Andrés Torres Queiruga y su “Repensar el mal” (406-02)

Torres Queiruga Repensar el mal


Hoy escribe Antonio Piñero


¿Qué pensar de la argumentación de Torres Queiruga, una vez resumido muy sintéticamente su pensamiento en el libro que comentamos?

Mi opinión es que yo haría a cada una de sus propuestas alguna apostilla seria, aunque no sé si el conjunto de ellas sería una respuesta contundente a su extenso razonamiento, o bien una réplica más bien superficial, en los límites de lo que es una reseña de un Blog. El lector, de todos modos, opinará por su cuenta.

Opino, en primer lugar, que el dilema de Epicuro es inevitable. Y que plantearlo hoy con toda crudeza no es caer presa del "prejuicio" como, me parece, que concluye Torres contra Kant. El dilema, utilizado por Hume y Kant, buenos razonadores, va en una línea que debería sostener también Torres Queiruga. Defiende

A) por un lado la autonomía del pensamiento humano dentro de su ámbito, el de la existencia del ser humanoen este universo. El hombre puede ser heterónomo, ni en raciocinio, ni en ética

No en el raciocinio, porque en ese caso aceptaríamos los “misterios” de la fe, puesto que "creer es aceptar lo que no vemos/comprendemos". Con ello atribuimos al Creador la maldad de habernos dado un único instrumento de conocimiento y luego exigirnos que para nuestro negocio principal, la salvación, renunciemos a él,

Ni en la ética, porque entonces el ser humano obraría moralmente acatando leyes impuestas desde fuera, desde la potencia de un “otro” (griego héteros). Eso sería ser heterónomo (héteros + nómos = "ley"), esclavo en el fondo, lo cual es incompatible con la dignidad humana. Y

B) que el pensamiento humano no está constituido para pensar lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, y que llega un momento en el que se ve obligado –en contra del principio de contradicción- a aceptar una cosa y la contraria.

Esto va en la mismísima línea de raciocinio de las aporías de Zenón de Elea, quien sostiene que “Si se admite que existe la multiplicidad, algo que es mucho, se verá ineludiblemente que esta multiplicidad ha de ser, simultáneamente, infinitamente pequeña e infinitamente grande”. Así Zenón de Elea sostenía la proposición de que Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga si ésta empezara la carrera con una pequeña ventaja , ni la flecha, su objetivo, etc. (Consúltese, por favor, una historia de la filosofía griega, aunque sea elemental, para entender esta propuesta)

Por tanto, el pensamiento humano no puede por sí mismo pensar la idea de Dios, ya que ésta sería infinitamente grande, se la imaginaría ineludiblemente como múltiple y caería en la contradicción arriba expuesta. Es decir su imagen de Dios tendría la multiplicidad de todas las cualidades humanas, algunas de las cuales son contradictorias entre sí. No se puede ser infinitamente misericordioso e infinitamente justo a la vez. Esta imagen de Dios, bien examinada, sería contradictoria. En mi opinión estos raciocinios basados en el pensamiento de Zenón, tan antiguos, siguen plenamente vigentes para muchos.

Segundo: afirma Torres que el resultado ineludible de la “ponerología” (véase la postal del día anterior) es el raciocinio siguiente: se vea por donde se vea, la creación de un universo material, finito, implica por su misma definición su finitud, es decir la existencia en ese mundo del mal. Ni Dios con su omnipotencia podría haberlo creado de otro modo porque iría contra el principio de contradicción. Luego si lo creó, es porque estimó que en el balance de resultados el bien supera el mal y “mereció la pena”.

Personalmente no me convence en este resultado más que la primera parte: un mundo finito necesariamente lleva el mal en su seno. Pero, para mí y espero que para muchos, la conclusión lógica sería: ¡Mejor no haber creado el universo! Basta considerar el dolor, imposible de expresar, de una madre que pierde irremisiblemente un hijo queridísimo para que esa creación no compense. La existencia de tal Dios creador implica que tendría las cualidades excelsas de una persona. Ahora bien si fuera persona en grado excelso, estallaría ante la contemplación de la magnitud del dolor humano.

Tampoco me convence el que la respuesta a los resultados inevitables de la “ponerología haya de ser una “suerte de fe”, una “fe” que puede ser doble: o bien la “náusea” sartriana ante lo absurdo de la existencia, o bien la esperanza religiosa.

Replico: la “nausea sartriana” es una afirmación negativa, es la aceptación más o menos resignada de una falta total de explicación del mal en el mundo; es afirmar que no hay solución al problema del mal. Pues bien, toda afirmación negativa no necesita demostrarse. Sólo necesita demostrase la afirmación positiva, a saber, la existencia de una esperanza religiosa que explique de verdad la necesidad y obligatoriedad de la existencia del mal. Y en mi opinión la justificación positiva e histórica de tal “esperanza religiosa” es imposible.

Seguiremos en la próxima nota, porque el tema planteado por Torres Queiruga es vital.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Volver arriba