Actos IV y V de “La muerte del mesías” (178-05)

R. E. Brown - La muerte del mesías


Hoy escribe Antonio Piñero


El volumen II (Actos IV y V) es de la misma tesitura que el anterior y más amplio relativamente porque sólo trata desde la crucifixión de Jesús hasta su sepultura, más varios apéndices importantes (que mencionaremos: pp. 1037-1850).

El análisis de Brown contiene en algunos episodios la mención expresa de la historicidad de los episodios. Así en el caso de la crucifixión. No se duda del hecho ni un momento, por el criterio de dificultad y por la cantidad de gente que debió de verlo, dado que el castigo de la crucifixión era un escarmiento público. ¡Hay más gente de lo que se piensa que sostienen que la crucifixión de Jesús es un bulo! ¿Cómo va a inventarse la crucifixión del mesías, con el cúmulo de dificultades teológicas que llo supone? Es más lógico que fuera un hecho que se imponía por sí mismo mal que les pesara en principio a los seguidores de Jesús hasta que hallaron la razón teológica con una nueva investigación de las Escrituras...¡Era un designio divino, incomprensible a primera vista, pero salvífico!

De entre los personajes que intervinieron en la crucifixión –añade Brown (b.)- los más seguros históricamente son los soldados; también parece histórica la presencia de algunos sinedritas, que es muy plausible [ciertamente más plausible en la cronología johánica, según la cual la crucifixión aconteció un viernes, en cuya tarde/noche comenzaba un sábado, que no era la Pascua, sino la víspera de la fiesta]. Es inseguro si estuvieron activos tales sinedritas o meros espectadores (no se sabe si había normas especiales de pureza ritual para los sacerdotes en momentos cercanos a la Pascua).

Es también bastante seguro –pero no del todo, según B.; para los historiadores independientes sí lo es-- que Jesús fue crucificado entre dos “bandidos”, con el significado político que eso tenía; pero es inseguro el contenido de las palabras dirigido a sus compañeros de suplicio, si es que Jesús dijo algo. Y, según Brown, el elemento de más difícil comprobación histórica es la presencia de la madre y amigos de Jesús, incluido el discípulo amado, tal como lo narra Jn 19,25-27.

Respecto a las últimas palabras de Jesús, B. se muestra escéptico incluso para la cita del Sal 22,2 en boca de Jesús (“Dios mío por qué me has abandonado”), me imagino porque es un dato bastante difícil de explicar para la fe . Igualmente es bastante escasa o problemática para nuestro autor la historicidad de las reacciones de los que los evangelistas presentan cerca de Jesús a la muerte de Jesús, como las palabras del centurión en Mc 15,39 (“Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”).

Por el contrario, Brown se muestra partidario –-contra el escepticismo de muchos intérpretes— de que detrás de Jn 19,35:

“Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua. Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis”,

y en general detrás de la tradición johánica pueda haber el testimonio, no de una persona innominada y oscura, sino de un discípulo directo de Jesús (ciertamente no uno de los Doce, peo sí significativo) cuyo papel subsiguiente en la comunidad permitiera ver que era especialmente amado de Jesús (p. 1048).

Podríamos seguir, pero creo que ya es suficiente para que el lector perciba que, en el imponente libro de R. E. Brown, se mezcla la crítica a los detalles con argumentos siempre bien trabados que avalan reciamente la tradición. Es un libro no apologético de intención, pero que resulta serlo. En conjunto satisfactorio para el creyente.

Me parece interesante señalar que el libro que comentamos se cierra con notables e interesantes apéndices:

1) Una traducción literal, más un detallado análisis del Evangelio de Pedro.

2) La fecha de la crucifixión (calendario solar): el viernes 7 de abril (= 14 de nisán en calendario lunar) del 30 d.C.; pero como segunda opción, quizás menos preferible (“No veo posibilidad de llegar a una decisión y elegir entre uno de los dos años”: p. 1615): o el 3 de abril (= igualmente 14 de nisán) del 33 d.C.

3) Una lista de pasajes especialmente difíciles de traducir (Mc 14,41; Heb 5,7-8; Mt 26,50; Jn 19,13).

4) Un estudio específico del personaje y nombre de Judas Iscariote.

5) Grupos y autoridades judías mencionados en los relatos de la Pasión.

6) El sacrificio de Isaac y la pasión

7) Paralelos del Antiguo Testamento en el Antiguo Testamento en general y en los salmos en particular. Esto incide en el problema de la historicidad general del relato de la Pasión.

8) Predicciones de Jesús acerca de su pasión y muerte, tanto en los Sinópticos como en el EvJn.

9) Un apéndice de Marion L. Soards sobre la cuestión del relato de la pasión premarcano: breve análisis de 35 obras que intentan delimitar cómo fue este relato previo a los evangelios.

Por último, es muy útil el Índice pasajes evangélicos, que es original: consiste en una traducción, una tras otras, de la historia de la pasión de cada uno de los evangelistas, en tamaño de letra pequeño con el señalamiento al margen de las páginas del libro presente dónde se halla el o los comentarios principales al pasaje que en esa línea se está transcribiendo.

En síntesis: una obra enciclopédica, digna de alabanza, incluso aunque se disienta de ella en más de una ocasión; un elenco de opiniones expuestas y criticadas con precisión; un estilo claro y sobrio que hace muy legible, entendible, el resultado de la investigación más abstrusa.

Yo la utilicé largamente para mi parte de la obra colectiva “La verdadera historia de la Pasión”, aunque mis resultados fueran en bastantes ocasiones muy distintos a los suyos… y observo cómo el Comentario a Marcos, de Joel Marcus, la cita también continuamente en la parte del relato de la Pasión. No es extraño la fama que acarreó al autor, acrecentada porque “llovía sobre mojado” (son obras suyas, también muy buenas El Nacimiento del mesías, los Comentarios al Evangelio de Juan y a las Cartas; el Estudio de cristología y la Introducción al Nuevo Testamento, sin dejar de mencionar el “Comentario Bíblico San Jerónimo”). Recuerden lo de los doctorados "honoris causa": más de 30.

Quisiera añadir una palabra en elogio también del traductor (que me consta que está a punto de acabar el segundo volumen de James D. G. Dunn, “El cristianismo en sus comienzos” también para Verbo Divino): también la suya es una obra ciclópea. Sin duda, le habrá llevado muchísimo tiempo, porque es de una “acribía” (exactitud) notable. Tiene aciertos formidables, es decir muy buenos hallazgos en la elección de vocabulario español para su versión. Sólo le diría, en plan de colega amistoso, que me parece que quizás debería utilizar menos la pasiva en castellano, y que cuando tenga dificultades en algunos párrafos (donde se nota que es una versión del inglés... ¡y no debería notarse!), los someta a la prueba de leerlos en alta voz, hasta que el castellano resultante sea totalmente eufónico… De cualquier modo, en tantísimas páginas, considero una heroicidad el haber conseguido una tan buena traducción (y la Editorial Verbo Divino hace un esfuerzo económico y de tiempo notables para poner a disposición del público estas obrazas).

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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