Hechos Apócrifos de Pablo y Tecla (HchPlTe)

Tecla


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Los Hechos de Pablo y Tecla (HchPlTe)

Los HchPlTe constituyen el más largo fragmento conservado de los primitivos Hechos de Pablo. Su comienzo enlaza la narración con la llegada de Pablo a Iconio después de su obligada huida de Antioquía de Pisidia (HchPlTe 1,1). En el inicio, hace mención el autor de dos personajes, calificados como falsos compañeros llenos de hipocresía. Sus nombres, Demas y Hermógenes, son en cierto modo conocidos por las cartas del Corpus paulino. Demas aparece en Col 4,14 y en Flm 24 entre los colaboradores de Pablo, que envían saludos. Pero en 2 Tim 4,10 es uno de los personajes que han abandonado a Pablo.

De Hermógenes habla el apócrifo como del herrero. La carta 2 Tim 1,15 enumera también a Hermógenes entre otros que han vuelto la espalda al apóstol. Un dato curioso es que el texto latino del pasaje enumera a Demas, Hermógenes y Alejandro. Ahora bien, Alejandro, el herrero, es un personaje que ha hecho a Pablo mucho mal (2 Tim 4,14) y a quien ha entregado a Satanás (1 Tim 1,20). Es probable que el apócrifo se refiera a ambos personajes, que resultaron desleales a Pablo.

La narración sigue hablando de la llegada de Pablo a Iconio, en la que tuvieron una actuación preponderante dos personajes bien conocidos en el Nuevo Testamento: Onesíforo y Tito (HchPlTe 2). El primero es objeto de una presentación muy favorable en 2 Tim 1,16-18. No solamente no se avergonzó de las cadenas de Pablo, que a la sazón estaba en prisión, sino que le prestó generosos servicios. Al final de la carta, envía saludos para la casa de Onesíforo. Tito es uno de los discípulos de Pablo que mantuvieron una convivencia más estrecha con el apóstol.

Onesíforo tenía que recibir a Pablo en su casa y salió a esperarlo en el camino real. Pero como no conocía a Pablo personalmente, Tito se lo describió con datos precisos: Era Pablo “un hombre pequeño de estatura, calvo, de piernas arqueadas, vigoroso, cejijunto, nariz un tanto sobresaliente, lleno de gracia; unas veces parecía un hombre, otras tenía el rostro de un ángel” (HchPlTe 3). A estos datos de su fisionomía añade la versión siríaca que tenía los ojos grandes. Es curioso este interés por la descripción física de los protagonistas de los Hechos apócrifos, que se repite en los casos de los apóstoles Juan de Zebedeo y Bartolomé.

El encuentro de Pablo con Onesíforo fue particularmente cordial, lo que no dejó de concitar la envidia de Demas y Hermógenes, a quienes Onesíforo invitó también a su casa. Pablo inició su ministerio con la oración, la fracción del pan y la predicación de la palabra de Dios. Dos palabras sirven para definir la temática de esa predicación, que versaba en especial sobre la continencia y la resurrección. Ambos temas representaban aspectos de la obsesión de los corintios. La presencia del templo de Afrodita en la acrópolis de la ciudad explica la preocupación de Pablo por el tema de la continencia frente a la escasa moralidad sexual en el ambiente del santuario de Afrodita/Venus (1 Cor 7). El tema de la resurrección estaba obligado por el hecho de que en Corinto había algunos que negaban la resurrección de los muertos (1 Cor 15,12).

Desarrolla Pablo su predicación en forma de bienaventuranzas o macarismos, señalando como dichosos a los limpios de corazón, los que conservan pura su carne, los castos, los que tienen mujer como si no la tuvieran, los misericordiosos, los que se apartan del mundo y comprenden la ciencia de Jesucristo (HchPlTe 5-6). Esta fue la predicación que escuchó la joven Tecla, doncella prometida a un hombre de nombre Támiris, de quien hablan las versiones siríaca y latina como de hijo de un rey y personaje importante de la ciudad Desde una ventana cercana a la casa donde hablaba Pablo, escuchaba su predicación sobre la castidad, la fe y la oración. Al ver que acudían muchas mujeres y doncellas, deseaba también ella ser digna de ver a Pablo en persona y escuchar en vivo su palabra.

La actitud de Tecla no agradó a su madre Teoclía, que avisó a Támiris sobre lo que sucedía. Contaba que Tecla llevaba tres días y tres noches sin apartarse de la ventana ni siquiera para comer y beber. Aquel predicador tenía agitada a la ciudad de Iconio enseñando que “se debe adorar a un solo Dios y vivir castamente”. Teoclía y Támiris unieron sus intenciones para hacer cambiar a Tecla. Támiris recurrió a los servicios de Demas y Hermógenes, quienes le informaron que Pablo enseñaba que no habría resurrección para los que no vivieran castamente. Recomendaron a Támiris que lo llevara ante el tribunal del gobernador.

Támiris se encaminó a la casa de Onesíforo con gente armada y acompañado de una muchedumbre que gritaba contra Pablo diciendo que corrompía a la ciudad. A su misma prometida la había convencido para que no se casara con él. Demas y Hermógenes le animaron para que dijera al procónsul que Pablo era cristiano, lo que sería el argumento definitivo para su ruina. El procónsul interrogó a Pablo, que pronunció un alegato sobre su doctrina y su misión. El procónsul lo condujo a prisión.

Tecla hizo valiosos regalos al carcelero para que le permitiera visitar a Pablo. Sentada luego a sus pies, escuchaba absorta las palabras que el apóstol seguía predicando con absoluta libertad. Támiris y los parientes de Tecla la buscaban por calles y plazas temiendo que le hubiera sucedido algo malo. Cuando se enteraron de que estaba en la cárcel con el extranjero, se dirigieron allá y la encontraron “como encadenada por el amor” (HchPlTe 19). Fueron corriendo a contar al gobernador lo sucedido.

El gobernador ordenó traer a Pablo hasta el tribunal. La muchedumbre gritaba: “Quita a ese mago de en medio”. Sin embargo, el gobernador escuchaba a Pablo con agrado. Por ello, mandó traer a Tecla y le preguntó por qué no se casaba con su prometido. Como no respondía a la requisitoria del gobernador, la madre de Tecla prorrumpió en gritos pidiendo que quemaran a la impía en medio del teatro para ejemplo de las que escuchan las enseñanzas del extranjero. El gobernador no las tenía todas consigo. Ordenó flagelar a Pablo y expulsarlo de la ciudad. Condenó a Tecla a la hoguera, se levantó y se dirigió al teatro, adonde acudió la multitud para contemplar el espectáculo. Tecla buscaba con la vista a Pablo, pero vio al Señor sentado bajo la apariencia de Pablo y lo estuvo contemplando hasta que el personaje de la visión subió al cielo.

Los jóvenes y las doncellas acarrearon leña para quemar a Tecla. Cuando trajeron a Tecla desnuda, lloró el gobernador conmovido y admirado por la fortaleza de la joven. Ella hizo el signo de la cruz y subió sobre la pira, a la que los verdugos prendieron fuego. El fuego no tocó el cuerpo de Tecla. Antes al contrario, se oyó un ruido subterráneo y apareció una nube, de la que cayó lluvia y granizo de manera que muchos corrieron peligro y no pocos murieron. Con ello se salvó Tecla de perecer a causa de aquella injusta condena.

La narración del apócrifo lleva inmediatamente a una tumba donde estaban ayunando Pablo con Onesíforo y su familia. Los hijos de Onesíforo dijeron a su padre: “Tenemos hambre”. No tenían nada para comprar comida, pero Pablo les ofreció su manto y se lo entregó a uno de los jóvenes para que lo vendiera y comprara alimento con el precio. En ello estaba cuando descubrió a Tecla, que iba buscando a Pablo. El joven la informó sobre el lugar donde estaba Pablo y su estado de ánimo por lo sucedido. La llegada de Tecla llevó la alegría a todos, que disponían de cinco panes, verduras, agua y sal. Tecla dijo al apóstol que se cortaría la cabellera para seguirlo. Pero Pablo le recomendó que tuviera fuerzas para resistir la posible tentación. La joven le pidió para ello el sello de Cristo. Pablo, de acuerdo con la costumbre de un tiempo de prueba para los catecúmenos antes de recibir el bautismo, le respondió que a su tiempo recibiría el agua.

(Icono de Santa Tecla de Iconio)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Volver arriba