“La mujer en el cristianismo” de Hans Küng (414-01)

Küng, H. - La mujer en el cristianismo


Hoy escribe Antonio Piñero


El libro que comentamos es ya antiguo (1ª edición alemana de 2001; trad. española de 2002, de Daniel Romero, Editorial Trotta, Madrid), pero la Editorial, en su política de reediciones, ha elegido este pequeño volumen, para que vea la luz de nuevo.

Aunque el texto es el mismo que el de 2001, esta reedición tiene al final un nueva bibliografía, puesta al día y complementada por Mercedes Navarro Puerto, conocida teóloga feminista. Este trabajo es muy de agradecer y justifica aún más la reedición, sobre todo porque se tiene en cuenta las publicaciones españolas… ¡menos algunas, aunque las conoce perfectamente!

El libro es breve: 142 pp. en formato pequeño. El ISNB es 978-84-9879-240-9, y creo que el precio es de 12 euros. Hay suficiente número de notas informativas al final del libro. Quizás Mercedes Navarro nos habría hecho un mejor favor aún, si entre paréntesis cuadrados [] hubiera añadido en las notas mismas la bibliografía complementaria o la española; sobre todo en temas generales.

El libro en conjunto merece la pena, y mucho, ser leído, puesto que su autor tiene una excelente capacidad de síntesis, está muy bien informado, y a la vez que sintetiza la opinión que puede extraerse de la investigación confesional (normalmente sólo cita bibliografía alemana e inglesa) expone adecuadamente su opinión personal, documentada y razonada, en cada tema.

El presente volumen dedica dos capítulos a la “mujer en el cristianismo primitivo, donde incluye a Jesús (¿?)”, y la “mujer en la iglesia primitiva” –que son los que más interesan a este Blog. Pero no son menos importantes y esclarecedores otros apartados como

“La mujer en la Edad Media”, con puntos fuertes como el estudio del pensamiento de san Agustín, Tomás de Aquino y la mística medieval, más los movimientos de renovación, como los valdenses, el hincapié en el rigorismo en materia sexual y el auge del culto a María como exaltación de un modelo de mujer;

“La mujer en la época de la Reforma” destaca el impuslo reformador de Lutero, la persistencia de la estructura patriarcal en el cristianismo reformado; la mujer en el mundo dominado por el calvinismo y la iglesia anglicana, y el ataque a las mujeres disfrazado en la persecución general a las brujas:

“La mujer en la modernidad y en la transmodernidad”, donde se tocan temas de verdad interesantes como el mundo de las revoluciones --filosófica, política e industrial-- y el cambio que experimenta la situación de la mujer; el papel de las Iglesias como impulso, o más bien freno incluso hoy día, en la emancipación de la mujer; el movimiento feminista; necesidad aún de notables reformas en las iglesias, sobre todo en la católica, y la situación de la mujer hoy, bien distinta a la de hace un siglo, ciertamente, pero distante aún del ideal, por lo que el autor insta a las mujeres, y varones, a no cejar en el empeño de lograr la verdadera y benéfica igualdad.

El autor divide el tiempo de nuestra civilización occidental (no trata del Nuevo Mundo ni del Oriente) de acuerdo con su conocido modelo de los “paradigmas” (propio del libro El cristianismo. Esencia e historia, Trotta, 5ª ed., 2007):

P 1 = “Paradigma apocalíptico del primer cristianismo “;
P 2 = “Paradigma helenístico de la iglesia antigua”;
P 3 = “Paradigma católico-romano del Medievo”;
P 4 = “Paradigma protestante y reformista”;
P 5 = “Paradigma ilustrado de la Edad Moderna”;
P 6 = “Paradigma ecuménico contemporáneo, ¿o transmoderno?

En conjunto, pues, un librito que toca brevemente todos los puntos que pueden interesar a un lector medio, e incluso especializado, que los toca bastante bien y que se lee con gusto, puesto que Küng tiene el mérito de escribir mirando a los ojos al lector y estableciendo con él un continuo diálogo: es a veces como una conversación transcrita.

Mi interés, como indiqué y es natural en este Blog, que es de cristianismo e historia (antigua, o de los momentos primigenios) se centra en los dos primeros capítulos, a los que haré algunas observaciones.

En primer lugar me extraña mucho el título del primer capítulo: “La mujer en el cristianismo primitivo”, puesto que trata aquí, y no como un apartado previo, a Jesús de Nazaret. Siempre he insistido en que Jesús es fundamento, base y prerrequisito del cristianismo, sin duda, pero que Jesús no fue un cristiano. A veces me pregunto cu-ando la que se autodenomina “la investigación” (a secas, sin más, pero que en realidad se debería llamar investigación dentro de parámetros confesionales) se decidirá a obtener las consecuencias de lo que ella misma repite otra vez.

Recuerden los lectores a Rafael Aguirre – Carmen Bernabé y Carlos Gil Albiol: “Qué se sabe… de Jesús de Nazaret” Estella, Verbo Divino, 2010, donde se proclama a página llena que Jesús fue siempre un judío fiel, y que jamás se apartó del judaísmo..., pero donde no se sacan, ni mucho menos, las consecuencias de una afirmación expresada de un modo tajante y absoluto. Por tanto. Situar a Jesús dentro del “cristianismo primitivo” es como poco un error tipográfico. Menos reproche, pues, si el teme "Jesús" hubiera ido en sección, o capítulo aparte.

Respecto a la sección “Jesús, amigo de las mujeres”, yo añadiría simplemente “y de los varones…”. ¿Es en la antigüedad que nos ocupa era algo especial el ser “amigo de las mujeres”? No acabo de verlo, porque nos consta que los rabinos de la época, tildados de supermachistas, trataban bien, exteriormente al menos, a las mujeres: igual que el caso de Jesús, donde se habla de exterioridades, salvo quizás en el caso de Marta y María (= en el Evangelio de Juan, donde casi todo puede ser simbólico). No considero justificada la frase “Jesús se había liberado de la praxis de marginar a la mujer”. Al parecer, al menos Juan Bautista también, porque, en lo que sabemos, no negó el bautismo a las mujeres. Por tanto, opino que Küng cae también en el mito de las generalidades sin pruebas suficiente o sin reflexión sobre el entorno.

“A Jesús no les ajeno un interés personal por las mujeres”… ¡Como tampoco a los rabinos…, quienes tendían ya a pensar que el matrimonio era indispensable al varón para llegar a las sabiduría vital necesaria! (¡Atención! En el siglo I no era “obligatorio” para los ”rabinos” casarse; eso será bastante más tarde). Y ¿cómo puede una casarse sin “interés personal en las mujeres”?

Del rabino Jesús sabemos muchas más cosas, a pesar de la navaja de la crítica, que de cualquier otro rabino de su época. Por ello, no es raro que salga a relucir el tema en Jn 11,1-5; 12,1-3).

Aquí otra observación de pasada: la cita de Küng, n. 4 de p. 15 de Lc 10,38-40:

“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.39 Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,40 mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude»”.


no me parece pertinente del todo.

Tampoco es pertinente la siguiente afirmación, si se refiere sólo al mundo de Jesús que es del que se está hablando:

“Originariamente los Doce no fueron llamados apóstoles”… sólo el evangelista Lucas los iguala”.

Ahora bien, en el tiempo de Jesús, no sabemos de más “apóstoles” en el sentido etimológico que los Doce (Evangelio de Marcos) y los 72 (Evangelio de Lucas), y de ellos no nos consta que ninguno fuera mujer.

Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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