Redención del pecado original (II) (161-21)

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos transcribiendo y comentando el cap. 3º sobre Pablo de J. Mosterín.

“Jesús había predicado la inminente llegada del reino de Dios, pero el cristianismo primitivo cambió de óptica, fijándose no tanto en el mensaje como en el mensajero. En la famosa frase de Rudolf Bultmann (1884-1976), “el proclamador se transformó en el proclamado”.

“Pablo inventó la figura del Cristo redentor y el drama cósmico de la redención de la humanidad. Pablo transformó la noción judía del mesías liberador militar de su pueblo en una figura divina y sacrificial llamada a liberar a todos los pueblos del pecado y de la muerte.

“Según Pablo, Dios, no como juez, sino como soberano, puede indultar a los hombres pecadores, a base de ofrecerse a sí mismo un sacrificio expiatorio que aplaque su ira divina y lo haga indultar a los hombres. En efecto, los hombres son incapaces de purgar su culpa por sí mismos, de ofrecer un sacrificio de la suficiente importancia y valor. Dios se ofrece a sí mismo el sacrificio de sus propio hijo, Jesús, que, él sí, tiene bastante enjundia para aplacar al Padre. El efecto de ese sacrificio es el indulto de los pecadores, la salvación de los hombres, pero solo a condición de tener fe en el mesías Jesús, el “cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.

“Los judíos pensaban que el cumplimiento de la Ley produciría un mérito que salvaría al hombre. Pero eso es vanidad y orgullo desorbitado, según Pablo. El hombre está tan caído por el pecado de Adán que no puede acumular mérito alguno. El indulto o amnistía de sus pecados que recibe de Dios no se debe a sus obras ni méritos, sino solo al valor infinito del sacrificio de Jesús, lo único capaz de lavar la ofensa infinita (no por quien la hace, sino de aquel a quien se hizo).

Richard Dawkins ha criticado con gracia y sentido común el demencial sadomasoquismo de esta doctrina:

Dios se encarnó como hombre, Jesús, para que pudiera ser torturado y ejecutado como expiación del pecado heredado de Adán. A partir de que san Pablo expusiera su repelente doctrina, Jesús ha sido adorado como el redentor de nuestros pecados. [...] He descrito la expiación, la doctrina central del cristianismo, como cruel, sadomasoquista y repelente. También podríamos desestimarla por ser una locura. [...] Si Dios quería perdonar nuestros pecados, por qué no perdonarlos simplemente, sin tener que ser torturado y ejecutado en pago. [...]

¿A quién trataba Dios de impresionar? Probablemente, a sí mismo –juez y jurado, así como víctima de la ejecución—. Para coronarlo todo, Adán, el supuesto perpetrador del pecado original, nunca existió; un hecho embarazoso, excusablemente desconocido para san Pablo, pero tal vez conocido para un Dios omnisciente. [...] Oh, pero, por supuesto, la historia de Adán y Eva siempre ha sido simbólica, ¿no? ¿Simbólica? Así que, para impresionarse a sí mismo, ¿hizo Jesús que lo torturaran y ejecutaran, como chivo expiatorio, por un pecado simbólico, cometido por un individuo inexistente? Como ya he dicho, una locura [...] (The God Delusion (2006), traducción española: El espejismo de Dios (2007), pp. 270-272).
“Pablo procedió a una fantástica reinterpretación del término Khristós (Cristo), que de ser simplemente la traducción griega del concepto hebreo de mesías (Mashiaj), el liberador militar de Israel y el restaurador del reino de Dios sobre la tierra prometida (algo peligroso para el dominio romano), paso a expresar una noción completamente nueva y desconocida por el judaísmo del que Jesús había formado parte, la idea de un redentor universal del presunto pecado hereditario de toda la humanidad, una idea confusa y despreciable para los romanos, que no verían en ella ningún tipo de peligro.


“A pesar de los esfuerzos de Pablo de congraciarse con las autoridades romanas, estas no olvidaban que el presunto redentor en realidad había sido uno de los numerosos rebeldes peligrosos que había producido la levantisca Palestina, del que ya ellos habían dado buena cuenta ejecutándolo con la muerte oprobiosa de la cruz. Los romanos registraban estas cosas en sus archivos y no las olvidaban tan fácilmente. Que la secta de los cristianos había sido fundada por un rebelde ajusticiado sería un estigma permanente de los cristianos durante los dos y medio siglos siguientes.

Apostilla:

Creo que sobra alguna que otra adjetivación respecto a las doctrinas de Pablo, ya que son un producto del siglo I, que se critica desde la óptica del siglo XXI. Es bien conocida mi opinión que las doctrinas antiguas se deben transcribir sin crítica alguna mientras se hace el resumen. Posteriormente –en realidad eso hace Dawkins situándose expresamente en el siglo XX- se puede hacer la crítica desde el punto de vista que se estime conveniente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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