¿Qué pretendió César al autodivinizarse? (203- 17)

Hoy escribe Antonio Piñero


¿Qué pretendió en realidad Julio César? Desde luego, un motivo político. ¿Una imitación expresa de Alejandro? ¿Imitación del mítico Rómulo y la instauración de una nueva monarquía? ¿Una mezcla de ambas cosas? ¿Fue el propio Senado y el pueblo los que impulsaron este movimiento por servilismo… ¡improbable si no se mueven desde fuera sus hilos…!

La muerte de César en el 44 a.C. impide responder a estas preguntas. Pero había una suerte de movimiento político-religioso que era ya imposible parar: más entre las gentes que enttre los intelectuales.

La divinización de César post mortem es un hecho seguro y fue promovida ya desde el 42 por Octaviano mismo. Es decir, se le dedicaron lo que ya sabemos: estatua, templo, sacerdocio y sacrificios regulares.

El templo a Julio César se consagró en el 29 a.C. Octaviano lo declaró “divus Julius”, el “divino Julio” y…, naturalmente, con claras intenciones de provecho propio, él mismo se autodenominó a su vez “divi filus” = theou hyós = “hijo del divino”.

En un papiro (un juramento) de Egipto en el 28 a.C. Augusto es denominado theos ek theou = dios de dios… ¡parece que estamos ya en el Concilio de Nicea!

Con Julio César se instauraron también las formas y modos de las divinizaciones “post mortem” de los gobernantes supremos de Roma que iban a sucederlo: declarar al César muerto ser divino…, salvo el caso de que se “borrara su memoria” (damnatio memoriae, como ocurrió con Calígula y Domiciano)fue desde ese momento habitual.

La divinización se llamó en griego “apoteosis”, derivado, con la preposición apó (desde loa humano) de theós = dios. Y a su vez, la apoteosis se denominó en latín consecratio, derivado de sacer, sagrado.

Para que se declarara formalmente que el gobernante muerto era divino, era necesario que alguien diera testimonio bajo juramento de que había ocurrido un prodigio, sistema parecido a la beatificación y canonización en la Iglesia católica.

Este hecho de exigir milagros está testimoniado por Lucio Anneo Séneca en el prólogo de su obra Apocolocyntosis (“Pepinización”, literalmente). Alguien importante había visto que el alma del difunto César (en forma de pájaro o de cualquier fenómeno visible: un rayo, por ejemplo) había volado al cielo.

En bastantes casos tras la muerte del soberano, se divinizó también de algún modo a algunos miembros de la familia imperial.

El suceso que confirmó ante el pueblo la divinidad de Julio César fue el cometa que se vio durante los primeros “Juegos” en su honor, según cuenta Suetonio (Divus Julius 88) pagados por Augusto, que se celebraron durante siete días.

También Ovidio (Metamorfosis 15, 745-751) se hace eco de este hecho, que –dicen- vio mucha gente y que sostuvieron que el cometa era el alma de Julio César ya en el cielo. Fue Octaviano mismo el que se ocupó de propagar la idea (Metamorfosis 15, 848).

Cosecuentemente se afirmó que Venus era la verdadera madre de Julio César, la cual se había llevado personalmente al cielo el alma del dictador.

Ahora –aunque sea un paso hacia Jesús que no estaba en mi propósito en estos momentos-, voy a citar a Joel Marcus, que en su Commentary, Mark 8-16 (Anchor Bible 27ª), Yale Universidad. Press, 2009, II 1059-1060, porque aporta muchos pasajes de la antigüedad grecorromana y me parece mal mutilar la cita, extrayendo sólo esos pasajes:

Hay más historias de signos cósmicos (eclipses, por ejemplo) en el mundo grecorromano a propósito de la divinización de un ser humano escribe:

"He aquí una lista no exhaustiva:

· Virgilio, Geórgicas 1, 466-468;

· Plutarco, César, 69, 3;

· Josefo, Ant. 14, 309).

Se interpreta a veces esta oscuridad como que la naturaleza se pone triste: por ejemplo,

· Diógenes Laercio, Vidas 4, 64,

o que el difunto es de hecho ya divino (“Vergottung”):

· Plutarco, Rómulo 27, 6-7;

· Dión Casio, Historia romana 56, 29, 3-6 (sobre Augusto);

· Testamento de Adán 3, 6… sobre Adán.

“La oscuridad –según el Evangelio de Marcos-- sugiere que la muerte de Jesús es un momento decisivo en la historia de la salvación. Esta interpretación está en la línea de concepciones que son tanto paganas como judías. Virgilio, por ejemplo, afirma que en la muerte de Julio César, el sol ”veló su brillante faz y la convirtió en oscura penumbra, y una edad atea temió la eterna noche” ((Geórgicas 1, 466-68)); así pues, los contemporáneos de César tuvieron miedo de que el eclipse indicara que estaba comenzando la era del juicio divino.

“En contextos judíos y cristianos tales concepciones se convierten a menudo en otras de carácter escatológico. Antes, en el Evangelio de Marcos, por ejemplo, se dice que el oscurecimiento del sol era parte de los infortunios escatológicos (13, 24), y hay motivos similares en la literatura judía Por ejemplo,

· Oráculo Sibilinos judíos 5, 346-347;

· Testamento de Moisés 10, 5;

· Libro de las antigüedades judías del Pseudo Filón 19, 13)

· y en el libro del Apocalipsis de Juan (8, 12; 9, 2; 16, 10)


Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Volver arriba