Salomé en el “Evangelio de los egipcios”. Jesús contra la función generativa (164-26)

Hoy escribe Antonio Piñero


Este escrito, El Evangelio de los egipcios, judeocristiano -perdido como obra completa, es citado fragmentariamente por Clemente de Alejandría antes del 215 d.C. (más un texto posterior, de Epifanio de Salamina)- es también importante, a mi parecer, para aclarar la función de la mujer en los grupos gnósticos. Por lo que nos ha transmitido Clemente citando este Evangelio, la actuación de Jesús es, cuanto poco, absolutamente chocante respecto al sexo y la generación de hijos.

Atención no se confunda este “Evangelio de los egipcios” con otro titulado igual de la Biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi, editado tanto en la edición de Trotta, vol. II, como en Todos los evangelios, de EDAF.

Los pasajes más significativos –de los que eliminamos los comentarios personales de Clemente de Alejandría al respecto- del Evangelio de los egipcios, no de Nag Hammadi, son los siguientes:

1. A Salomé que preguntaba: “¿Hasta cuándo dominará la muerte?”. El Señor respondió: “Mientras vosotras las mujeres engendréis” (citado por Clemente de Alejandría, Stromata III 6; Patrologia Graeca = PG 8 1149A-B).



2.
El Salvador en persona dijo: “He venido a disolver las obras de la mujer. De la mujer, o sea, de la concupiscencia; sus obras, la generación y la corrupción” (Clemente, Ibíd., III 9; PG 8, 1165B).


3. De ahí que, al tratar el discurso sobre la consumación, dice Salomé con toda razón: “¿Hasta cuándo los hombres seguirán muriendo?”. El Señor responde con toda razón: “Mientras que las mujeres engendren”… (Clemente, Ibíd., III 9; PG 8, 1165C-1168A).


4. Dice Salomé: “Hice bien al no engendrar”… el Señor replica diciendo: “Come toda clase de hierba, pero la que es amarga no la comas” (Clemente, Ibíd., III 9; PG 8, 1168C-P).

5. Cuando quiso informarse Salomé acerca del tiempo en que sucederán las cosas que había preguntado, dijo el Señor: “Cuando pisoteéis el vestido del pudor, y cuando las dos cosas se hagan una sola, y cuando el varón con la hembra no sean ni varón ni hembra” (Clemente, Ibíd., III 13; PG 8, 1192D-1193A).

6. Dicen del Salvador… que manifestó a sus discípulos que “la misma persona es el Padre, la misma el Hijo y la misma el Espíritu Santo” (citado por Epifanio de Salamina, Contra las herejías 62, 2; PG 41, 1052D). Traducción de G. del Cerro, en Todos los Evangelios, Edaf, Madrid 2009).

Como puede observarse con facilidad, el comportamiento y las opiniones de Jesús como presunto marido distan mucho de ser satisfactorias. Esta posición de Jesús (cada evangelio es como la bandera de un cristianismo con tonalidades diferentes) refleja un cristianismo ascético en absoluto, antinatural, que no tiene en cuenta el íntimo deseo de la mayoría de las mujeres de ser madres. Además es contrario al pensamiento expresado por el discípulo de Pablo “Pero será salva engendrando hijos, si permanecieren en fe y amor y santidad, con modestia” (1 Timoteo 2,15).

En el primer texto Jesús afirma con toda razón el hecho claro de que la muerte seguirá vigente mientras continúen los seres humanos sobre la tierra y sigan generando las mujeres seres cautivos en ella. Ello refleja el desideratum gnóstico de que se acabe el mundo cuando antes y perezca todo lo material.

Esto es una obviedad en el pasaje, pero el sentido que el lector percibe en seguida es que la respuesta de Jesús es de tono peyorativo y desconsiderada hacia la facultad de las mujeres de traer hijos al mundo.

Inmediatamente después Jesús remacha la idea afirmando que la misión de su venida a este mundo es “destruir las obras de la mujer”, es decir aniquilar la concupiscencia, a saber todo deseo sexual. Esta doctrina, que se denomina técnicamente “encratismo” o continencia sexual absoluta, era defendida por amplios grupos de piadosos cristianos en el siglo II, como demuestran hasta la saciedad, entre otras obras los Hechos apócrifos de los apóstoles. Para estos encratitas era prácticamente obligatorio como condición sine qua non para salvarse mantener la pureza o castidad absoluta.

Por tanto, en estos textos se ve bien claro que algunos gnósticos –en general la mayoría- tenían una cierta aprehensión contra las mujeres porque eran las especiales encargadas de seguir trayendo al mundo seres, cuyo espíritu –recordemos la única parte del ser humano consustancial con la divinidad- estaba encadenado, aprisionado en la materia.

Y de aquí se deduce una consecuencia notable que no creo que ninguna mujer de hoy día esté dispuesta a suscribir: las verdaderas discípulas del Jesús Revelador gnóstico son las mujeres que renuncian a su función de procreadoras.

Que el sentido gnóstico de la existencia que está desde los principios en el cristianismo ha continuado a lo largo de los siglos en diversas manifestaciones me parece evidente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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