Carta de Josep Cervelló sobre cómo entender bien la divinidad del faraón egipcio en la evolución de los siglos (204-13)

Hoy escribe Antonio Piñero


En la postal anterior concluimos nuestra “disertación” sobre cómo comprender hoy los origines y la esencia de la monarquía egipcia y acabamos con la sorpresa para algunos, supongo, de esa observación de Jan Assmann que recalca la importancia de las concepciones egipcias de la divinidad esencial del hijo de Horus encarnado en la tierra para aceptar de inmediato la divinidad de Cristo predicada por los misioneros cristianos.

Como colofón a esta serie deseo dar la palabra, una vez más, al autor de uno de los libros clave (“Egipto y África. Origen de la civilización y la monarquía faraónicas en su contexto africano”, Ausa, Barcelona 1995)) que nos han servido para montar la estructura ideológica que explica cómo se entendía en la Antigüedad la divinidad del faraón y sus consecuencias para nuestra cultura. La misiva dice así:


“Creo que es preferible no hablar de "divinización" del faraón, sino de "divinidad" del faraón, porque el primer término podría hacer pensar en un cargo "humano" susceptible de ser magnificado con una divinización (a la manera de los emperadores romanos), mientras que la de faraón era, por decirlo así, una "función cósmica", necesariamente desempeñada por un dios (entendiendo "dios" en el sentido antropológico de “ser fetiche” trascendente).

Lo que ocurre a lo largo de la historia de Egipto es que el arquetipo del rey-dios, sin dejar de existir y sin ser puesto nunca en cuestión, se va modificando en función de las transformaciones culturales y de las sucesivas realidades políticas y sociales.

Así,

A. El arquetipo regio del Reino Antiguo es el de una criatura-ente divino solarizada, cuyos destinos de ultratumba son celestes y solares, opuestos a los del resto de la comunidad ([que en realidad no participan –en esos tiempos primitivos- de tal destino; su vida acaba con la muerte en la tierra] precisamente estoy ultimando un artículo sobre el proceso de solarización de la realeza de las primeras dinastías),

B. Mientras que el del Reino Medio es el de un "dios que escucha", un ser próximo a sus súbditos y que comparte destinos de ultratumba con ellos...

C. Lo que sucede muy al final de la historia de Egipto, cuando el país entra en contacto con los persas y, sobre todo, con los griegos y los romanos, es que se opera una profunda transformación debida a dos fuerzas concomitantes:

1. Por un lado, existe un claro "agotamiento cultural interno", en el sentido de que el sistema cultural, después de 4000 años de dinámica ininterrumpida y de una vitalidad extraordinaria que le permitió repensarse una y otra vez sin dejar de ser él mismo, se agotó y acabó cayendo en una repetición de estereotipos proclamantes de la divinidad del monarca cada vez con menos sentido.

2. Por otro lado, el hecho de que el faraón dejara de ser autóctono y pasara a ser extranjero (griegos en concreto; sucesores de Alejandro Magno que había conquistado Egipto) y, sobre todo, a "desaparecer" del rito y del culto (los Ptolemeos vivieron siempre de espaldas a Egipto y a sus cultos, y los emperadores romanos, que ni siquiera vivían en el país, aún más...) hizo que el elemento en torno al cual giraba el sistema cultural egipcio (por algo hablamos de la "civilización faraónica") perdiera su sentido y su función.

Desprovista de ese elemento cohesionador, la civilización egipcia fue presa de fuerzas centrífugas de todo orden (cada templo extremó sus particularismos y creó teologías e incluso "jergas" lingüísticas y escriturarias ininteligibles para los demás; proliferaron los pequeños cultos locales y las prácticas mágicas de los particulares; desaparecieron las grandes festividades colectivas presididas por el Estado...) que acabaron con ella.

Espero que esta precisión pueda ser útil (para ti y para los lectores del Blog).

Y lo que vino después está expresado en el final de la postal anterior (204-12) ¡Jesús divinizado y solarizado ocupó el puesto del faraón en el corazón de los egipcios!

En lo que sigue iniciaremos la 3ª y última parte de este tratamiento de la divinización de humanos con la consideración de textos judíos, de un talante distinto…, pero que ayudan –creo- a comprender por qué y cómo, en última instancia, se divinizó a Jesús.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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