161-09 “Los jesusitas de Jerusalén”

Hoy escribe Antonio Piñero

Inicio hoy la segunda parte del comentario a “Los cristianos” de Jesús Mosterín. Transcribiré lo más importante, aunque introduciré algunas pequeñas correcciones y efectuaré pequeñas apostillas o comentarios. Algunas ideas de Mosterín han salido ya en postales anteriores, pero ahora se mostrarán en su contexto.

La comunidad jesusita

“A la muerte de Jesús, muchos de sus discípulos, atemorizados, huyeron a Galilea, pero luego algunos regresaron a Jerusalén y se reincorporaron al culto del templo: “se volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Y se pasaban el día en el templo bendiciendo a Dios” (Lc 24, 52).

“Mantenían vivo el recuerdo del santón nazareno, aunque seguían integrados en las instituciones judías, en el culto del templo y en el respeto a la ley judaica. Algunos jesusitas pensaban que Jesús había sido en realidad el profeta o mesías que los judíos esperaban, y que había anunciado la próxima llegada escatológica del reino de Dios. Todo ello los convertía en una secta judía más, perfectamente compatible con el judaísmo de la época, lleno de expectativas escatológicas y mesiánicas. Nadie pretendía que Jesús mismo fuera Dios, ni que hubiera resucitado, ni que fuera otra cosa que el hijo de José y María.


“Este grupo jerosolimitano se vio reforzado con la llegada de Jacobo, el hermano de Jesús, que pronto gozó de gran ascendencia sobre la comunidad y se convirtió en el líder de los cristianos de Jerusalén. Robert Eisenman, investigador de Qumrán y los rollos del mar Muerto, sostiene que los judeocristianos o jesusitas surgieron de la secta mesiánica y fundamentalista de los zaddikim, (relacionados con los saduceos) apenas diferente de otros movimientos contemporáneos como los esenios, los celotes y los ebionitas. Tras la crucifixión de Yeshúa, su hermano Jacobo habría tomado el mando de la secta. Eisenman incluso identifica a Jacobo con el “Maestro de justicia / rectitud”, citado repetidamente en los rollos del mar Muerto. Pablo, por el contrario, habría pertenecido al bando de los herodianos-filorromanos. Desde luego, estas tesis de Eisenman han tenido limitada aceptación entre los expertos.


“‘Jacobo’ se dice en hebrero Ya’aqov; en griego, Iákōbos; en latín, Iacobus. No hay que confundir a Jacobo, el hermano de Jesús, con el apóstol Jacobo, hijo de Zebedeo, más conocido en España como Santiago el Mayor, presuntamente enterrado en Santiago de Compostela. Tampoco hay que confundirlo con el legendario patriarca bíblico Jacob, que aparece en el Génesis y que al final se llamó Israel. ‘Jacob’, ‘Jacobo’, ‘Santiago’, ‘Jaime’ y ‘Diego’ son castellanizaciones alternativas de Ya’aqov.

“Los jesusitas de Jerusalén, que se identificaban con los pobres o ebionitas de la Biblia y de la predicación de Yeshúa, pretendían recibir un tributo o limosna de los cristianos de la diáspora, como el que Pablo se encargó de reunir “para los pobres de Jerusalén”.

“Los ebionitas (en griego, ebiōnaîoi, y en hebreo, ebyonim, palabras que significan ‘los pobres’) formaban una secta o tendencia judeocristiana presente en la zona palestina en los dos primeros siglos de nuestra era, relacionada con los bautistas de Juan el Bautista y con los “nazarenos”; quizá tenían alguna influencia de los esenios.

“Estos ebionitas eran judaizantes, rechazaban las novedades de Pablo, se oponían a la propiedad privada y a los ricos y propugnaban la comunidad de bienes. Una buena parte de los cristianos primitivos compartían esos ideales.

“Los jesusitas o judeocristianos conservaron el carácter contestatario de los ebionitas. Todavía a finales del siglo I la presunta carta de Jacobo/Santiago, el hermano del Señor, que no puede ser suya (entre otras razones porque está escrita en un griego elegante, que Jacobo no hablaba y menos escribía, y porque incorpora cierta polémica con doctrinas posteriores de Pablo), pero refleja tesis jesusitas, como la demagogia contra los ricos:


Vosotros, los ricos, llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima: Vuestra riqueza se ha podrido, vuestros trajes se han apolillado, vuestro oro y vuestra plata se han oxidado, su roña será testigo en contra vuestra y se comerá vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado para una edad que termina. Mirad, el jornal de los braceros que segaron vuestros campos, defraudado por vosotros, está clamando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Con lujo vivisteis en la tierra, os disteis la gran vida y habéis engordado para el día de la matanza (Sant 5, 1-6).



“En el posterior Apocalipsis, en el capítulo dedicado a Babilonia (18,11-19), todavía sigue apareciendo la condena radical de comerciantes, traficantes, mercaderes, hombres de negocios y armadores de barcos. Desde luego, es adecuada la caracterización que hace Antonio Escohotado de los primeros cristianos como “los enemigos del comercio”.

“Una generación después de la muerte de Jesús, la comunidad jerosolimitana de sus seguidores seguía siendo perfectamente judía, y contaba en su seno a sacerdotes, fariseos y fanáticos de la Ley.

El mensaje de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso gran cantidad de sacerdotes respondían a la fe (Hch, 6,7).

Pero algunos de la fracción farisea que se habían hecho creyentes intervinieron, diciendo: Hay que circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés (Hch 15,5).

Hermano, ya ves cuántos miles de judíos se han hecho creyentes, pero todos siguen siendo fanáticos de la Ley (Hch 21,20).


“Los jesusitas eran una tendencia o secta judía más. A pesar de todo, los discípulos de Jesús no podían aceptar que la misión profética de su líder se saldase con un fracaso definitivo, que todas sus ilusiones se viniesen abajo, que su gran proyecto de instaurar el reino de Dios se quedara en nada.

Una pausa crítica, por mi parte: he tratado de transcribir con exactitud el texto de Mosterín, pero a mí mismo no me queda claro la distinción entre ebionitas y judeocristianos en el texto de Mosterín. Opino que el pensamiento de este autor es que sobre la base previa de un movimiento puramente judío de “ebionitas”, los “pobres de Yahvé” fue como y donde se asentó el judeocristianismo, de modo que con el tiempo, ebionitas y judeocristianos pasaron a significar lo mismo.

Dicho de otro modo: primero –antes del judeocristianismo- existían los judíos ebionitas, cuya teología era una base excelente, porque era muy similar, para conformar posteriormente, como secta judeocristiana, a los seguidores de Jesús. De esta manera, sobre el fundamento ebionita se añaden los teologuemas propios del judeocristianismo: la consideración de Jesús el mesías de los judíos… con todas sus consecuencias, ya que había muerto y resucitado, según se creía firmemente.

En el devenir de la historia posterior, los ebionitas puramente judíos pierden toda su visibilidad histórica y quedan solamente los ebionitas-judeocristianos. De ahí que se utilicen indistintamente los dos términos para designarlos.

Y más tarde aún, gracias a los restos que nos quedan del “Evangelio de los ebionitas” (transmitido sobre todo por Epifanio de Salamis”) se vuelve a precisar: los “ebionitas” eran una de las ramas del judeocristianos del siglo II, conocida por su evangelio.

Todas las otras ramas, “nazarenos”, “egipcios”, “hebreos”, “ebionitas” propiamente tales, “seguidores de Matías”, son denominadas y conocidas por los restos conservados de los evangelios judeocristianos. Todas ellas, ebionitas incluidos, forman parte del judeocristianismo general de los siglos II y III, muy pocos en número, que proceden o bien de la iglesia madre de Jerusalén o de las comunidade(s) galilea(s), o sirias, de seguidores de Jesús .

A esta precisión añadiría dos puntos:

1. Sin la creencia en la resurrección de Jesús, y de que precisamente por ello iba a volver a la tierra para cumplir con su misión mesiánica no se explica no el judeocristianismo ni el cristianismo paulino. Creo que Mosterín debe repensar su frase (citada arriba): “Nadie pretendía que Jesús […] hubiera resucitado”.

2. Insistiría en la idea de que las tesis de Robert Eisenman “han tenido limitada aceptación entre los expertos”. Hoy día creo que ninguna. La posible copia estricta y expresa por parte de Jesús de la figura del Maestro de Justicia creo que no es defendida por casi nadie. Hay mejores explicaciones para aclarar el pensamiento de Jesús. Otra cosa es que la presunta resurrección del “Maestro de justicia” (asunto oscurísimo), si es que se creía así, sea un índice de qué es lo que se pensaba en el pueblo judío en el momento de la muerte de Jesús y de la facilidad con la que se podía creer que Dios podía resucitar a algún elegido para “ayudar” a la implantación del Reino.

Opino que si Jesús pensó alguna vez en su resurrección (porque intuía que podían matarlo antes de la venida fáctica del Reino por su oposición a las autoridades), lo hizo dentro del marco de la creencia general del judaísmo apocalíptico en la resurrección de los elegidos, justos judíos, muertos antes de la venida del Reino para participar en él. Lo notable, sin embargo, en sus seguidores, fue creer en la resurrección única de Jesús fuera de ese contexto de resurrección general.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


NOTA: el próximo día publicaré como texto una respuesta a un comentarista, que en principio consideré publicar como "apéndice" pero resultó muy larga.
Saludos,
A. Piñero
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