Vida del apóstol santo Tomás, el Mellizo, en la literatura apócrifa

Tomás Grec


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Vida del apóstol Santo Tomás en la literatura apócrifa

Introducción

El quinto de los primitivos Hechos Apócrifos, de principios ya del siglo III, es el del apóstol Santo Tomás, llamado con cierta insistencia Dídimo, es decir, Mellizo. La identidad del personaje protagonista de estos Hechos no ofrece la menor duda en la historia de los apóstoles de Jesús. Es sencillamente el Tomás de las listas. Llama, sin embargo, la atención el detalle de que el evangelio de Juan lo identifique como el Mellizo. Porque cabe la lógica pregunta: ¿El mellizo de quién?

Sus Hechos Apócrifos ofrecen una pista para resolver el eventual interrogante. A lo largo de la narración el protagonista parece denominado de tres formas: Tomás, Judas y Judas Tomás. Lo más probable es que el nombre ordinario fuera el de Judas. Pero siendo Judas un nombre muy usado, que podía coincidir con el de otros compañeros, era habitual añadir un apodo preciso para distinguir a los homónimos. Es lo que debió de suceder en el caso de Judas Tomás, con tanta mayor razón cuanto que Tomás significa en arameo “mellizo”. Que luego los autores de su tradición literaria le buscaran un hermano, es fácilmente comprensible. Es lo que hace el autor de sus Hechos Apócrifos cuando sugiere que podría tratarse del Mellizo del Señor.

El autor de los Hechos Apócrifos de Tomás (HchTom) deja claro que su protagonista es el apóstol Tomás, el discípulo racionalista, poco dispuesto a aceptar la resurrección de Jesús si no lograba obtener una comprobación empírica. La exclamación de Tomás ante los reproches del resucitado aparece en tres pasajes diferentes de los HchTom. Parecía la forma obvia para dirigirse a Jesús en oración: “¡Señor mío y Dios mío!” (10, 1; 144, 2; 167, 2). Es, pues, el Tomás de los textos bíblicos, el Mellizo del Señor, el Judas Tomás de Jn 21 en los códices sys y syc, el “Judas Tomás el Mellizo” de los HchTom 1, 1. La denominación del Apóstol protagonista tiene tres formas en los HchTom: 1) Judas, un 47% de las menciones. Notamos que en la fórmula del contrato de venta, firmado por Jesús, el siervo objeto de la venta aparece como Judas (2, 2.3). El resto de los usos se produce a partir del Hecho X (117).- 2) Tomás, un 30, 6% de las veces, dispersas por toda la obra.- 3) Judas Tomás, un 16% de casos.

El evangelio de Juan recoge dos sucesos que definen una personalidad decidida, generosa, sincera y un tanto racionalista. Cuando las hermanas de Lázaro comunican a Jesús la noticia de la muerte de su hermano, ante las reticencias de sus condiscípulos, “Tomás, el llamado Mellizo, exclamó: «Vayamos también nosotros y muramos con él»” (Jn 11, 16). Es el mismo apóstol que, reprendido por Jesús resucitado por su incredulidad, prorrumpió en la famosa confesión: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 24). Tomás fue también el que interpeló a Jesús la tarde de la Última Cena cuando el Maestro les decía: “Para donde voy ya conocéis el camino”. Tomás, en un arranque de sinceridad, replicó: “Señor, si no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 4-5). Este Tomás, llamado Mellizo era uno de los discípulos a quienes se apareció el resucitado en las orillas del lago de Tiberíades (Jn 21, 2). Entre los mencionados, aparece Tomás en el segundo lugar, después de Simón Pedro.

En uno de los Apócrifos Asuncionistas, el Tránsito de la bienaventurada Virgen María, obra atribuida a José de Arimatea, se refiere un episodio protagonizado por Tomás. Los apóstoles habían llegado transportados en sendas nubes para acompañar a María en su Tránsito. Una vez más llegó tarde Tomás, pero pudo ver el cuerpo de la Virgen cuando era llevado al cielo. Más aún, recibió de la Señora el cinturón con el que la habían ceñido los apóstoles. Tomás quiso saber dónde habían depositado el cuerpo de María. Los apóstoles le señalaron el sepulcro. Y cuando replicó que allí no estaba, Pedro le reprochó su incredulidad por la que Dios le había privado de estar presente al Tránsito de la Virgen. Pero al constatar que el sepulcro estaba vacío y que la Señora había premiado a Tomás con el regalo de su cinturón, le pidieron disculpas por su actitud (Narración del Pseudo José de Arimatea, 17-21).

Los HchTom presentan la particularidad de haberse conservado en su integridad. Recogen, por ejemplo, la escena inicial del sorteo de las tierras de misión entre los apóstoles, que, en opinión de A. Lipsius, debía de ser un detalle obligado en todos los Hechos. Es además el más largo con mucho de los cinco primitivos. Sorprende el interés de la comunidad cristiana por Tomás. Su predicamento tenía que ser grande para suscitar una atención tan señalada. En varias escenas de los evangelios, Tomás actúa con destacado protagonismo. Un protagonismo patente en ciertos pasajes de sus Hechos, donde es presentado como “iniciado en las palabras de Cristo, de quien recibió los discursos secretos” (HchTom 39, 1). La idea aparece también en boca de Tomás, que presume de haber recibido de Jesús la revelación de multitud de misterios, “que me apartaste de todos mis compañeros y me dijiste tres frases” (HchTom 47, 1). Estas misteriosas afirmaciones tienen su eco en el logion 13 del evangelio gnóstico de Tomás: “Jesús llevó consigo a Tomás y le dijo tres palabras”.

Santo Tomás (El Greco)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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