Interpretación de los pasaje clave del Evangelio de Felipe (y II) (164-30)

Hoy escribe Antonio Piñero


La interpretación de los dos pasajes claves del Evangelio de Felipe respecto a María Magdalena ha de hacerse a la luz de un contraste con Mc 3, 35 + Mt 12, 50. He aquí los textos:


“…Jesús respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí a mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mc 3, 33-35).

“Pero respondiendo El al que se lo decía, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ¡He aquí mi madre y mis hermanos! Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12,48-50).



Escribe Fernando Bermejo en un artículo aún inédito (“Los Evangelios gnósticos: ¿fuentes para el Jesús histórico?”):

“Si Mc 3, 31-35 convierte en parentesco decisivo la relación espiritual y no la carnal, entonces con toda probabilidad el texto del Evangelio de Felipe está haciendo lo mismo: María es ‘compañera’ de Jesús en el mismo sentido en que es ‘hermana’ y ‘madre’, es decir, en tanto que posee con él un íntimo vínculo espiritual.

Además, al igual que en Mc 3, 35 la expresión ‘mi hermano, hermana y madre’ no enfatiza ninguno de estos tipos de parentesco (pues precisamente los hace indistintos: quien tiene un vínculo espiritual con Jesús merece ser llamado simultáneamente su ‘hermano’ y ‘hermana’ y ‘madre’), así también en el Evangelio de Felipe el énfasis no recae en la expresión ‘compañera’ (o, si se prefiere, recae tan poco como en ‘hermana’ o ‘madre’): lo que se enfatiza es que quien tiene un vínculo espiritual con Jesús es –en el sentido genuino del nombre– su ‘madre’ y ‘hermana’ y ‘compañera’”.

En síntesis: estos evangelios gnósticos presentan un cristianismo orientado un tanto en contra de las tendencias de su época, un cristianismo donde la mujer puede ser tan discípula de Jesús como un varón, que tiene capacidad de enseñar como oyente perfecta del Salvador y, por tanto, maestra espiritual de los que son más ignorantes que ella. Este tipo de cristianismo pone en cuestión ciertamente el poder exclusivo de los discípulos varones y no determina exclusión alguna por motivos de sexo. Tanto las mujeres como los varones pueden tener una relación directa con el Salvador, sin el constreñimiento de una organización rígida y jerárquica controlada por los varones y a cuya cúspide las mujeres no tienen acceso ninguno. Toda esta disposición patriarcalista es rechazada implícitamente por la figura y la posición de María Magdalena.

Y ahora dejando aparte el tema del sexo, lo que nos interesa aquí es notar ese tipo de cristianismo del que venimos hablando en las notas anteriores y en el que la mujer desempeña un papel relevante, en mi opinión impensable ya en la organización de la Gran Iglesia en esos mismos años.

Y atención también: yo no estoy defendiendo el cristianismo gnóstico en sí, que me parece como historiador, tan válido como cualquier otro tipo de cristianismo, es decir, de “repensación” o “reinterpretación” de la figura y misión de Jesús. Todos intentan de algún modo llevar a cabo la máxima paulina de “vivir en Cristo”. Sí debo observar que el trasfondo del cristianismo gnóstico es muy filosófico, muy platónico, menos atento a una Biblia leída casi al pie de la letra, una Biblia siempre interpretada en sentido espiritualista y también platonizante, que se convierte en una doctrina mítica, de una complicación y fantasía para el mundo de hoy absolutamente intolerable.

Los que defiendan que la mujer debe ocupar en la Iglesia de hoy una posición tan relevante como en los grupos gnósticos, y hasta cierto punto parecen añorar este tipo de cristianismo, que piensen también, por favor, que su base mítica sería hoy… diríamos “intragable”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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