Vida del apóstol Tomas según sus Hechos Apócrifos

Palace


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hecho II (cc. 17-29): Tomás y el rey Gundafor

El palacio celeste

Cuando llegó Tomás a la India, su comprador Abán se presentó ante el rey Gundafor. El rey se alegró al saber que podía disponer de un artesano para la construcción de su palacio. Así se lo expresó el mismo Tomás respondiendo a su requerimiento. Salieron de la ciudad hasta llegar al lugar donde el rey proyectaba edificar su palacio. En opinión de Tomás, era un lugar idóneo, rico en bosques y en agua. No había, pues, otra cosa que hacer sino empezar la obra.

El rey quiso conocer algunos detalles de la edificación. Tomás le habló de colocar las puertas mirando hacia oriente; las ventanas irían hacia occidente de cara a los vientos; la tahona, hacia el sur; y el acueducto para el servicio del agua, al norte. Agradó el plan al rey, que entregó a Tomás gran cantidad de dinero y se marchó.

El rey enviaba cada cierto tiempo dinero y todo lo necesario para la manutención de Tomás y de sus trabajadores. El apóstol aceptaba todo y lo gastaba en socorrer con limosnas a los pobres y afligidos. Pasado un tiempo, envió el rey a un mensajero para informarse sobre la marcha de las obras. Tomás respondió que el palacio estaba terminado y que solamente faltaba el techo. El rey envió más dinero, que el apóstol gastaba en socorrer a los necesitados.

Cuando se decidió el rey a presentarse en la ciudad para ver el palacio, interrogó a sus amigos sobre el particular. No hubo disparidad de opiniones. Todos estuvieron de acuerdo en afirmar que el apóstol no había construido ningún palacio, sino que gastaba lo que recibía en dar limosnas a los menesterosos. Curaba enfermos, expulsaba demonios y hacía muchas maravillas. Por todo, era considerado como un mago. Pero muchos veían en él a un hombre de Dios, sacrificado y generoso. Ayunaba continuamente, comía pan con sal únicamente y bebía solamente agua.

Tomás afirmaba que había edificado el palacio. El rey quería verlo, pero Tomás le aseguraba que no podía verlo ahora, sino cuando saliera de esta vida. En el colmo de su indignación, ordenó el rey encadenar a Tomás y al mercader y encerrarlos en la cárcel hasta que se supiera el destino de los bienes reales que habían recibido. Luego, acabaría con ellos. Mientras el rey andaba pensando con qué muerte los castigaría, Tomás consolaba al mercader prometiéndole la salvación. Cuando ya había decidido el rey quemar a los culpables después de haberlos despellejado vivos, cayó enfermo Gad, el hermano del rey. Explicó a su hermano que se moría a causa de los disgustos que le causaba el mago extranjero. Suplicaba a su hermano que castigara duramente al mago, pues de lo contrario no encontraría descanso en el Hades.

Murió entonces Gad con gran disgusto de su hermano el rey Gundafor que lo amaba muchísimo. Los ángeles tomaron el alma de Gad y lo llevaron al cielo. Le preguntaron dónde prefería habitar. Cuando se acercaron al palacio que había edificado Tomás, dijo Gad que se sentiría feliz habitando en una de las estancias más humildes de aquel palacio. Los ángeles le respondieron que no podía habitar en aquel palacio, porque era propiedad del rey, su hermano. Rogó entonces a los ángeles que le permitieran ir al lugar donde estaba su hermano para comprarle aquel palacio.

Estaban amortajando el cadáver de Gad, cuando su alma volvió a su cuerpo. Pidió a los presentes que lo llevaran a presencia de su hermano para hacerle una petición. El rey saltó de gozo cuando oyó que su hermano quería verlo y pedirle una gracia. Cuando el rey le preguntó qué es lo que pretendía, Gad le pidió sencillamente que le vendiera el palacio que tenía en los cielos. El que le había edificado el artesano hebreo a quien había querido castigar, el mismo por el que él había muerto de tristeza y por quien había resucitado.

Conversión y bautismo del rey Gundafor

El rey comprendió todo lo sucedido y el sentido de los bienes eternos de que hablaba el artesano hebreo. No quería vender su palacio, sino que animaba a su hermano para que encargara a Tomás un palacio mejor. Enseguida, hizo salir de la cárcel a Tomás y al mercader, a quienes pidió perdón por el mal que había programado contra ellos. Expresaba, además, su deseo de servir al mismo Dios que Tomás predicaba. Gad le pedía la misma gracia para poder ser digno de las maravillas que los ángeles le habían revelado.

El resultado de todo el episodio fue la conversión del rey Gundafor y de su hermano Gad, quienes pidieron y obtuvieron el sello del bautismo, tras el cual participaron en la fracción del pan eucarístico. Como era lógico, muchos ciudadanos abrazaron la fe y “se acercaron al refugio del Salvador” (c. 27,4). Entretanto, el apóstol no cesaba de predicar insistiendo en que debían abstenerse de los tres vicios capitales que son el resumen de toda maldad, es decir, de la lujuria, la avaricia y el servicio del vientre. Todo dentro del contexto de la Providencia y de la esperanza en las promesas. Es preciso abandonar las tinieblas para ser recibidos en la luz. Después de un reparto de alimentos entre los fieles, todo terminó en una imposición de manos y en el reparto del pan eucarístico. Tomás lo administró diciendo: “Esta eucaristía será para vosotros como misericordia y piedad” (c. 29,3).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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