempo en la casa de Licomedes.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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