Pablo de Tarso y la situación de la mujer (III) (164-10)

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos hoy explicando someramente qué es “cuerpo” en el pensamiento de Pablo. Nos apoyamos en la obra de Günther Bornkamm, citada en la postal anterior) que nos parece tener un resumen ideal sobre el tema.

B. “Cuerpo” es utilizado por Pablo muchas veces en un sentido que llamaríamos normal o directo: la presencia corporal del ser humano (1 Cor 5,3), los dolores y sufrimientos unidos a lo corpóreo (Gál 6,17 1 Cor 9,27), las relaciones sexuales (1 Cor 6,17; 7,14); abundancia o falta de fuerza física (Rom 4,19).

• También es familiar a Pablo la idea, común en la Antigüedad y elemental, de la unidad del cuerpo a pesar de la enrome diversidad de sus miembros y sentidos (Rom 12,4; 1 Cor 12,12).

• Para Pablo, y el judaísmo en general, no es admisible una noción común sobre el “cuerpo” propia de la “mística” o espiritualidad de loa religión griega, herencia del pensamiento de los órficos o seguidores del dios/héroe Orfeo, y que Platón difundió en sus diálogos: el cuerpo es una prisión o tumba del alma (juego de palabras en griego soma/ sema = “cuerpo”/ “tumba”).

• Tampoco el cuerpo para Pablo es separable en todos los sentidos del alma y del espíritu del hombre, ya que éstos no se dan en este mundo sin el cuerpo. Por tanto, para Pablo el cuerpo es la realidad concreta y palpable del ser humano. Así el hombre no tiene cuerpo, sino que es cuerpo.

Por esto, ofrecer el cuerpo a Dios es ofrecer en un cierto aspecto el ser entero del hombre. Pablo dice: “Vuestros cuerpos pertenecen a Cristo” (1 Cor 6,15); “Vosotros sois cuerpo de Cristo (1 Cor 12,27); “Ofreced vuestro cuerpos como víctima propiciatoria (Rom 12,1). Por tanto “en mi cuerpo” puede significar en Pablo “en mí mismo completo” no en “una parte de mí mismo”.

• Pero al tener el ser humano “cuerpo”, Pablo piensa que el ser humano no es dueño completo de sí mismo, como podría pensarse. “Cuerpo” caracteriza más bien al hombre como un ser que no se pertenece totalmente a sí mismo, sino que está sometido a fuerzas dominadoras que controlan (con permiso de Dios, naturalmente, pero de modo misteriosamente contrario a la voluntad de Éste) todo el ámbito corpóreo. Así el cuerpo está dominado al Diablo, al Pecado y a la Muerte (personificados).

Tras el pecado primigenio de Adán, y de modo misterioso que Pablo nunca explica satisfactoriamente, el ser humano corpóreo está dominado por esos tres poderes. El principal es el Pecado. Eso significa que al estar dominado por éste se ha hecho indigno de todas sus maravillosas posibilidades (que tenía el primer hombre en el Paraíso) y ya no tiene libertad verdadera. Está condenado a la perdición tras la Muerte.

De hecho Dios creó el cuerpo, pero en la historia y en tiempo del mundo presente (la edad o eón presente) el hombre está como dentro de la cárcel de la historia terrena y de la temporalidad terrena. No puede liberarse para salir de esta dimensión.

• Pero una vez que el ser humano es justificado (declarado justo y liberado del Pecado, y por tanto del Diablo y de la Muerte eterna) ante Dios, el cuerpo humano puede ya servir a la justicia divina (Rom 6, 12-23). De hecho es que tanto el mundo como el cuerpo tras la redención de Cristo –según Pablo- son vivificados de tal modo que se puede hablar de una “nueva creación”.

• El ser humano entero –no sólo el alma y el espíritu- participan de la bondad de la nueva creación. Éste el fundamento de por qué es necesaria la resurrección corporal (pensamiento judío) y no basta con la inmortalidad del alma/espíritu. Pero esta resurrección corporal, del cuerpo no es propiamente la resurrección de la “carne”, sino del cuerpo espiritualizado (todo el cap. 15 de 1 Corintios).

Ahora que -creo- entendemos mejor el pensamiento de Pablo, podemos comprender algunos otros aspectos de su consideración de la mujer, prototipo de lo corpóreo.

Aunque no me atrevo a asegurarlo firmemente, pienso que es probable que el pensamiento de Pablo fuera asimilar al de Jesús en este extremo. Así opina B. Withe¬rington, Women in the Ministry of Jesus. A Study of Jesus' Attitude to Women as Reflected in his earthly Life = La mujeres en el ministerio de Jesús. Estudio sobre la actitud de Jesús respecto a las mujeres. Cambridge (Studiorum Novi Testamenti Societas, Monogr. Series), 51 1984, 28ss.

Estas ideas -hoy día consideradas por algunos tan antifemeninas- pueden tener además otro fundamento en las nociones de Pablo sobre la historia de la salvación. La venida del Reino de Dios no desempeña ya en el pensamiento de Pablo la función que tenía en Jesús. Pablo, como es sabido, apenas utiliza el concepto del Reino de Dios futuro (Rom 14,17; 1 Cor 4,20; 6,9; 15,50; Gál 5,21; cf. 1 Tes 2,12), que es sustituido en su sistema por el anuncio de un acto salvador de Dios, realizado ya en el pasado, por la muerte voluntaria y expiatoria de su Hijo.

Dentro de este contexto, lo único que importa para Pablo es la relación “con el Señor” que nos ha salvado. El matrimonio, la suprema institución social y religiosa de relación entre varón y mujer, no es en sí ni bueno ni malo. Todo depende de cómo se relacionen los esposos con el Señor.

Pero el Apóstol intenta ser equilibrado: contra las exageraciones de algunos cristianos de Corinto, probablemente “protognósticos”, que afirmaban “bien le está al hombre abstenerse de mujer” (1 Cor 7,1: esta frase es dudosa; en mi opinión no parece ser de Pablo -aunque de facto él asiente con su contenido-, sino de quienes le preguntan por escrito desde Corinto sobre su pensamiento en torno al eros y el matrimonio), él, Pablo, afirma sin ambages que el matrimonio no es en sí perverso, y que, tanto el matrimonio, como el celibato voluntario, el suyo, son estados de este mundo, en los cuales se podía ya estar cuando Dios otorga la “vocación” de la fe.

Pablo piensa en los paganos convertidos: a unos les llega la fe como solteros y a otros ya como casados. Los estados de soltería o de matrimonio no tienen en sí y por sí mismos ninguna importancia salvífica (v. 17).


Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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