Herodes Antipas, ese zorro

Hoy escribe Fernando Bermejo

Que las relaciones de Jesús de Nazaret con las autoridades políticas de las regiones que frecuentó no fueron precisamente buenas es cosa bien sabida. Si el prefecto romano lo hizo crucificar (con lo que parecen haber sido, desde el punto de vista de Roma, sobradas razones), el tetrarca de Galilea y Perea, Herodes Antipas, no parece haber tenido en alta estima al predicador galileo. Lo contrario es igualmente cierto: de las narraciones sinópticas se deduce que Jesús temió a Antipas y que –lejos de enfrentársele– huyó de él. Aunque este aspecto es a menudo oscurecido en los textos (los evangelistas no parecen haber sido proclives a decir claramente que su admirado héroe emprendió la huida), eso es lo que se deduce de ellos, como han reconocido diversos estudiosos.

De hecho, en un pasaje interesante del Evangelio de Lucas en que se afirma que algunos fariseos advierten a Jesús de que Herodes anda buscándolo y no precisamente para invitarlo a alguna fiesta, sino para quitárselo del medio, el galileo lo calificó de “zorro” (alópex en Lc 13, 31).

De las fuentes contemporáneas, pueden derivarse dos connotaciones del término “zorro”. Por una parte, el término connota insignificancia e inferioridad en término de poder directo (a menudo, presentado en contraste con el león). A esta luz, algunos estudiosos leen el pasaje como una ridiculización de Antipas, que no tendría el poder o la habilidad de intervenir en la vida de Jesús, quien actuará según sus propios planes hasta alcanzar su destino final, Jerusalén (cf. Lc 13, 32-33).

Por otra parte, sin embargo, “zorro” designa también la inteligencia o la astucia que hace de este un animal destructivo, temido por su astucia y su capacidad para burlar a otros animales, además de por su codicia. En este sentido, Jesús estaría refiriéndose a la peligrosidad de Antipas, que no en vano había eliminado al individuo tan extraordinariamente admirado por aquel, Juan Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer, el profeta de Dios.

En todo caso, lo que queda claro es que Antipas a Jesús no le caía especialmente bien (en Mc 8, 15 Jesús previene también a sus discípulos de la “levadura de Herodes”). Que sepamos, nunca se tomó la molestia de ir a anunciarle la llegada inminente del Reino de Dios. No parece que el animoso predicador considerase a su señor terreno capaz de teshuvá, metánoia ni nada remotamente parecido.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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