El rey como un ser humano seminormal. La religión de Asurbanipal. “Religión” del mundo mesopotámico (171-03)

Hoy escribe Antonio Piñero


Continúo con la visión general del contenido del libro “Religiones del mundo antiguo”. El siguiente capítulo, de Ignacio Márquez Rowe, lleva por título, curioso ciertamente para la gente de la calle, "La religión de Asurbanipal", rey asirio que reinó entre el 668-631 a.C. El autor del capítulo justifica este estudio porque

a) No hay un concepto de religión –ni siquiera la palabra existe- en el mundo mesopotámico, sino religiosidad y vivencias religiosas;

b) Porque esas vivencias cambiaron muchísimo a la largo de los tres milenios que duró esta civilización mesopotámica, desde sus orígenes, hasta la conquista por los persas en el siglo VI a.C.

c) Porque no tenemos datos de la religiosidad del hombre normal, sino sólo de la del monarca y su corte, que son los únicos que han dejado restos escritos o en imágenes/arte = vestigios escultóricos e iconográficos. “Los protagonistas humanos de la documentación escrita en escritura cuneiforme… pertenecen siempre a la clase privilegiada, a los círculos de poder y más en particular a la realeza (p. 33). Por ello estudiar la religión de Asurbanipal –de quien se ha conservado su biblioteca, precisamente porque estaba en tablillas de barro, que se endurecieron gracias al fuego, cuando Nínive y sus palacios reales cayeron tras el asalto de las tropas aliadas de neobabilonios y medos en el 612 a.C..

Lo importante de esta religiosidad es que el monarca y su corte vivía en un mundo controlado por los dioses y lo sobrenatural. La influencia de este ámbito era absoluta y total sobre el mundo de los humanos. Por ello, la mayor parte de la religiosidad consistía en

a) Adivinación, observación del firmamento y de todo lo observable para prever el futuro;

b) Colección de encantamientos y conjuros para detener el mal posible: se intentaba trasladar el mal a un vehículo o cuerpo de modo que lo alejara del monarca, la corte y consecuentemente del reino

c) Conjunto de ritos apotropaicos (del griego apotropé: obligar a dar la vuelta” -- > “rechazo” o defensa”) para proteger al rey, la corte y el país de la mala influencia de los espíritus

d) propiciación de la benevolencia de los dioses por medio de la descripción de batallas exitosas, conquistas, heroicidades varias, como el valor en las cacería reales de leones) para mostrar a los dioses que el rey es merecedor del favor divino

Por tanto, debe concluirse que, a tenor de su biblioteca y su iconografía, Asurbanipal vivió siempre rodeado de lo sagrado, en la intimidad con sus objetos consagrados. Se trata de un mundo mágico-religioso, donde acontecen signos y presagios, enfermedades y desgracias promovida por dioses que pueden ser aplacados gracias a unos ritos exactamente ejecutados.

Y se supone que -a falta de otros datos- cada uno de los habitantes de Mesopotamia vivían de la misma religiosidad.

Es interesante constatar que en esta época el rey no se consideraba a sí mismo divino de ningún modo, sino representante de la divinidad…, todo lo más “mediador” (pero no como el faraón) entre los dos mundos, divino y humano, pero con la consciencia de que pertenece sólo a éste.

Es curioso este detalle de “humanidad”. Comenta Márquez Rowe (hago un extracto):

Naram-Sin de Acadia, Asurbanipal de Asiria, Nabucodonosor de Babilonia (que reinará en Babilonia medio siglo más tarde) tuvieron actitudes harto distintas frente a su dios. El primero, por lo que sabemos, declaró su naturaleza divina a mediados del siglo XXIII a.C. y fue el primero en establecer un culto oficial a su divinidad en vida. Es lo mismo que hará más tarde Shulgi, rey sumerio de la tercera dinastía de Ur. Asurbanipal ,como todo soberano asirio, fue sólo sumo sacerdote del dios supremo Asur. Nabucodonosor ni siquiera fue eso frente a su dios Marduk. Ni uno ni otro pusieron delante de su nombre el signo cuneiforme empleado para distinguir a un dios de un mortal, como sí hizo Naram-Sin (y como, por ejemplo, hacían los faraones egipcios: su nombre –que era quíntuple, sino recuerdo mal- empezaba siempre por Horus, o contenía el nombre de Atum para indicar la divinidad del monarca) (p. 32).

Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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