El análisis de la teología de los seguidores inmediatos de Jesús –comunidad primitiva de Jerusalén- es otro modo de acceder indirectamente al Jesús histórico (I) (192-12)

Hoy escribe Antonio Piñero



Continuamos con la reconstrucción de la figura y misión de Jesús según G, Puente Ojea.


Antes de exponer sucintamente los rasgos característicos de la figura y misión de Jesús según GPO, conviene detenerse un instante en el análisis del pensamiento sobre el Nazareno de sus más inmediatos seguidores reunidos en Jerusalén tras su muerte, porque nos ayudará a enmarcar y comprender la figura de Jesús.

Por esta razón parece razonable hacerlo, aunque las fuentes sean escasas y a veces muy oscuras. Éstas son fundamentalmente escenas, sumarios, alusiones y detalles del Nuevo Testamento, especialmente de los Hechos, algunas indicaciones de Pablo en sus cartas auténticas y las Homilías Pseudoclementinas, junto con otras sucintas noticias entre los restos de evangelios judeocristianos.

No cabe duda de que para reconstruir el pensamiento del Jesús histórico tiene valor metodológico (en una marcha hacia atrás desde el pensamiento de los discípulos hacia el del Maestro), aunque indirecta y referencial, las actitudes e ideas de aquellos que convivieron con Jesús durante mucho tiempo frente a las visiones de un discípulo tardío y lejano, procedente de un ambiente ideológico muy diverso al del Nazareno, y del que algunos dudan que conociese si quiera a Jesús, como fue Pablo de Tarso.

A partir de datos irrefutables del Apóstol, sabemos que la comunidad jerusalemita enseñaba un “evangelio diferente” y presentaba a otro Jesús. Así lo dice Pablo en Gálatas 1,6-12:


“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio: 7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban, y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo os predicare otro evangelio del que os hemos predicado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, así ahora digo otra vez: Si alguno os predicare otro evangelio del que habéis recibido, sea anatema. 10 Qué, ¿persuado yo ahora a los hombres, o a Dios? ¿Acaso busco agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. 11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio predicado por mí, no es según hombre; 12 pues yo ni lo recibí de hombre, ni tampoco me fue enseñado, sino por revelación de Jesucristo”.


Era radicalmente un evangelio de la circuncisión el de la comunidad de Jerusalén frente al paulino de la incircuncisión. La proclamación paulina de Jesús chocaba directamente contra la mentalidad de éste, puesto que anunciaba –entre otras cosas de no menor importancia- la carencia de valor salvífico de la ley mosaica, y hacía del anunciador del reino de Dios un objeto de proclamación en sí: el Nazareno “pasaba de proclamador a proclamado” con lo que cambiaba sustancialmente su naturaleza.

Los rasgos fundamentales del pensamiento del judeocristianismo jerusalemita acerca de Jesús son los siguientes, según G.P.O:


• En primer lugar, la solución del problema teológico de la muerte del “mesías verdadero”.

El inesperado suplicio en la cruz de Jesús había sido el obstáculo principal para la continuación de un discipulado basado en su memoria, pues había provocado la huida de los discípulos.

Sin embargo, posteriormente, la creencia firme en que Jesús había sido resucitado por Dios comenzó a arreglar las cosas. Por medio del recurso a una nueva exégesis de pasajes de la Escritura, que se interpretaron radicalmente de nuevo en la creencia de que se referían proféticamente a Jesús, llegaron los discípulos reunidos en Jerusalén a la solución de que la muerte en cruz se inscribía en un misterioso designio divino que exigía el sufrimiento del Justo.


Así, según Hch 1,12-15:

“12 Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén camino de un sábado. 13 Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo/Santiago, y Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo/Santiago hijo de Alfeo, y Simón Celota, y Judas hermano de Jacobo/Santiago. 14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. 15 Y en aquellos días Pedro se levantó en medio de los discípulos (el número de las personas allí reunidas, era como de ciento veinte)….”



Contrariamente a Pablo, no creían los judeocristianos jerusalemitas que esa muerte del Maestro fuera un sacrificio universal y vicario de expiación de los pecados de la humanidad toda, entre otras razones porque los pecados se expiaban continua y fácilmente en el judaísmo sin necesidad de que la divinidad sacrificara a su hijo.

Además, el supplicium servile (el suplicio o condena a muerte propia de los siervos), la muerte en cruz, pudo llegar a ser para ellos incluso un título honroso, pues Jesús había muerto como mártir de Israel a manos de los ocupantes romanos.


Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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