La existencia histórica de Jesús según Puente Ojea (I) (192-02)

Hoy escribe Antonio Piñero



En su obra germinal, Ideología e Historia, Gonzalo Puente Ojea da por supuesta la existencia histórica de Jesús de Nazaret, y sólo de pasada alude a las fantasiosas tesis de los “mitistas”, quienes sostienen que Jesús no es más que la plasmación literaria de un mito, tesis que considera indefendible.

Sin embargo, en una de sus últimos trabajos, La existencia histórica de Jesús, y en un capítulo de la obra colectiva ¿Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate (A. Piñero [ed.], Raíces, Madrid, 2008, 167-201), se ocupa específicamente del tema.


Escribe Gonzalo Puente en esta última obra:

“No parece creíble, aunque casi nada sea inverosímil en cuestiones «históricas», que la polémica ideológica que recorre el Nuevo Testamento en torno a su protagonista principal, Jesús, hubiera sido un capricho de la imaginación teológica o del arte narrativo de un grupo de improvisadores.

“La dogmática de la Iglesia, con su labor falsificadora de la fallida empresa mesiánica del Jesús histórico, fue la causa mayor de que la existencia real de Jesús haya sido puesta en cuestión, no sólo por los mitólogos, sino también por los que no creen en los entes metafísicos o sobrenaturales con pretensión de realidad extramental.

“En este amplio contexto, la empresa negadora de la existencia de Jesús podría decirse, al menos en cierto sentido, que deriva de la errónea reducción espiritualista inducida por la doctrina eclesiástica de la naturaleza dual del llamado equívocamente «Jesucristo» como nombre propio de un ente supuestamente humano, pero que tanto por su origen divino como por su destino final de salvador milagroso fue siempre un ser radicalmente divino en el sentido riguroso de la palabra” (p. 197).

Dicho en términos aún más claros: los mitistas se equivocan porque confunden dos figuras distintas que el Nuevo Testamento presenta siempre unidas: Jesús y el Cristo paulino que forman la figura de “Jesucristo”. La dogmática de la Iglesia sigue naturalmente con esta confusión Y los mitistas, al negar la existencia histórica de “Jesucristo” tiran por la borda igualmente la existencia histórica innegable de los movimientos mesiánicos populares del Israel del siglo I, uno de cuyos personajes –entiéndase o interprétese como sea- fue Jesús de Nazaret.

Respecto a los testimonios externos de la existencia de Jesús, en especial los dos textos de Flavio Josefo que mencionan directa o indirectamente al Nazareno (Antigüedades XVIII 63-64 y XX 200), Gonzalo Puente Ojea mantiene una postura que es hoy predominante. Acepta la historicidad del primero, denominado Testimonium Flavianum, con notables reservas:

[Recordamos el pasaje:

Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de quererlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él.]


Los escribas cristianos manipularon profundamente el texto, pero aún así lo que puede reconstruirse del presunto original es un testimonio de la existencia de Jesús (¿Existió…?, p. 187).


Respecto al segundo, una mención incidental de la muerte de Santiago, “hermano de Jesús, denominado mesías”,

[Recordamos el texto:

Anán... convocó a los jueces del Sanedrín y trajo ante él a Santiago, hermano de Jesús, llamado Cristo y a otros, acusándolos de haber violado la Ley y los entregó para que los lapidaran.]


Gonzalo Puente Ojea se une también a la opinión de casi todos los investigadores, que lo considera auténtico. Comenta así:

“El vínculo de sangre entre un individuo realmente existente como Santiago -que ni siquiera los mitólogos ponen en cuestión- con otro cuya existencia tiene que estar realmente implicada en la fe y en el parentesco con el sujeto de la noticia en discusión, suministrada incuestionablemente por Josefo, representa una referencia segura en cuanto a la existencia necesaria de ambos” (¿Existió…?, p. 189).

Y añadePuente Ojea un argumento supletorio tomado de las cartas de Pablo, que casi nadie aduce:

“Además, Pablo de Tarso, de cuya existencia real nadie ha podido seriamente dudar, afirma que


«Santiago, Pedro y Juan, tenidos por columnas [de la Iglesia], nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de comunión» (Gál 2,9).

Si Pablo hubiese podido creer que estaba negociando con personas no tenidas por él como testigos y fedatarios auténticos del mesías Jesús, cuando todavía no se habían escrito los cuatro Evangelios canónicos, habría que pensar que Jesús era un personaje irreal y fantástico creado por algún escritor esquizofrénico. Pero a nadie se le ha ocurrido aún plantear la hipótesis de un Pablo chiflado” (Ibídem, 189).



Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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