"Otra teología es posible" (413)

Tamayo, J. J., Otra teología es posible

Hoy escribe Antonio Piñero


He leído esta semana otro volumen de mi amigo J. J. Tamayo, autor prolífico, con más de cincuenta libros en su fecunda vida, buen conocedor de la filosofía y teología (es doctor en ambas disciplinas) y director de la cátedra de “Teología y ciencias de las religiones” de la Universidad Carlos III de Madrid.

Se me ha acusado algunas veces de no saber teología y de no leer teología. Mis críticos tienen razón en que soy poco o nada competente en este campo. Creo que en parte esta crítica ha sido una de las razones por las que me he sumergido en este libro, que me ha parecido muy interesante. Opino que es legítimo que dé mi opinión sobre él como lector, no como experto en el tema. Ante todo he aquí su ficha:

Juan José Tamayo, Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo. Editorial Herder, Barcelona, 2011. ISBN: 978-84- 254-2788-6, 406 pp.

Lo primero que admira a un profano es que haya tanto que decir sobre el tema, y además bien escrito y reflexionado. Segundo, que leyendo los periódicos, se cae en la cuenta rápidamente de que los temas abordados en este volumen, religiones, espiritualidad, ética y política están de actualidad; al menos tres de ellos. Veo que Tamayo intenta replantear y reformular muy a fondo los núcleos fundamentales de las religiones, en especial el del cristianismo, teniendo en cuenta el sentido, el respeto por lo numinoso y la interculturalidad, que se impone como un factum en un mundo de grandes movilidades de gentes: los siglos XX y XXI son las épocas de mayores movimientos de pueblos de la historia. Los cambios de masas de población, práctica por ejemplo de los asirios hace casi tres mil años, es nada en comparación con lo que ocurre hoy.

El primer tema abordado, muy en serio, es el de las “religiones en el mundo contemporáneo”. Aquí destacaría el estudio de dos fenómeno en sí contradictorios: el retorno de las religiones contra todo pronóstico y la secularización. Temas que considero también importantes: la generación de violencia por parte de las religiones y a la vez su intento de ser fuerzas liberadoras de la angustia de vivir; su actitud intolerante y su vertiente de predisposición al diálogo.

Aborda el capítulo II la “guerra y paz entre las religiones”: el problema radica en que la violencia está legitimada por no pocos textos sagrados; naturalmente existe también la utopía de la paz perpetua: ¿cómo hacer para que gane esta última? Tamayo aboga claramente en el capítulo III “Diálogo de civilizaciones y religión”, como Hans Küng, por el diálogo entre las religiones que --opina-- será ciertamente un antídoto al más que probable “choque de las civilizaciones".

El capítulo IV, “Teología para otro mundo posible” y el V: “Interculturalidad y teología” abordan el tema de que la teología está adquiriendo por fin la conciencia de que es un saber parcial (Tamayo dice “de que no sabe todo sobre Dios”; yo creo que diría que debe ser consciente de que “no sabe ni puede saber casi nada de Dios”), y que por tanto debe ponerse en diálogo con otros saberes como la historia de las religiones, la filosofía y fenomenología de la religión, antropología y sociología de la religión, etc. para intentar iluminar un poco más su tema de estudio.

La teología escolástica se movía en al ámbito de la “razón pura”; la nueva ciencia de la religión debe saber que su terreno es el de la “razón práctica”, que se construye a sabiendas de sus limitaciones, que todo es “como si”, que la religión se reconstruye a través de los procesos históricos. Por ello, postula Tamayo que debe reformular sus contenidos fundamentales en los nuevos contextos sociales e histórico.

Un tema importante, que me afecta personalmente como traductor de Roger Haight en España, es el cambio de paradigmas, señalado también por Tamayo, que se está produciendo desde hace poco tiempo, a saber, el cambio “del dogma al símbolo”, con importantísimas repercusiones en el discurso sobre Dios.

Aquí nuestro autor, Tamayo, me parece más certero que Haight, porque ahonda de verdad en este paradigma en cuanto que es consciente de que la vía de escape de Haight para unir evolución/cambio y tradición --quizás en el fondo aterrorizado ante tanto cambio-- y que sostenía que los antiguos cristianos había dado ya el paso a pensar que su “discursos sobre Dios” era todo simbólico, está radicalmente equivocada en uno de sus presupuestos. Los antiguos cristianos no sabían en absoluto que toda la revelación es simbólica (¡no puede ser de otro modo porque Dios es radicalmente Otro1), que todo su discurso acerca de la divinidad y de su hacer en la historia era un mero símbolo, sino que creían a pies juntillas en todo lo que decían y escribían sobre dios, su revelación y los propósitos concretos divinos de salvación…, en el fondo como si la infusión del Espíritu Santo les hubiera otorgado un conocimientos infalible sobre Dios. Ahora la teología debe caminar por otro sendero, a saber, cómo las afirmaciones simbólicas de la teología pueden seguir introduciendo en el “misterio de lo trascendente”.

Los capítulos VI, VII y VIII reflexionan –dentro del marco anterior del “nuevo paradigma teológico”- en las tres principales corrientes de la teología cristiana que han irrumpido en el nuevo panorama religioso de hoy: la teología de la liberación, la teología feminista y la teología del pluralismo religioso, las “más creativas de la segunda mitad del siglo XX” y las más prometedoras en el siglo actual. Para Tamayo lo importante de la teología de la liberación es que armoniza la dimensión crítico-profética del cristianismo con el rigor metodológico que se exige a una ciencia humanística hoy.

La teología feminista ha hecho posible que las mujeres pasaran de “mayoría silenciosa y silenciada, invisible e invisibilizada, ausente y silente en la historia, en las religiones y en la teología a sujetos éticos, políticos religiosos y teológicos, que toman las riendas de su propio destino y reconstruyen su propio discurso a través de experiencias emancipatorias”.

La teología de las religiones, muy novedosa, replantea los temas religiosos centrales a partir de tres hechos incontrovertibles: La diversidad cultural y la interculturalidad, el pluralismo religioso, tan visible, y el necesario diálogo interreligioso. Estoy muy de acuerdo con sus planteamientos.

Esta teología parte de que se ha de ser consciente de que no puede elaborarse un discurso teológico escolástico, universal, formal y abstracto. Este intento sería en verdad la pretensión de imponer la imagen occidental y la igualdad y libertad –pero dentro de una cierta uniformidad— propias de la Ilustración europea al mundo entero. Este intento desembocaría siempre en un imperialismo teológico… ¡imposible!

El libro trata también en otros tres capítulos, del IX al XI, de mostrar una reflexión sobre la espiritualidad, como dimensión fundamental del ser humano, y de abordar una ética, que bajo inspiración de Emmanuel Lévinas, entiende Tamayo como “teología primera”. Esta ética nada tiene de liberal, sino de liberadora y es propia del núcleo mismo del cristianismo.

El libro se completa con una reflexión sobre la función del cristianismo liberador en los procesos de colonización y descolonización durante los cinco siglos pasados de historia de España y de la América hispana.

Como ven, para un profano como yo, este mundo es una mina de reflexión; abre nuevos horizontes; obliga a transitar por tierras inexploradas de la complejidad y de la perplejidad –Tamayo dixit-, bajar de la cúspide de la mera lucubración y ponerse a indagar la historia. Me parece estupendo, pues esto mismo es lo que estamos intentando hacer en este blog, aunque por derroteros más pedestres y menos sublimes, en el sentido etimológico de la palabra.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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