La divinidad del faraón entendida en su acción respecto a los dioses, más que en su esencia divina (204-09)

Hoy escribe Antonio Piñero


Continuamos de la mano de Jan Assmann considerando la teoría religiosa de la divinidad del Faraón tal como se deduce de múltiples textos religiosos. Seguimos su orden de temas

1. Obligación general y supraindividualidad


El rey egipcio no es un theios anér (griego: “Un hombre divino”), un taumaturgo, sino más bien un hacedor y cumplidor de de la rutina de las leyes divinas. Para los egipcios el faraón es el que dispone de todas las posibilidades de la acción (correcta); es el corazón que mueve todas las manos.

La divinidad del rey descansa en el poder de obrar y pensar para todos su súbditos, para la colectividad, por su monopolio de la acción. Esa distancia enorme entre sus posibilidades absolutas de querer y de acción en contraposición a la ausencia de la sociedad que sólo tiene esa voluntad y acción de una manera delegada es lo que constituye la divinidad del faraón.


2. Socios y objetos de la acción real

Esta divinidad faraónica que se basa en el querer y en la acción no es tanto una divinidad en sí como una divinidad intencional, dirigida al objetivo y condicionada por sus socios o compañeros. Como una divinidad de la acción comunicativa, esta divinidad se determina por la relación a los otros: dioses, hombres, enemigos y el mundo.

a) En relación a los dioses

El faraón es el encargado del culto, que para los egipcios no es una relación hombre-divinidad, sino la manifestación y aceptación de la relación entre los dioses. Sólo en el marco la función divina en la tierra, de una constelación entre dioses, se abre la posibilidad de un contacto con los dioses plenamente institucionalizado. La función del rey es mantener en orden ese contacto y actuar en esa constelación como el Hijo: su función es precisamente la de ser hijo divino, como sabemos ya. Esa función asegura la posibilidad del contacto dioses-hombres.


b) En relación con los hombres

La práctica del gobierno y del señorío sobre sus súbditos era interpretado por los egipcios antiguos como la acción de un dios.

Hacia fuera ese señorío se manifiesta como poder, que mantiene al caos en el exterior del ámbito de la tierra (es decir, Egipto) y en jaque continuo: mantiene al caos "a raya".

Hacia dentro se manifiesta como señorío: el carisma de dar una orden y de que te obedezca el mundo entero, pues los hombres egipcios son la humanidad completa. Egipto es la tierra; lo demás es el caos; en la tierra (Egipto) fue donde surgió la colina primordial (el inicio del universo) y desde ella se levanta el sol para que cada día se renueve la creación.

El poderío del faraón es, por consiguiente, global, total; por tanto es divino. El sol es el “Único Uno” como lo llaman los Textos de las Pirámides… y representa el símbolo por excelencia del control absoluto de la sociedad/mundo por parte del monarca, que es el Hijo, encarnación de Horus, el sol.


c) En la relación con los enemigos

Los enemigos son el caos, que no son objeto del dominio racional; no interesan ni para los dioses ni para el faraón ni para los egipcios; las pueblos que están fuera de Egipto no son mundo, sino tinieblas.

Ciertamente, y en apariencia tales pueblos están libres del poder del faraón, pero el poder de éste es en verdad global porque esas tinieblas no son nada, sino caos. El concepto de creación es muy distinto en Egipto a la noción judía: no es una creación de la nada (en el judaísmo tardío), sino un proceso que siempre se renueva. Al unir las dos partes de Egipto, el faraón domina simbólicamente sobre el todo, ejerce el poder del dios “creador”, porque la creación se renueva cada día, lo cual es una función divina. El poder divino del faraón y la utopía del reino sobre todo se necesitan mutuamente.

d) En relación con el mundo

El faraón es el que juntamente con los otros dioses mantiene al mundo en movimiento. El rey pronuncia y practica la Maat, la el juicio y sabiduría divina. La realidad para los egipcios es más un proceso que un estado. El modelo de este proceso es la carrera diaria del sol que empalma con el concepto de creación que acabamos de mencionar. La creación en sí no fue más que el golpe o toque inicial de un proceso, que se vive en la carrera del sol, en la crecida del Nilo, en el movimiento de las estrellas, y que se interpreta como el conjunto de acción del mundo de los dioses, es decir, un sistema divino de acción comunicativa. El faraón sostiene con su presencia en la tierra ese proceso. Por tanto, quien representa en la tierra esa acción comunicativa es el Faraón.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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