Mujeres y las comunidades paulinas originarias (II) (164-04)

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con nuestro tema general, “Viudas, mártires, diaconisas, sacerdotisas. Panorama de las mujeres en las primeras comunidades cristianas”


B. Mujeres como ministras o diaconisas (funciones a veces difícilmente distinguibles de las evangelizadoras):

• Rom 16,1: Febe (texto citado en la postal anterior).

• Rom 16,6: “Saludad a María que ha trabajado (griego kopiáo) mucho por vosotros”.

• Rom 16,12: “Saludad a Trifena y a Trifosa, trabajadoras (griego. en participio: kopiósas) del Señor. Saludad a la querida (hermana) Pérsida, que ha trabajado mucho (griego: ekopíasen ) en el Señor”.



C. Mujeres como profetisas

Que las mujeres ejercieron en las comunidades paulinas como “profetisas”, es decir, de algún modo como “dirigentes”, es muy claro y queda fácilmente probado por diversos textos paulinos:


• De una comunidad helenística, relativamente cercana (¿?) al pensamiento paulino dicen los Hch 21,8-9:

“Al día siguiente partimos (Pablo y acompañantes) y llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los ‘siete’ (diáconos según Hch 6,59, nos quedamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban”.



• En comunidades estrictamente paulinas la mujer podía orar y profetizar en público (1 Cor) con ciertas condiciones, como luego veremos. Sólo este hecho sitúa a Pablo en contra de las costumbres de la época en las que estaba mal visto que una mujer apareciera en público en alguna función normalmente reservada a los varones, y más si tenía alguna característica docente. Como veremos también, profetas y maestros son los personajes principales, al modo de dirigentes sui generis, en las comunidades paulinas, pequeñas (domésticas) y carismáticas, gobernadas principalmente por el Espíritu. El pasaje importante es el siguiente:


“Toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada” (1 Cor 11,5).


Pero este texto, que afirma la posibilidad de que una mujer pueda recibir el carisma público de la profecía, se halla en franca contradicción con 1 Cor 14,33b-35:

“Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres guarden silencio en las iglesias, porque no les es permitido hablar, antes bien, que se sujeten como dice también la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten a sus propios maridos en casa; porque no es correcto que la mujer hable en la iglesia (es decir, en las reuniones o ‘asambleas’ comunitarias)”.


Estas violentas expresiones contra las mujeres aparecen unánimemente en todos los manuscritos importantes de las cartas de Pablo. Por tanto, o bien es un fragmento original o bien es una glosa muy temprana, que pasó a la primera colección de cartas paulinas. Es hoy opinión común y archisabida que los textos de Pablo se reunieron y editaron probablemente a finales del siglo I, aunque sufrieron otra profunda reedición en la segunda mitad del siglo II.

Se han intentado toda suerte de piruetas exegéticas para aceptar este texto como auténticamente paulino. Especialmente se ha argumentado que Pablo prohibía aquí el que la mujer se lanzase a hablar u orar en la asamblea de un modo espontáneo, pero que no condenaba el que hiciera lo mismo por el impulso irrefrenable del Espíritu.

Creo que este punto de vista y otros por el estilo deben rechazarse. Opino con otros muchos intérpretes que estos vv. son una de las posibles y múltiples glosas que se han introducido en el texto paulino a lo largo de la transmisión textual y que un análisis minucioso detecta en él (una de las más célebres es 2 Cor 6,14-7,1). Como apuntamos, el glosador actuó al principio del siglo II y tuvo suerte de que su glosa pasara a todos los manuscritos posteriores.

Algunos, sin embargo, nos ayudan a detectar lo añadido porque muestran dudas en su colocación. Algunos manuscritos sitúan la glosa en otro lugar: después del v. 40 (así D F G algunos minúsculos y ciertos manuscritos de la Vulgata y de la versión siríaca). En concreto esta glosa sería la obra de un escriba que tenía unas ideas parecidas a las de los autores de las Epístolas Pastorales. Por tanto, rechazamos este texto como espurio.

En este apartado del profetismo femenino tenemos que incluir también a Jezabel, acerbamente criticada en el Apocalipsis 2,20:


Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos.


Probablemente esta mujer era una “paulina” estricta, de una mentalidad parecida a la de los “fuertes” o “espirituales” de 1 Corintios, para quienes lo corporal, o material, importaba poco, pues "habían resucitado ya". Por ello se permitían comer carne sacrificada a los ídolos paganos, representantes de unos dioses a los que estimaban como “nada”, inexistentes. El autor del Apocalipsis se muestra aquí como un judeocristiano estricto.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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