La reacción de los obispos: la “herejía de los frigios” y las mujeres. (164-22)

Hoy escribe Antonio Piñero


Poco a poco se impuso la reacción de las autoridades eclesiásticas, es decir, fundamentalmente los obispos, contra el exceso de disciplina y contra sus doctrinas afiladas y exigentes. También era notable que el fundador Montano se apoyara sobre todo en profecías concedidas por Dios a mujeres precisamente.


Así, los montanistas fueron condenados en Lyon antes de finalizar el siglo II, por promover la “división interna” en la Iglesia. En Asia Menor, los obispos, por ejemplo en el Sínodo de Hierápolis, cerca de la patria de Montano, tacharon de heterodoxos a los montanistas, de modo que hacia el 200 comenzó a expandirse por la Gran Iglesia la idea de que este movimiento era la “herejía de los frigios”.

A pesar de las condenas de los obispos que representaban a la mayoría, el montanismo duró hasta finales del siglo VI. Se constituyó en una suerte de secta, iglesia local o regional, finalmente –por ironía del destino y por necesidades de supervivencia organizativa- con su propia jerarquía: diáconos, presbíteros y obispos.

Diversos autores eclesiásticos, como Paciano de Barcelona hacia el 380, o el historiador Sozomeno para Asia Menor hacia el 440, dieron fe de que el montanismo seguía vivo, pero no se tienen noticias de este grupo después del reinado del emperador Justiniano (hacia el 580). Como en el montanismo desempeñaban las mujeres una función especial dentro de sus comunidades, su decadencia está ligada también al retroceso del papel de las mujeres impulsado en la Gran Iglesia a partir del siglo IV.


2. La mujer en los cristianismos gnósticos o influidos por ideas de la gnosis

En los siglos II y III encontramos también un cristianismo que promocionaba una cierta independencia de las mujeres, al menos en el ámbito de lo religioso, algo bastante insólito –como sabemos, en el ambiente social grecorromano de esos siglos. Son grupos en general que preconizaban dentro del cristianismo tendencias espirituales y místicas, muchas veces de corte gnóstico, y con propensiones muy ascéticas como hemos visto ya a propósito del montanismo.

Este tipo de cristianismo despunta tímidamente ya a finales del siglo I con el Evangelio de Juan, el Evangelio místico, por el papel extraordinario -en contraposición a los otros Evangelios- concedido en él a María Magdalena, y posteriormente en textos apócrifos como el Evangelio de Tomás, el de María (Magdalena), el de Felipe y los Hechos apócrifos de Pablo y Tecla y otros Hechos. Hemos visto ya cómo en un cristianismo fuertemente espiritual, profético y ascético, el montanismo, desempeñaron un gran papel dos mujeres, las profetisas Prisca y Maximila, consideradas por los investigadores como parte esencial del trío de fundadores de ese movimiento.

Hay que señalar, sin embargo, que los Evangelios –tanto el canónico de Juan, como los apócrifos- y los Hechos apócrifos de los apóstoles siguen vías distintas en lo que respecta a María Magdalena.

En efecto: en estos últimos textos, es decir, en las noticias apócrifas -hechos y dichos- sobre la vida y milagros de los apóstoles, hay una ausencia total de noticias sobre la Magdalena. Es curiosísimo este tema ya que en los Hechos apócrifos tienen las mujeres una importancia elevadísima. Son ellas los personajes principales de la narración, aparte de los apóstoles mismos; las mujeres aparecen como autónomas, que obran independientemente de sus maridos, como intrépidas, valientes y autosuficientes. Sin embargo, no hay mención alguna a María Magdalena: su figura está asombrosamente ausente; ni una sola alusión (consúltese el “Índice analítico de materias”, p. 1238, del segundo volumen de la edición de los Hechos apócrifos de Piñero-del Cerro citada anteriormente: el lector se asombrará).

Por el contrario, María de Magdala desempeña el papel principal en la línea evangélica apócrifa donde no aparecen en absoluto ninguna de las heroínas de los Hechos apócrifos, ni siquiera la famosa e intrépida Tecla, compañera de misión de Pablo de algún modo, según la leyenda.

Consideraremos a continuación ciertos textos del cristianismo primitivo que resaltan la figura de María Magdalena, a veces junto con otras mujeres en la idea de que en esta figura se condensa por antonomasia lo que podemos decir de la consideración de las mujeres en los grupos gnósticos de los siglos II en adelante.

A. El fundamento: el caso especial del Evangelio de Juan (finales del siglo I)

Como es bien sabido, el Evangelio de Juan es a veces profundamente diferente a sus predecesores. Es un escrito que conoce ciertamente la tradición anterior a él, pero que la reinterpreta, la reescribe, la alegoriza y la carga de símbolos buscando y exponiendo siempre lo que estima ser el lado más real, profundo, espiritual y místico de la figura de Jesús.

Igual ocurre cuando dibuja a María Magdalena. El autor del IV Evangelio invierte a menudo lo que han dicho sus predecesores; en este caso, la inversión proporciona indicios seguros de un cristianismo –el grupo al que pertenece el evangelista- que otorga un papel especial a una mujer.


Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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