De la vida de Pablo, el apóstol de los gentiles

Mira de Licia


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Milagros de Pablo en Mira de Licia (PHeid pp. 28-35)

Una de las últimas referencias geográficas de los HchPlTe anunciaba que Pablo se encontraba en Mira (HchPlTe 40,1). Fue allí donde Pablo dirigió a Tecla las palabras que tanto escandalizaron a Tertuliano: “Vete, y enseña (dídaske) la palabra de Dios”. El uso del presente, con sentido de acción habitual, fue interpretado como autorización a una mujer para predicar el evangelio. La ciudad de Mira estaba situada junto a la costa meridional de Licia, extremo sudoeste de la península de Anatolia. Es considerada como la patria del obispo san Nicolás, Santa Klaus de nuestras navidades. Sus ruinas están cerca del moderno pueblo denominado Demre.

El papiro copto de Heidelberg recoge algunos detalles de la estancia y actividad de Pablo en Mira. Mientras el apóstol predicaba en Mira, había un hombre, de nombre Hermócrates, enfermo de hidropesía. Se acercó a Pablo y le pidió remedio para una enfermedad que le ocasionaba graves dolencias. El apóstol le explicó que lo curaría gratis en el nombre de Jesucristo. Extendió sus manos sobre el enfermo, cuyo vientre se abrió y vertió gran cantidad de agua. Hermócrates cayó a tierra como muerto con gran sorpresa de los presentes. Pero Pablo lo tomó de la mano y lo levantó sano y salvo. El que no podía probar bocado, en cuanto se levantó, pidió de comer. Inmediatamente recibió el bautismo en unión de su esposa.

Tenía dos hijos, el mayor Hermipo y el menor Dión. Hermipo, llevado de la ambición se encolerizó contra Pablo por haber curado a su padre. Se unió a otros compañeros de su edad con los que tramó la muerte de Pablo. Pues estaba disgustado porque se difería la posesión de la herencia paterna. Por el contrario, Dión escuchaba con agrado la palabra de Pablo. Sucedió que mientras Hermipo deliberaba cómo matar a Pablo, Dión sufrió una caída y se mató. La muerte del joven produjo en la familia la lógica consternación. Hermócrates lo lloró con gran sentimiento, porque amaba a Dión más que al hermano mayor. Su madre Ninfa acudió a Pablo en demanda de auxilio. Pablo pidió a unos jóvenes que le trajeran al difunto.

Una laguna en el texto del papiro impide conocer en detalle el resultado de los sucesos. Hermipo hizo alguna gestión para impedir el milagro, que Pablo realizó resucitando a Dión. Una visión avisó a Pablo de la prueba que tendría que afrontar. En efecto, vio a Hermipo que se acercaba a él con la espada desenvainada y acompañado de otros jóvenes portadores de garrotes. En una oración, Pablo pedía a Dios que volviera las espadas a su vaina y transformara la osadía de los asaltantes en debilidad.

Cuando Hermipo se lanzaba espada en mano sobre Pablo, quedó repentinamente ciego. Pidió socorro a sus amigos reconociendo su pecado y su ingratitud. Se había burlado de un hombre que había sanado a su padre y había resucitado a su hermano. El que había realizado estos milagros tenía capacidad para devolverle la vista. El cambio efectuado en Hermipo hizo llorar a Pablo de gratitud porque Dios le había escuchado con presteza y porque el orgulloso se había tornado humilde.

Los compañeros de Hermipo lo llevaron y depositaron delante de Pablo. Hermócrates y Ninfa estaban gozosos por la resurrección de Dión, y repartían grano y dinero a los necesitados. Estaban también conmovidos al ver a Hermipo que suplicaba a todos que intercedieran para que Pablo le concediera también la curación. Así lo pedían las viudas junto con los padres de Hermipo. El joven, que se había opuesto a Cristo y a su servidor Pablo, recobró en efecto la vista y corrió a contar a su madre la buena nueva: “Ha venido Pablo y ha puesto su mano sobre mí, que estaba llorando. En aquel momento pude ya ver las cosas con claridad” (PHeid 20).

El fragmento termina con la noticia de que cuando Pablo hubo confirmado a los hermanos de Mira, partió para Sidón.

Teatro romano de Mira de Licia (s. II a. C.)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Volver arriba