La mujer entre los “herejes” (164-20)

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con nuestra tema acerca de la posición de la mujer en la Iglesia primitiva. Concluyo con un pequeño párrafo acerca de las viudas que complementa lo dicho anteriormente sobre estas matronas, como una especie de “cargo” dentro de la organización de la Iglesia primitiva.

En líneas generales el estatus de las viudas con cambia en la “época postapostólica” y sigue las líneas de actuación que señalábamos anteriormente en la nota 164-16. Resta sólo indicar que el estatuto de las viudas queda separado expresamente del orden menor del diaconado tanto en la Didaskalía siríaca como en las Constituciones apostólicas. Tenían cometidos especiales en las iglesias, como orar y recibir avisos divinos (¿revelaciones?) y hacer visitas domiciliarias a compañeras de fe necesitadas de consuelo u orientación espiritual.

A los miembros del estamento de las viudas no se les otorgaba una ordenación clerical expresa (por imposición de manos), como sí tenían la diaconisas.




Posición de la mujer en las facciones cristianas no pertenecientes a la Gran Iglesia postapostólica (“herejes” o grupos marginales).


En este apartado de nuestra serie merecen consideración un grupo que en principio pertenecía de lleno a la Gran Iglesia, pero que luego fue declarado “herético”, el montanista, y el amplio y abigarrado conjunto de las sectas o grupos gnósticos, cuyas doctrinas y prácticas fueron descritas por Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma y Epifanio de Salamina en sus escritos contra los herejes, y que se conservan en obras propias rescatadas del olvido por descubrimientos relativamente recientes (1945) como la Biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi.

Para este apartado utilizo material de dos libros: Los cristianismos derrotados, EDAF [serie Jerusalem 1], Madrid 2007, y Jesús y las mujeres, Aguilar, Madrid 2008 y los Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi, de A. Piñero-J. Montserrat-F. García Bazán, Trotta, Madrid 32008.


1. Montanistas


El montanismo toma su nombre de Montano, un cristiano de la región de Frigia, en Asia Menor. Hacia el 172 y junto con dos profetisas cristianas, de nombre Prisca y Maximila, fundó un movimiento profético dentro de la Gran Iglesia, pues afirmaba que había recibido ciertas revelaciones del Espíritu Santo dirigidas a renovar y perfeccionar a los cristianos, sobre todo teniendo en cuenta que el fin del mundo era inmediato. Esta renovación afectaba sobre todo a la vida moral, y pretendía avivar la valentía entre los fieles ante las posibles persecuciones, e impulsar un práctica muy rigurosa de vida que ayudara a preparase para el fin.

Poco se sabe de la vida de Montano. Los heresiólogos afirman que era simplemente un neófito cuando fundó su grupo, y que antes había sido sacerdote de la diosa pagana Cibeles. No sabemos si este dato es verdad o se trata simplemente de una difamación, o más bien de una deducción no carente de lógica, pues la religiosidad de los adeptos a Cibeles era también “entusiástica”, es decir, manifestaban externamente signos de posesión divina como los movimientos proféticos. La tierra natal de Montano, Frigia, era efectivamente una zona con profusión de antiguos oráculos y lugares de culto paganos ligados a los fenómenos proféticos, y esto pudo influir en Montano.

Igualmente debemos decir que poco o nada más conocemos de su vida privada, pero de sus doctrinas –en las que desempeñaba un papel muy importante la guía directa del Espíritu Santo por medio de la profecía femenina- nos informan, sobre todo, Tertuliano –miembro al final de su vida de este grupo- y Eusebio de Cesarea, que recoge además noticias de autores eclesiásticos anteriores.

Al principio, Montano no hizo más que dirigir a sus fieles una predicación puramente escatológica, sin desviación doctrinal alguna de la Iglesia mayoritaria. Afirmaba que Jesús, el “Novio”, (véase Mt 9, 15 o Mc 2, 19) vendría muy pronto, y que la última Pascua, es decir el fin del mundo, estaba muy cerca. La venida de Jesús como juez –aseguraba Montano- tendría lugar en una pequeña ciudad de su Frigia natal, Pepuza, donde convenía congregarse para esperarla.

El comportamiento de los miembros de la Iglesia debía ser el adecuado a esta realidad. Dos cosas eran importantes: una valiente confesión de fe en Cristo que no se arredrara ante los paganos, incluso ante el martirio si fuera necesario, y una entrega fervorosa a la vida ascética, sobre todo al ayuno y a una limitación voluntaria de las prácticas sexuales, para que Dios apresurara el fin y encontrara a la Iglesia preparada. La práctica del ayuno estaba justificada por el ejemplo de Ana, la anciana profetisa de Jerusalén, de la que cuenta el evangelista Lucas que ayunaba de día y de noche esperando la liberación de Israel (Lc 2,37s).

Montano, y sus dos profetisas principales, Prisca y Maximila, pensaban que en ellos habitaba el Espíritu Santo, y que la divinidad utilizaba mecánicamente sus órganos fonadores para profetizar (boca, lengua), al igual que un músico experto pulsa las cuerdas de su lira y ésta emite los sonidos que él quiere. Como instrumentos del Espíritu desempeñaban la función de “Paráclito”, es decir, de Exhortador y Consolador, prometida por Jesús para después de su partida (Jn 14, 15).


Seguiremos con este interesante grupo de cristianos “excéntricos”, no de la “Gran Iglesia” que al principio de su existencia fue en sí muy interesante por lo que revelaba acerca de restos del “entusiasmo” profético y escatológico que tan presente estaba en la iglesia primitiva.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


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POSTDATA


Permítanme, como indiqué, repetir un aviso sobre mi nueva “Página web”:

La dirección sigue siendo la misma (www.antoniopinero.com), pero es totalmente nueva.

Como estamos en pruebas durante unas semanas, agradecería mucho que si los lectores, que se animen a entrar y a valorarla, tienen alguna sugerencia o crítica, me la comuniquen a través del correo de la misma página = “Contacto”.

Muchas gracias,

Saludos de nuevo de Antonio Piñero.
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