“Lo que yo creo”, de Hans Küng (404)

Küng - Lo que yo creo - copia


Hoy escribe Antonio Piñero


Hace tiempo que tengo en mis anaqueles este libro, y confieso que de ido dejando “para más adelante” su comentario, ya que parecía a priori poco pertinente discutir de creencias. Creo que me he equivocado y que este libro es mucho más interesante de lo que opinaba. Así que rectifico mi propia impresión

H. Kúng es conocidísimo entre los lectores de este Blog. Entre los que hay algunos, a juzgar por los comentarios que me llegan, para quienes es un verdadero oráculo. Lo comprendo perfectamente porque Küng es un pensador profundo y original, y ha planteado los fundamentos de su fe y las derivaciones de ella como pocos. Con sinceridad y nobleza, no exenta de cierta suave ironía a veces.

Diría, sin embargo, que si se toman los libros fundamentales de Küng que afectan más directamente a la materia de este Blog, El judaísmo. Pasado presente y futuro; El cristianismo, esencia e historia y Ser cristiano (los tres publicados por Trotta en castellano) estoy convencido de que se podría discutir muchas de sus afirmaciones exegéticas básicas y fundamentales. Pero el conjunto es en verdad refrescante.

La breve ficha del libro es el siguiente: 254 pp. ISBN: 978-84-9879-185-3. Traducción de José Manuel Lozano-Gotor (buena; se nota aun sin tener el texto alemán delante).

Una pequeña observación al respecto: El traductor debe esmerarse en leer en alta voz su traducción porque es a veces el único modo de caer en la cuenta de lo que no es español. Pongo un ejemplo del principio del libro. El capítulo 1 comienza con una cita de un psicólogo. Reproducido el texto en cursiva, viene luego el nombre del autor y la obra de donde se ha tomado. Reproduce así el traductor el nombre del autor de la cita con una frase aclaratoria de quién es:

“El psicólogo germano-estadounidense Erik H. Erikson, el más destacado representante de la psicología de la adolescencia”

y sigue el título de la obra de donde se toma la cita Yo creo que este modo de aducir el nombre del autor no es castellano. Toda la frase tiene un sabor extranjerizante. Pienso que algo escrito aquí, en buen castellano, sonaría algo así como:

“Erik H. Erikson, psicólogo germano-estadounidense (¡Bien! Menos mal no ha escrito “americano”, como si fueran los estadounidenses los único en serlo), el representante más destacado de la psicología de la adolescencia”.

Esto es español puro. Son pequeños detalles, pero que otorgan carta de naturaleza española a una traducción. Sigo con el comentario.Y esos pequeños detalles se perfeccionan leyendo en alta voz la traducción. Sigo ahora con mi comentario

Como H. Küng nació en 1928 (en Sursee, Suiza) tiene ahora 83 años, una excelente atalaya para contemplar la vida, y una experiencia tremenda y desgraciada de acoso intelectual (¡ya en 1979 el Vaticano le retiró la “venia docendi”, el permiso para enseñar teología católica), unida a una corte de aduladores. El conjunto, pienso, le ha hecho aguzar el ingenio. Y, además, no se ha dormido en los laureles y ha seguido trabajando intensamente, a pesar de innúmeros viajes, conferencias, congresos, etc. La lista de sus publicaciones es impresionante.

En numerosas ocasiones se ha formulado a H. Küng la siguiente pregunta: “Con toda sinceridad, señor Küng, en qué cree Usted de verdad?”. Pues la respuesta está aquí, aunque no de una manera lisa y llana (el libro tendría muchas menos páginas, sino aprovechando para –-a propósito de la expresión de sus creencias íntimas— hacer un resumen de su pensamiento histórico-sociológico. Por tanto, esta obra está elaborada a partir de su experiencia vital, de sus convicciones más íntensas, pero también desde un constructum intelectual elaborado a partir de una fe cristiana, sin duda muy crítica.

En este libro, el lector apresurado puede encontrar, pues, un resumen de la teología del viejo profesor, que ha transformado de manera profunda el pensamiento teológico del catolicismo. Intelectualmente creo que ha influido mucho más –aunque ciertamente en círculos más pequeños, intelectuales, que a la larga moldean el pensamiento de las masas-- que su antiguo colega de Facultad Josef Ratzinger.

En este libro se dejan de lado los tecnicismos teológicos para ir al núcleo de un pensamiento que abarca todos los aspectos y cuestiones fundamentales que puede plantearse hoy un cristiano responsable. También ayudan, y mucho, su reflexiones y propuestas a quienes son, o somos, cristianos culturales, pero no participamos en la creencia del edificio dogmático y de la cosmovisión que subyace a las creencias del autor del libro.

Personalmente --aparte de los capítulos en los que se explaya cristianamente sobre la alegría de vivir, la confianza fundamental en la vida, y sobre la ética y el humanismo como bases que le han impulsado a escudriñar la verdad cristiana— lo que más me ha interesado son los apartados, o capítulos dedicados a “el sentido de la vida”; el fundamento de la vida: ¿Tiene futuro la fe en Dios? ¿Podemos rastrear ciertas huellas de la Trascendencia? ¿Es el Dios en el que se cree personal o no personal?, “la consumación final”, es decir las preguntas eternas y acuciantes de la religión de todos los tiempos.

Del resto de la obra –modelos de vida según las diversas religiones contrapuestas al modelo cristiano ; el arte de vivir en el amor, en la educación, en la búsqueda de la paz por medio de la cesión de lo que creemos derechos propios— quizás sea, para mí al menos, lo más interesante la exposición en el último capítulo de una “visión de la vida” inspirada por el cristianismo, es decir, una serie de propuestas que ayudan a moldear la vida.

En conjunto es un libro muy reconfortante, irénico, que me confirma en ideas previas de cómo la dogmática estricta del cristianismo, como edificio dogmático inamovible, según algunos, se va haciendo cada vez más relativista, y cómo queda finalmente tras esa relativización un humanismo cristiano, que conduce a una concepción general que desea un mundo que pueda sostenerse, una visión de la vida en la que prima el humanismo, alejada de la economía cruel del puro mercado, que espera la paz entre las religiones y la unidad futura de las iglesia sobre una base común, e incluso --políticamente-- la hermandad de la humanidad en una comunidad de naciones.

Muy al final de su libro (pp. 240-241) Sintetiza parte de su futura visión del mundo: un conjunto ecuménico y abarcador de deseos y perspectivas sobre nuestra tierra donde las religiones podrían asumir su responsabilidad moral desde un planteamiento totalmente nuevo. Una lucha por “la paz y en consecuencia por la pacificación exterior de la tierra; una lucha por la justicia, y en consecuencia, por la eliminación de las estructuras sociales, políticas y económicas injustas, y (una lucha) por la conservación de la creación y, en consecuencia, por la habitabilidad de la tierra en el marco de un medio ambiente digno de ser vivido”.

¿Quién podría oponerse a estos propósitos? Sin duda, el libro de Kúng es un alegato en pro de la esperanza. A mí personalmente, me ayuda, un tanto sólo, es verdad, a suavizar mi pesimismo existencial.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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