Irlanda: lo que irrita al Vaticano

Hoy escribe Fernando Bermejo

Las numerosas ramificaciones de la galopante crisis económica, la atroz tragedia desencadenada por la sequía en Somalia, Etiopía y Kenya o la devastación sembrada por el “caballero cruzado” noruego son solo algunas de las noticias de actualidad lo bastante penosas e inquietantes como para merecer la principal atención de los lectores y la de este blogger. Son también algunas de las noticias que han dejado enseguida en la penumbra ciertos acontecimientos sucedidos en Irlanda en los últimos días.

No me refiero simplemente a la aparición de otro informe (van cuatro, si no yerro) sobre los abusos sexuales (y otros) perpetrados por clérigos católicos en diócesis irlandesas. Nadie que haya seguido, por someramente que sea, las historias de abusos tiene ya de qué escandalizarse. Y nadie que sepa algo de cómo funcionan realmente las jerarquías de la Iglesia Católica necesita leer voluminosos informes independientes para concluir que el cinismo eclesiástico no tiene límites.

El voluminoso informe sobre la diócesis de Cloyne entre 1996 y 2009 no es, en efecto, nada nuevo. El informe, simplemente, demuestra la existencia de abusos sexuales (esta vez por parte de 19 -diecinueve- sacerdotes), las mentiras de los obispos (el obispo John Magee mintió como el embustero que es al decir que había informado a las autoridades de todos los casos denunciados en la diócesis), el encubrimiento sistemático de la injusticia por parte de cardenales y obispos, y la complicidad directa del Vaticano en el encubrimiento. Es decir, la historia de siempre.

No es esto lo que irrita a los funcionarios del Vaticano –comenzando por el Papa, siguiendo por sus cardenales, y continuando por sus obispos, nuncios y secretarios–. La experiencia ha demostrado hasta la saciedad que las víctimas y sus sufrimientos les traen enteramente sin cuidado. Como hemos mostrado en la serie dedicada al caso Maciel, el propio Ratzinger es un consumado encubridor de pederastas. Mientras en público su cinismo les permite poner los ojos en blanco y presentarse como arrepentidos y azotes de pederastas, en privado se ríen de las víctimas, como se han reído de ellas a lo largo de la Historia.

Lo realmente novedoso en lo ocurrido, y lo que irrita a los más altos funcionarios de la Iglesia Católica, es que quienes desde siempre han sido sus cómplices y sus devotos fieles –los políticos, en este caso los irlandeses– se han atrevido ahora a decir la verdad sin pelos en la lengua. Esto es lo que ha hecho el primer ministro irlandés Enda Kenny (de un partido “demócrata-cristiano”, para más señas) al hablar con toda claridad de la responsabilidad directa del Vaticano, afirmando por ejemplo que “la violación y tortura de niños fue minimizada o gestionada de forma que se sostuviera la primacía de la institución, su poder, posición y reputación”.

Esto es lo que explica que, mientras que el Vaticano apenas reaccionó cuando el 13 de julio se publicó el informe, haya reaccionado llamando a consultas al nuncio tras las declaraciones del primer ministro (efectuadas una semana después). Lo que irrita a los funcionarios del Vaticano no es la revelación de los abusos –de cuya existencia y extensión saben, mejor que nadie, desde siempre–, ni es la revelación de las mentiras episcopales (estas forman parte del sistema), ni el encubrimiento sistemático de la injusticia por obispos y cardenales –la injusticia eclesiástica se dispensa desde siempre–, ni la revelación de su propio cinismo (del que ellos saben mejor que nadie).

Lo que irrita a los funcionarios del Vaticano es que aquellos personajes significados e influyentes, de quienes siempre esperan que les rindan pleitesía y les besen la mano (y no solo), les pierdan el temor reverencial y se atrevan a decir la verdad en público. Y que pueda cundir el ejemplo.

Pues entonces ya no es la prensa sin valores, o los cachorros de la Revolución Francesa, o los exaltados anticlericales, de los que siempre puede decirse (y siempre se dice) que ladran resentidos contra la Madre Iglesia. Ahora es el honorabilísimo, decente y cristiano Taoiseach irlandés el que se atreve a decir cortésmente que el Vaticano, con el Papa a la cabeza, es un pozo de mierda. Y el que se atreve a sugerir que a partir de ahora los privilegios -¡ah, los anhelados privilegios!– podrían no ser los mismos.

Desde luego, el Estado irlandés, como tantos otros, es corresponsable por haber privilegiado a la Iglesia en su momento (la seguirá privilegiando) e incluso por haberla exonerado de casi toda responsabilidad económica para compensar a las víctimas. De hecho, no sabemos si las tajantes declaraciones de Kenny responden a una genuina indignación moral o si tiene también algo que ver con ellas el comprensible enfado por el dinero que el Estado irlandés, en una situación de galopante crisis económica, va a tener que seguir desembolsando como indemnización a las víctimas. En efecto, el hecho de que, tras el acuerdo de 2002 entre el Ejecutivo de Dublín y la jerarquía católica, los obispos apenas tendrán que pagar un 10% de las indemnizaciones (por entonces se pensaba que la cosa sería relativamente barata). Con toda la podredumbre que sigue saliendo a flote en la Iglesia irlandesa (y si se han producido abusos a lo largo de la Historia y en los últimos años, seguirán produciéndose –no les quepa de ello la menor duda–), el pobre Estado irlandés va a tener que desembolsar muchos cientos de millones, miles de millones, de euros.

A todo esto, por supuesto, los cínicos eclesiásticos intentan disimular su irritación y piden “objetividad”. Piden "objetividad" los dirigentes de un Estado sin democracia ni separación de poderes, experto en la gestión de la arbitrariedad a lo largo de toda su historia. Piden “objetividad” los miembros de una corporación que pisotea la verdad y la justicia sin contemplaciones, y para la cual el abuso de poder es el aire que respira. Para desternillarse, vamos.

Pero no se preocupen, que la irritación pasará. El cínico, por definición, es capaz de digerirlo todo. El Vaticano, una institución integrada por profesionales del cinismo, soporta lo aparentemente insoportable. Y ya veremos si el asunto de Dublín no termina como el episodio de Canossa.


Hasta septiembre, feliz agosto y saludos cordiales de Fernando Bermejo
Volver arriba