Vida de Pablo según los Hechos de los apóstoles Pedro y Pablo

Nerón


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Pablo en los Hechos de los santos apóstoles Pedro y Pablo

Pablo en Roma

Cuando Llegó a Roma la noticia de que llegaba Pablo, el hermano de Pedro, los fieles la recibieron con alegría, pero los judíos quedaron desconcertados. Se dirigieron a Simón Mago para decirle que fuera al emperador para avisarle de que Pablo no solamente no había muerto, sino que había llegado a la ciudad. Simón les preguntó intrigado: “¿De quién era entonces la cabeza que enviaron al César desde Putéoli? Porque desde luego era la cabeza de un calvo” (c. 21). Como vimos, los sabuesos de Nerón confundieron al armador del barco con Pablo. Los dos eran calvos, por lo que decapitaron al armador pensando que era Pablo en persona.

El encuentro de Pablo con los judíos de Roma no resultó nada amistoso. Le exigían que se opusiera a Pedro, quien había adoptado una actitud totalmente contraria a la observancia de la ley de Moisés. Pablo era hebreo y de hebreos, de la secta de los fariseos. Tenían motivos para esperar de él que defendiera la trascendencia de la Ley. Era absurdo que estando circuncidado llegara con la etiqueta de Apóstol de los Gentiles. Pablo hizo una breve, pero contundente, apología de Pedro.

Entretanto se enteró Pedro de que Pablo había llegado a la ciudad. Y lleno de alegría, se dirigió inmediatamente a su encuentro. Ambos apóstoles se fundieron en un cariñoso abrazo y “se humedecieron mutualmente con sus lágrimas” (c. 24). Contaron el uno al otro sus éxitos y sus pesadumbres. Pedro hizo mención especial de los problemas que había tenido en sus debates con Simón Mago.

Enseguida se pusieron de manifiesto las disensiones entre los cristianos oriundos del judaísmo y los venidos de la gentilidad. La ocasión no podía ser más propicia. En Roma estaban los dos apóstoles encargados de proclamar el evangelio entre los unos y los otros. Por eso, defendieron cada uno de los grupos sus posiciones. Insistían los judíos en los datos y las exigencias de su cultura. Presumían de ser “estirpe elegida, sacerdocio real" y de ser descendientes de los patriarcas y alumnos de los profetas. Los oriundos de la gentilidad echaban en cara a los judíos su carácter de dura cerviz y las múltiples infidelidades con que respondieron a las bondades y privilegios que Dios concedió a su raza. Los que habían sido testigos de milagros excepcionales acabaron construyendo el becerro idolátrico. Pablo zanjó el debate recordando que Dios había cumplido sus promesas de que en la descendencia de Abrahán quedarían benditas todas las naciones de la tierra, porque en Dios no hay acepción de personas (c. 28).

La actuación de Pablo, experto en el trato con los judíos y los gentiles, logró apaciguar los ánimos de la cristiandad romana. Los jefes de los judíos abordaron a Pedro con el pretexto de que suprimía las sinagogas. Pedro respondió con una alocución larga y bien trabada, con la que logró convertir a muchos del pueblo. Las mismas mujeres de Nerón y del prefecto creyeron en la enseñanza de Pedro hasta el punto de separarse de sus maridos. Pablo, por su parte, habló de la milicia de los que siguen a Cristo de forma que “haciéndose cristianos, no querían volver ya ni al ejército ni al palacio" (c. 31).

Debate de Simón Mago con Pedro y Pablo ante Nerón

Ante estos acontecimientos, se levantó Simón Mago, empeñado en anular la doctrina de Pedro, a quien acusó de mago y falsario delante de Nerón. Aunque Simón ponía todo el énfasis de sus acusaciones en la persona de Pedro, concluyó ante el emperador diciendo: "Si no expulsas de aquí a estos hombres, tu reino no podrá mantenerse en pie" (c. 36). Nerón convocó a los tres contendientes para conocer la situación. Simón parecía tener una gran confianza con Nerón y hacía de presentador e informador sobre Pedro y Pablo. Mostró interés en comprender las alusiones al Nazareno y a Cristo para conocer el contexto de sus discípulos. Durante los capítulos 43-49, Pablo parecía haber desaparecido del debate. Pedro era el interlocutor preferido, detalle coherente con lo que sabemos de la relación entre Pedro y el Mago. Fue Pedro el que tuvo que interpretar la supuesta carta de Pilato al emperador Claudio, en la que hacía una defensa decidida de la inocencia de Jesús en su pasión y muerte.

A partir del capítulo 50 del apócrifo, vuelve Pablo a responder a la requisitoria de Nerón, que le pregunta sobre su punto de vista sobre el debate que mantienen Pedro y Simón. El Mago presume de poder demostrar que es Dios y promete ante Nerón que si es decapitado, resucitará al tercer día. Pero consigue con sus artes mágicas que sea decapitado un cabrito. Pablo, interpelado por Nerón, hace una larga exposición de la historia bíblica, mezclada con su misión personal, (cc. 55-59) para terminar en la venida de Jesús a la tierra a predicar un mensaje de paz y amor. Pero si el emperador confía en Simón, provocará la ruina de su imperio.

El alegato de Pablo impresionó a Nerón, que pidió a Pedro su opinión sobre las palabras de su compañero. La larga defensa pronunciada por Pedro puede resumirse en la primera frase de su alocución: " Todo lo que Pablo ha hablado es verdad" (c. 60,1). Continúa luego exponiendo las noticias de sus viajes apostólicos y las positivas referencias de las comunidades por él adoctrinadas. Recordó que antes de su actitud actual, había perseguido a la iglesia no por odio sino por ignorancia. Pero una voz llegó del cielo que lo trajo al buen camino y lo convirtió de perseguidor en apóstol.

Simón Mago persistió en su actitud fatua y en sus amenazas. Prometía demostrar al emperador que ante sus obras acabarían vencidos. El debate se amplió con una sucesión de presunciones y amenazas de parte de Simón, a las que ahora los dos apóstoles Pedro y Pablo se alternan en sus réplicas. Cuando Pedro hizo una revisión de toda la vida ministerial de su compañero, Nerón compulsó su criterio, a lo que Pablo respondió: "Todo cuanto has oído decir a Pedro, considéralo como dicho por mí, pues tenemos un mismo pensamiento, ya que tenemos a un único Señor, Jesucristo" (c. 62,1). Era una de las reiteradas ideas del autor, la identidad de posturas doctrinales de los dos apóstoles. Pedro y Pablo manifestaban una posición idéntica en palabras y doctrina.

Una alusión de Simón al carácter de circuncisos de los apóstoles tuvo la respuesta ad hominem de los apóstoles que dejaron de manifiesto que Simón también estaba circuncidado. El dato dejó de momento descolocado a Nerón. A la acusación de Simón de que Pedro y Pablo se habían puesto de acuerdo para perderle, Nerón echó en cara a Simón que era enemigo no solamente de los dos apóstoles, sino de su maestro. Simón afirmó solemnemente que Pablo no era discípulo de Cristo. Pablo respondió que lo había sido por revelación personal. Pero volvió al tema de la circuncisión preguntando a Simón por qué se había circuncidado, pregunta que trataba Simón de soslayar. Respondió, no obstante, que las circunstancias históricas habían cambiado. En el pasado Dios pedía que los hombres se circuncidaran, pero en la actualidad ya no lo exigía.

El debate entre Nerón y los tres contendientes se iba deslizando por cuestiones marginales. El emperador era consciente de una situación, en la que no veía salida airosa en ningún sentido. Confesó sin pudor: "No acierto a saber a quién he de creer" (c. 68). La discusión había llegado a su punto álgido. Pedro pretendió zanjar el tema diciendo que ellos predicaban a un solo Dios, Padre de Cristo, creador de cielo y tierra. Ese Dios era el verdadero rey del universo. Cuando Nerón preguntó por la identidad de ese rey, Pablo respondió que era el Señor y Salvador del mundo. Pero Simón, en el colmo de su osadía, proclamó que él era tal Señor y Salvador.

Busto de Nerón de la Gliptoteca de Munich

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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