La Biblia de Osuna (191-01)

Biblia de Osuna. M. Vivancos - F. Vilches


Hoy escribe Antonio Piñero


Recordarán los lectores que tiempo atrás hemos comentado en nuestras reseñas de libros el volumen dedicado a “una Biblia del siglo XIII: Manuscrito del Escorial I.I.6" (174-01), (editado por Cilengua [Centro Internacional de investigación de la lengua española, que pertenece a la Fundación San Millán de la Cogolla], Logroño 2010). Hoy queremos centrar nuestra atención en otro volumen de la colección que me parece muy importante porque es un reflejo precioso de la exégesis medieval francesa del siglo XIII, luego aceptada (supondríamos; precisamos más adelante) por los estudiosos españoles. Su ficha es:


Miguel Vivancos Gómez – Fernando Vilches Vivancos, La Biblia de Osuna. Transcripción y estudio de los textos castellanos. Cilengua, San Millán de la Cogolla 2007, 449 pp. Con una ilustración en color del manuscrito: folio 82v, comienzo del Salterio.

Este códice está custodiado en la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid con la signatura 10.232. Se trata de un libro voluminoso de 254 folios. El texto básico reproduce, en su columna central ,las perícopas bíblicas de la denominada “Biblia de san Luis”, del siglo XIII, guardado en la Catedral de Toledo y en latín.

A la izquierda, otra columna muestra los comentarios que se hallan en esta misma Biblia, también en latín; a la derecha aparecen los comentarios en castellano, originales en esta lengua, que se hallan en la Biblia toledana en latín.

La Biblia de Osuna añade además, al comienzo del Antiguo y Nuevo Testamento los prólogos de san Jerónimo en castellano (tampoco están en la Biblia de san Luis).

El texto latino tanto de la Biblia de san Luis, como de su copia, la de Osuna, es fundamentalmente de la Vulgata. El texto se copió en Francia, hacia el 1230, para uso del rey Luis IX, por encargo de su madre, la reina viuda doña Blanca de Castilla. De un modo que no sabemos, esta Biblia pasó a manos del rey Alfonso X el sabio, que la entrega a su heredero, Sancho IV (testamento de 10 de enero de 1284, otorgado en Sevilla). Tampoco sabemos cómo, pero en el inventario de 1430 de la Catedral de Toledo esa Biblia estaba ya allí.

Muy probablemente hacia 1450 fue cuando se copió de la Biblia de san Luis esta “Biblia de Osuna” (denominada así por el nombre de su último propietario el Duque de Osuna y del Infantado, antes de que pasara a la Biblioteca Nacional: 1886). Alguien (algún clérigo que hizo una versión a veces desastrosamente literal) tradujo al castellano de mediados del siglo XV los comentarios y explicaciones en latín que contenía la “Biblia de san Luis”.

Los prólogos de san Jerónimo en la Biblia de Osuna no están en la de San Luis. Son copia del manuscrito escurialense del siglo XIII (Ms I.1.6) que comentamos en la postal arriba mencionada.

Al tener la versión al castellano, se supone que algunos estudiosos hispánicos de aquel tiempo que frecuentaban la corte regia y luego en la de algún noble y más tarde en la del Duque de Osuna, se aprovecharía del sentido de estos comentarios. Sin embargo, señala el prologuista, el Prof. García Turza, que tales comentarios franceses, moralizadores (pongo inmediatamente algunos ejemplos) ejercieron –por suerte- poca o ninguna influencia en la exégesis bíblica del siglo XV y XVI español.


Ejemplos de exégesis piadosa, moralizante, arbitrariamente alegórica y mística que debían de gustar a algunos círculos de la nobleza española (de lo contrario no se explica por qué se tradujo al castellano; tomo los ejemplos de García Turza, en el Prólogo, pp. 10 y 11):

• “Conocer el bien y el mal” (Gn 3) significa obrar guiado por la sensualidad del mundo.

• “Adán durmiendo en el Edén representa a Cristo dormido en la cruz y la costilla extraída de su costado significa la Iglesia” (Gn 2,21-23).

• Noé que bebe vino y se embriaga representa a Cristo asumiendo el sufrimiento de la muerte en la cruz (Gn 9,20-21).

• Jacob que durmió en Betel sobre una piedra y tuvo allí una visión del cielo (“La escala de Jacob”) significa a san Juan evangelista que durmió en la Cena sobre el pecho de Jesús y vio loos secretos celestiales que luego manifestó en el Apocalipsis (Gn 28, 10-13).

Por suerte, para la exégesis española este tipo de interpretación, difundido a mediados del s. XV por la Biblia de Osuna, se vio contrarrestado eficazmente Por las “Apostilla literales” de Nicolás de Lira (mi colega Isabel Velázquez está estudiando a fondo este tema; saldrán a la luz cosas muy interesantes) que trataba de liberar la interpretación de la Biblia de arbitrariedades moralizadoras y alegorías imposibles, anteponiendo como fundamental y genuino el sentido literal de los textos, la llamada “hebraica veritas” (la verdad hebrea del original.

Lo curioso del caso es que el anónimo traductor (que, en mi modesta opinión no puede ser Fray Gonzalo de Ocaña, prior del cenobio toledano de Santa María de la Sisla a finales del siglo XIV, traductor de la Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágina) puesto que éste monje era un profesional consumado y el de la Biblia de Osuna era un literalista empedernido e imposible a veces) muestra una gran admiración por el conocimiento, se supone que ant todo literal, que se tendría del sentido de la Biblia si se supieran bien las lenguas originales, sobre todo el hebreo, en las que fue compuesta. Transcribo modernizando el texto que expresa su opinión al respcto:

“Todas las Biblias que en la nuestra edad conocemos y de las que sabemos por oídas han sido corrompidas por culpa y poco cuidado al traducir, y mucho más por la ignorancia de las lenguas griega y latina de las ediciones anteriores… y de los traductores posteriores. Pienso que ello ha tenido lugar por el odio desaguisado que los ignorantes tuvieron y tienen de la lengua hebraica, como si el horror a la fe y la ceguedad en la que se endurecieron los pérfidos judíos hubiese sido culpa de la lengua al igual que de las personas. No lo entendía así Fray Ramón Martí en el prólogo de su “Pugio fidei” (“El puñal de la fe”: 1280) dice ‘La verdad de la fe mejor se entiende por la lengua hebraica que por la escritura (la traducción hispánica) nuestra’” (C. García Turza, Prólogo p. 15.


En verdad interesante y que se aplica del todo a la empresa de la futura "Biblia de San Millán".


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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