162-03 El juicio final (III)

Hoy escribe Antonio Piñero

En la postal de hoy transcribo el epílogo del libro, el Juicio Final:

Cuando el lector llegue a esta página es de esperar que le quede, al menos, una idea clara e importante: ninguna de las concepciones del cristianismo primitivo en torno al Juicio Final, sus antecedentes y preparativos –como el Reino de Dios y las nociones en torno a la muerte y resurrección de los futuros encausados-, el acto del proceso divino a la humanidad, y sus consecuencias de premios y castigos –cielo e infierno- es original. El conjunto formado por las nociones cristianas respecto al Juicio puede formar una representación pictórico-conceptual imponente, pero no tiene nada de peculiar.

En el caso del Juicio final se demuestra con claridad cómo se sitúa el cristianismo entre las religiones de su tiempo, como un gran lago al que fluyen aguas de muy diversa procedencia, en donde reposan y se mezclan. Luego esas aguas siguen su imponente curso como un gran río que a lo largo de la historia avanza, progresa, perfila su cauce y el contenido de sus aguas y forma como un cauce ya propio. Pero sus orígenes son claros y vienen tanto de la religiosidad egipcia, como de la irania, como de ciertos gérmenes que se incoan con fuerza en la misma religión judía antigua desde tiempos posteriores al exilio en Babilonia…

El papel estelar, sin embargo, en la función de las posibles influencias sobre el pensamiento judeocristiano se las lleva sin duda el mundo griego. Sus concepciones del ser humano como compuesto de dos elementos, alma y cuerpo; la noción muy clara de la inmortalidad de la primera; el sentido de la justicia divina que sólo puede alcanzar su plenitud deseada en un ámbito ultramundano, las representaciones de los lugares de premios y castigos, los infiernos y las islas de los bienaventurados, los cielos y paraísos, son ante todo griegos y se consolidan siglos antes de que vean la luz plena en el judaísmo y luego en su descendiente, el cristianismo.

La perspectiva de la historia de las religiones que sobre el Juicio Final y su entorno ha ofrecido al lector este libro ayuda a comprender mejor el origen de las nociones cristianas y su alcance. Los creyentes deben caer en la cuenta de que la revelación divina acerca de los “novísimos” utiliza cauces muy concretos de nociones e ideas precedentes, muy claras ya, en otras religiones. La representación cristiana del final no es el producto –como ya hemos escrito en otra parte- de un meteorito conceptual revelado, bajado directamente del cielo.

Para los creyentes, estos influjos pueden formar parte de lo que ya Padres señeros de la Iglesia, como Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea, interpretaron como una “preparación para el Evangelio” que se hallaba en otras religiones imperfectas, pero que allanaron el camino a la última y verdadera religión, la cristiana. Puede que así sea; mas para otros lectores con otra mentalidad, quizá más historicista, el material reunido y comentado en este libro puede servir para considerar estas concepciones sobre los novísimos que nos presentan diversas religiones a lo largo de la historia como un producto más de la función mitopoética del ser humano.

El lector tiene en este debate la última palabra.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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