Un libro informado sobre el caso Marcial Maciel (I)

Hoy escribe Fernando Bermejo

Con el objeto de compensar la miseria argumentativa y ética de las obras panfletarias que están proliferando sobre el tema de la pederastia eclesiástica, vale la pena prestar atención a obras informadas y veraces escritas por individuos reflexivos. Este es el caso, como señalé en un post anterior, del libro del mejicano Fernando M. González, Marcial Maciel. Los legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos. La primera edición de este libro fue publicada por Tusquets en Méjico en 2006. La primera edición en Tusquets Editores España es de junio de 2010.

Fernando M. González, nacido en Jalisco (México) en 1947, es doctor en Sociología de las Instituciones, investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y psicoanalista. Ha publicado diversos libros, entre ellos varios sobre instituciones religiosas católicas.

El libro, escrito “con afán analítico”, tiene 484 páginas, incluyendo un instructivo apéndice documental que contiene, entre otras, copias de cartas de legionarios a benefactores y varias que tienen como autor o destinatario a Marcial Maciel. De hecho, buena parte del material que sirve de base a este libro fue obtenida por el autor gracias al grupo de exlegionarios que en su momento decidieron hacer pública su denuncia de los abusos. Se completa con un buen número de fotografías.

Para aquellos de nuestros lectores que no tengan tiempo o ganas de sumergirse en un libro de considerable extensión y prolijidad, en próximos posts expondremos algunos de sus contenidos más interesantes. A estas alturas debería estar claro que el examen del caso Maciel resulta extraordinariamente instructivo para entender el verdadero funcionamiento de la lógica de los estamentos eclesiásticos, de sus intereses y sus complicidades, más allá de la visión idealista y legitimadora que (comprensiblemente) estos generan sobre ellos mismos.

Al respecto, quisiera comentar brevemente la observación de uno de nuestros amables lectores: “[…] el caso de Marcial Maciel supone un alto nivel de ineptitud en las instancias de gobierno del Vaticano […] en mi opinión el caso Maciel ha evidenciado que el órgano centralizado que gestiona la Iglesia Católica en estos siglos XX y XXI ha perdido cualquier atisbo de disponer de un sistema mínimamente fiable de control interno”.

Ciertamente, el caso Maciel evidencia “ineptitud”, pero no ineptitud para poner coto a los desmanes, sino ineptitud en la medida en que “el órgano centralizado que gestiona la Iglesia Católica” no ha sido capaz de tapar totalmente –como le hubiera gustado, tal como ha hecho durante largo tiempo y seguirá haciendo mientras pueda– los desmanes cometidos en su seno y la complicidad de obispos, cardenales y papas en el encubrimiento de tales desmanes. Aun así, y dadas las parcas consecuencias, esta ineptitud es muy relativa. En efecto, Maciel consiguió hacer lo que le dio la gana durante casi 70 (setenta) años. Sus cómplices y encubridores siguen en sus puestos. El papa que le elogió públicamente de modo reiterado y le encomendó diversas misiones va a ser beatificado, y sin la menor duda canonizado. Y uno de los cardenales que lo encubrió a sabiendas durante años es hoy el papa ante el que inclinan su cerviz y al que contemplan arrobados millones de individuos.

Que los fenómenos religiosos, como tales, no tienen absolutamente nada que ver con la (voluntad de) verdad y la justicia es algo que sabe cualquier analista de estos fenómenos. Resulta, sin embargo, interesante asistir de vez en cuando a demostraciones apodícticas de esta constatación elemental. Todo lo ocurrido en el caso Marcial Maciel es solo una de esas innumerables demostraciones.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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