La Biblia latina y la tradición de las versiones literales (180)

Hoy escribe Antonio Piñero


A propósito de que ando ocupado con la traducción y notas del Evangelio de Marcos para la futura Biblia de San Millán, recupero de mis papeles la nota siguiente

Hoy día una traducción demasiado literal se considera un signo de falta de pericia y de ingenio del traductor. Y es verdad, pero el deseo de los traductores antiguos de la Biblia hebrea o griega era precisamente eso ser literales. Pero lo que es en si un defecto se torna hoy para nosotros en una bendición. En algunos casos la literalidad de la versión latina sirve para que los críticos textuales del Antiguo y Nuevo Testamento elijan entre las diversas variantes aquella que parece más original, puesto que está apoyada por el testimonio de una antigua versión.

Y otra ventaja: la tradición hispánica de exégesis, que comienza en el siglo XII, no se hizo nunca –salvo en casos honrosos de estudiosos judíos conversos- sobre el texto hebreo (o el griego en el caso del Nuevo Testamento) sino sobre el texto latino. Al ser este literal, hace que la exégesis sea muchas veces válida.

Este amor por la literalidad característico de la versión latina antigua, la llamada Vetus Latina, pero que es compartido con la mayoría de las otras versiones antiguas de la Biblia, es la literalidad extrema de la traducción. Ello conduce sin duda a un latín duro, falto de elegancia y, a veces, hasta dudoso.

Si el proceso primitivo de versión de la Vetus Latina fue la traducción interlineal del griego, esta literalidad se explica bastante. Desde luego no parece que todos los traductores fueran incompetentes, como se postuló en el s. IV (Arnobio: "la versión latina fue obra de hombres ignorantes, faltos de cultura": Adv. Gentes 1,58), sino más bien que el respeto por el texto sacro y un concepto erróneo de la traducción como fidelidad a ultranza a la letra llevaron a una escrupulosidad excesiva y a un respeto por el tenor literal abusivo.

El afán por la literalidad y el influjo de la lengua base, el griego, llevaron a ciertos fenómenos lingüísticos dentro del latían de esta versión antigua que enumeramos rápidamente.

En contra de la tendencia literaria del momento que aborrecía los préstamos promiscuos de otras lenguas, el latín de estas primeras versiones no duda en aceptar términos hebreos, como alleluya, amén, pascha, o griegos como apostolus, baptisma, blasphemia, diabolus, ecclesia, episcopus, eremus. Aunque no podamos probarlo con exactitud, se supone que más de la mitad de los vocablos griegos importados al latín datan de esta primera época de la Vetus Latina.

La adopción de palabras griegas llevó también al esfuerzo de crear diversos neologismos en latín, o fuertes traslados semánticos de palabras ya existentes. De ello se ha ocupado, como es conocido, Christina Mohrmann y Olegario García de la Fuente. Ejemplos son redemptio, salvatio, regeneratio, justificatio, propitiatio, etc. Santificatio es el calco latino de hagiasmós, y confessio no significa ya simplemente "declaración", sino "reconocimiento de la gloria de Dios", "alabanza" o "afirmación de las creencias".

En el campo de la sintaxis el latín sufre la agresión de ciertos grecismos como

• el abuso de las completivas introducidas por quod, quia, quoniam (en vez del acusativo + infinitivo) debido al crecimiento en época helenística de las oraciones completivas griegas con hoti;

• la sustitución de num por el si (videre si; interrogare si); y

• el infinitivo simple final (venimus adorare) que elimina el gerundio, mucho más latino.

El igual que el griego helenístico muestra respecto al clásico una tendencia hacia una mayor expresividad, el latín de traducción prefiere también las palabras más sonoras. Así se han señalado las preferencias por odoramentum en vez de odor, deliramentum por delirium, cellarium por cella, o calcaneum por calx.

Igualmente el latín bíblico muestra un amor exagerado por los superlativos y por las formas participiales (participium coniunctum griego) que tampoco son especialmente abundantes o característicos del latín clásico.

Otro rasgo de estas versiones primitivas es el estilo a veces coloquial y algo pedestre de la traducción.

• Así, en Mt 6,8 en vez del griego "Vuestro Padre conoce lo que necesitáis antes de pedírselo", ciertos manuscritos latinos leen: "Antes de que abráis la boca" (antequam os aperiatis).

• En la parábola de la higuera que no da fruto, en Lc 13,7, en el texto griego común dice el amo: "Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno?", mientras que el Codez Bezae de la Vetus Latina aduce primero la orden: "Trae el hacha" (adfers securem). Y la respuesta del colono que dice en el griego: "Déjala hasta que cave alrededor de ella y eche estiércol" se transforma en la Vetus Latina en "Hasta que le eche un saco de estiércol" (mittam cophinum stercoris), mucho más gráfico.

Una postrera característica de la Vetus Latina es su longevidad. Mucho tiempo después que la versión Vulgata acabara apoderándose de la escena, la Vetus Latina seguía viviendo en algunos lugares. Todavía en los siglos XII o XIII escribas que copian textos bíblicos en latín transcriben en algún libro el antiguo texto de la Vetus Latina. Así el Codex Colbertinus presenta la Vetus Latina de los evangelios, no la versión reformada de S. Jerónimo y el Codex Gigas ofrece también la Vetus Latina de Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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