El poder de Roma se integra dentro del culto al soberano (203-14)

Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con el tema de los textos (o elementos) de la historia antigua que forman el contorno de lo que creo la divinización de Jesús y que explican la oposición de los cristianos a otras divinizaciones e seres humanos en su entorno vital.

Hacia el 220 a.C. comienza la expansión imparable del poder romano en el Mediterráneo oriental. Poco a poco se van apoderando de las diversas regiones que forman el “patio trasero” de la península itálica. Y en este entorno, los griegos -dominados por Roma- que tenían ya tras sí años de culto al soberano traspasaron este culto al nuevo dominador.

Pero en Roma no había una persona que tuviera el poder durante mucho tiempo (era el tiempo de la República, y los más altos magistrados, los cónsules, retenían el poder sólo por un año). No daba tiempo para divinizar a nadie. Pero los romanos hicieron lo siguiente:

A. Promover la adoración de la diosa “Roma”, personificada. Esto supuso la creación de una nueva ideología que fue generalmente aceptada. En tiempos del emperador Tiberio (14-37 d.C.) hubo una pugna por saber cuál fue la ciudad que primero había honrado al poder de “Roma” con un templo. La ciudad de Esmirna (Asia Menor, actual Turquía) mostró pruebas de que lo había erigido en el 195 a.C.

B. Rendir cultos u honores divinos a diversos y excelsos representantes del poder en la zona oriental del Imperio. El más famoso fue, en la época anterior a Cristo, Tito Quintio Flaminio, el personaje que –después de culminar la conquista de Grecia por las tropas romanas, declaró en 196 que “daba la libertad” a las ciudades griegas. En Calcis -recordaba Plutarco- se instituyó rápidamente un culto en su honor, que todavía duraba en su tiempo (siglo II d.C.).

El sistema empleado para promover estos cultos a un ser humano fue añadir inscripciones, en la ciudad en la que se le dedicaban los monumentos a Tito Quinto Flaminio, junto a las inscripciones de la divinidad a la que primero había estado dedicado el templo en cuestión. Resultaba así que las gentes sabían que las divinidades adoradas eran dos: la tradicional y el héroe romano divinizado. El nuevo culto compartía el espacio con el antiguo.

Ejemplos son:

• Dedicación de un “gimnasio a Heracles y Tito”; de un “delfinium a Apolo y Tito”… También se ofrecieron sacrificios a Tito y se compusieron himnos en su honor, como el sguiente que entre otras cosas decía:

• “Alabanza a la fidelidad de Roma.. Salud a ti, Peán (aclamación de Apolo), oh Tito, el salvador…”.

Pero algunas autoridades romanas, como Cicerón, gobernador de Cilicia, rechazaron la dedicación de un templo en su honor, demostrando que eran razonables, pues no creían pertinentes tales cultos. Estos honores duraron hasta el 2/3 d.C. Desde ese momento todos ello se rindieron ya a Augusto, que era la única autoridad visible y que encarnaba el numen del poder de Roma.

El comportamiento de los griegos fue tildado por el historiador Tácito (comienzos del siglo II d.C.) de “adulador”. Es posible, sin duda, que así fuera, pero fue para los griegos un modo de reconocer que no era razonable oponerse a un poder tan tremendo… y aceptaron su sumisión manifestándola por medio de la religión. Esa sumisión condujo a un período largo de paz (sobre todo desde Augusto).


El efecto de este culto en Roma


Como podemos suponer, en Roma no había antecedentes para el culto al soberano. Ni siquiera se había generalizado el fenómeno de la heroización. Algunos estudiosos han pretendido que sí había algo parecido = el culto a los divi parentum (Manes y Lares). Pero, me parece que el ejemplo no vale porque falta todo tipo de culto personal.

En todo caso se puede pensar en Rómulo el legendario fundador de Roma, del que se pensó que había sido asumpto al cielo, donde fue asociado con el dios Quirino. Pero eso ocurrió tarde. Algunos piensan que fue hacia el 100 a.C., pero otros investigadores creen que ocurrió hacia el 60 a.C. y por impulso de Julio César. Si eso fue así, es probable que César lo impulsara para crear un precedente para su propia divinización.

El influjo de Oriente a este respecto se debió a causas variadas y fue también en sí variado. Los cultos sufrieron el influjo de la literatura y de la filosofía griega, y con ellas de su espíritu. Las ciudades importantes se vieron inundadas de esclavos griegos y de emigrantes también helenos. Los menos cultos se dejaron llevar por el sentimiento antiguo de rendir honores especiales a los benefactores. Así hay que observar cómo la plebe romana rindió esos honores al general Mario y a los Gracos, tribunos de la plebe, benefactores de las clases bajas, honores que -opinan algunos- se acercaban a los de los griegos.


Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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