El salto teológico del paso de un “como hijo de hombre” a “El Hijo de Dios” real (167-14)

Hoy escribe Antonio Piñero



Una conclusión quizás razonable de lo dicho en las postales anteriores sería aceptar que el judaísmo helenístico, a pesar de la riqueza comparativa contenida en los llamados apócrifos del Antiguo Testamento (en donde se halla por ejemplo la literatura acerca de Henoc) o en los Manuscritos del Mar Muerto (textos comentados: 4Q246; 11QMelquisedec),

“No nos aclaran directamente el 'misterio' cristiano”,

en palabras del citado Florentino García Martínez, autoridad mundial en los “Rollos” qumranitas (“Los manuscritos del Mar Muerto y el mesianismo cristiano”, en Piñero-Galiano [eds.], u[Los manuscritos del Mar Muerto. Balance de cuarenta años de estudio]u, El Almendro, Córdoba, 1994, p. 206).

Los escasos “precedentes” judíos se quedan en el ámbito de la analogía y no valen para aclarar el salto teológico que supone el paso

• De un “como hijo de hombre” (Libro de Daniel 7) puramente humano, a un mesías absolutamente divino; o bien el paso de

• De un “mesías” terrenal como creemos que debió de ser el Jesús de la historia (no niego que no hubiera diferencias con otros pretendientes mesiánicos mucho más “políticos y guerreros” que él), a un “hijo de Dios” óntivo y real, e igualmene el paso a un mesías humano y totalmente celeste a la vez.

Por ello, para la historia de las ideas cristianas, la cuestión del origen y nuevo significado de los títulos cristológicos (es decir, el se llame a Jesús “Hijo de Dios” o “El Hijo del Hombre”, o “mesías sufriente con un marcado sentido celestial") no se resuelve satisfactoriamente señalando tan sólo ciertos paralelos seminales o verbales en el Antiguo Testamento o en Qumrán (por otra parte bien escasos, como ya hemos insistido, dentro de la pléyade de textos mesiánicos o semimesiánicos judíos).

El profundo cambio de contenido teológico de los títulos cristológicos cristianos pudo verse ayudado por el ensanchamiento en contenido teológico de ciertos conceptos judíos, pero exige otra explicación en cuanto al origen de tal cambio. Los paralelos con Qumrán no bastan, porque se quedan cortos. A saber, porque la idea de la filiación “física”/óntica divina de Jesús impregna todos los títulos cristológicos y les otorga un contenido radical, distinto y profundo.

Y puesto que lo que se discute la mayoría de las veces al hablar de esta problemática cristológica es la constatación de una diferencia específica entre el judaísmo y el cristianismo, y del lugar de procedencia de esa diferencia, debe afirmarse también, en general, que no parece muy sano metodológicamente buscar esa diferencia específica en el seno del judaísmo mismo.

Escribía hacer ya mucho tiempo (¡en 1994!)

" Si bajo el lema “para qué buscar fuera de casa lo que podemos encontrar dentro” (es decir, para qué buscar en ámbito griego lo que se puede hallar en el judaísmo, el vehículo de la revelación divina), llegamos a afirmar que:

• El Antiguo Testamento, en los textos de Qumrán (o en otros del judaísmo helenístico) hallamos todas las claves para el desarrollo teológico del cristianismo, que no hay en absoluto nada en el Nuevo Testamento para lo que no pueda hallarse un parangón en el judaísmo helenístico y en especial en los textos de Qumrán;

• Si sostenemos que son explicables todas las diferencias específicas del cristianismo respecto al judaísmo apelando a textos y concepciones judías,

tenemos que llegar necesariamente a una afirmación que no es nada lógica, a saber, que el cristianismo se constituye como una verdadera religión, como algo nuevo, diferente específicamente del judaísmo, utilizando elementos teológicos –algunos conocidos últimamente gracias a los textos qumranitas– que son todos absoluta y netamente judíos (tal como implícitamente postulan muchos investigadores, por ejemplo el muy citado Martin Hengel, ya difunto, pero de gran influencia por sus escritos).

Por tanto, llegaríamos lógicamente a firmar un sinsentido: el cristianismo es una religión diferente del judaísmo y a la vez todo aquello que la hace diferente es puramente judío.

Desde el punto de vista de la historia de las religiones, lo que hace a una religión, en concreto la cristiana, específicamente diferente de la religión madre, en este caso la judía, no puede proceder del mismo seno materno, y ni siquiera de una derivación sectaria de este seno. Hay que buscar en otro lado.

Y en la historia de las ideas religiosas para un proceso de divinización como el que ocurre con Jesús tenemos múltiples ejemplos y analogías en el mundo grecorromano anterior y contemporáneo al cristianismo, no en el mundo judío.

Por tanto, Qumrán, o el judaísmo helenístico no son un precedente absoluto para estas ideas propiamente cristianas. Sí es interesante percibir, sin embargo, que el terreno teológico podía irse preparando y que las nuevas ideas cristianas al respecto podían no caer en un ámbito que las considerara una locura totalmente rechazable.

(Tomado de la obra de 1994,u[ Los manuscritos del Mar Muerto. Balance de cuarenta años de estudios]u, 113).

En la próxima postal, daré alguna idea más sobre el tema y continuaremos con otras cuestiones: la amonestación fraterna y el tema del mesías sufriente… en Qumrán.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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