Mi opinión sobre el “Jesús” de Mosterín (161-08)

Hoy escribe Antonio Piñero


Como prometí, expresaré brevemente mi punto de vista sobre el capítulo acerca de Jesús en el libro “Los cristianos” (Alianza Editorial, Filosofía, Bolsillo), que hemos extractado usando las propias palabras del autor.

Para juzgar este libro hay que tener en cuenta, en primer lugar, lo que pretende. Se trata de un volumen breve de una historia general del pensamiento, hecho por un filósofo e historiador de las ideas, con un formato limitado y para un público generalista. Por ello, el autor detiene su atención sobre todo en las ideas maestras de los personajes que trata y en su impacto general en la historia.

Por una parte es un libro de divulgación; por otra, es un libro totalmente de autor. Y por eso ha sido comentado. Es de divulgación por el público al que va dirigido y porque ofrece visiones sintéticas de temas amplios apoyado en otros autores a los que sintetiza y critica, con un lenguaje directo, sencillo y a veces ácido. Por otra, es un libro de autor, novedoso, investigativo y muy personal, porque expresa su propia visión del problema/cuestión después de muchísima lectura y reflexión.

“Jesús de Nazaret” no es propiamente el interés del libro, sino el fenómeno del cristianismo y de los cristianos en la historia del pensamiento. Por ello, Jesús no es más que el preámbulo. La mejor comparación que se me ofrece, para ilustrar este extremo, es –salvadas las distancias- la “Teología del Nuevo Testamento” (traducida al español por Edit. Sígueme) de Rudolf Bultmann. Tiene cerca de 800 pp. y a Jesús de Nazaret sólo dedica unas 30. La percepción de Mosterín es la misma. Jesús es el fundamento, o mejor la “conditio sine qua non” del cristianismo, pero no era cristiano y su pensamiento no es el cristianismo, por tanto se le dedican pocas páginas a su persona en un libro dedicado a “Los cristianos”.

Desde este punto de vista, yo estoy de acuerdo con las líneas generales de percepción de Jesús por parte de Mosterín y a la vez acepto la crítica de sus críticos de que su visión de Jesús puede ser superficial y selectiva, por lo breve del tratamiento. Quedan muchas cosas en el tintero, pero las perspectivas esenciales son expuestas, desde el punto de vista del historiador crítico y desde fuera, con una percepción que me parece acertada, insisto, en líneas generales.

En puntos concretos, señalados por algunos comentaristas, estoy en desacuerdo con Mosterín, y yo mismo –creo- pienso que –hablando igualmente en líneas generales- no me atrevería a escribir un capítulo como este, por los riesgos de imprecisión que el autor corre al ser tan breve el espacio disponible. Pero –insisto- sí estoy de acuerdo con sus líneas maestras de pensamiento, incluso lo que ha sido más censurado como “disparate” por algunos críticos: el tema llamado malamente “económico” en los dichos de Jesús.

Pongamos el tema como ejemplo.

A mí me parece evidente que estando Jesús dominado por la idea de predicar el reino/reinado de Dios inminente, en la tierra de Israel y fundamentalmente para judíos, no tenía más remedio que ser consecuente y exigir de sus íntimos la renuncia a todo los que él consideraba impedimento para prepararse espiritualmente para la venida del Reino: el dinero y el apego al dinero era el mayor obstáculo para Jesús.

Por ello –como faltaba tan poco para el advenimiento del Reino- se podía renunciar a todo, vender todo y darlo a los pobres, “prestar” a quien no podía devolver, que era lo mismo que dar y renunciar a todo con el único objetivo de prepararse para esa llegada que vendría en el curso de la generación presente en aquellos momentos… La urgencia del “convertíos” de Jesús no era para generaciones futuras, sino para la presente. Por tanto –y con la mentalidad providencialista hebrea-, Dios habría de proveer para sus fieles hasta esos momentos de todo lo necesario en el orden material (ejemplo de los pájaros y lirios sustentados por la divinidad). Y el Reino prometido tenía un componente de “Jauja feliz” aquí en la tierra, en donde nada material faltaría a aquellos juzgados dignos de entrar y participar del Reino (Bienaventuranzas e imagen del Reino como "banquete").

Es un error pensar que Jesús estaba tratando de economía general al dictar esas normas de “ética interina” sobre el absoluto desprendimiento y el poco amor por el trabajo y la familia, y no creo que Mosterín lo pensara tampoco. Lo único que ocurre es que, fácticamente, al no venir el Reino en esa generación, como pensaba férvidamente Jesús, no se cumplen las condiciones para aplicar esas “recetas de desprendimiento absoluto y provisorio” en el futuro. El “ínterim” se ha desvanecido. En este sentido la posición de Jesús entendida al pie de la letra sería suicida para cualquier sociedad que pretenda durar “en este mundo”.

Y como en este, así ocurre en otros aspectos del tratamiento de Mosterín. No me importa que el autor llame, con mayor o menor precisión, a los seguidores de Jesús “jesusitas”, ni que en algunos aspectos de minucias puede ser que su interpretación de pasajes evangélicos sea imprecisa… (por ejemplo, no trata convenientemente el tema de Evangelio de Juan 4,44) pero en líneas generales, el punto de vista histórico adoptado por el autor me parece correcto.

Me intención era detenerme, aquí en el blog, en la exposición de Mosterín sobre la figura de Jesús, y con ello poner punto final. Pero pienso que puede ser interesante ver qué se opina desde fuera, por un pensador que ha reflexionado sobre muy diversas culturas y religiones, un autor que no es un diletante ni escribe panfletos, sobre los seguidores tempranos de Jesús, los cristianos. Por ello, voy a continuar exponiendo qué opina Mosterín -como filósofo e historiador de las ideas- del cristianismo primitivo.

Así que continuaremos un poco más. Luego cambiaremos a un tema absolutamente distinto, una exposición y comentario de un libro de “teología histórica” sobre Jesús, denso e interesante, como es el Heinz Schürmann, sobre el destino de Jesús, su vida y su muerte.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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