Vida del apóstol Tomas según sus Hechos Apócrifos

Alegoría


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hecho XI (cc. 134-138): Tercia, la mujer del rey Misdeo

El rey Misdeo regresó a su casa, donde contó a su mujer Tercia lo que estaba sucediendo a su pariente Carisio. Comentaba que no hay nada más importante para un hombre que su propia mujer. Pues bien, la mujer de Carisio había escuchado al mago extranjero, que la había enredado hasta el punto de que se había separado de su marido, que no sabía lo que hacer. Él había tratado de intervenir, pero no logró ningún resultado positivo. Pedía ahora a su propia mujer que aconsejara a Migdonia que volviera a su marido y se apartara de las palabras de aquel malvado encantador.

Se levantó Tercia de mañana y se dirigió a la casa de Carisio. Allí estaba Migdonia rezando para que Dios le perdonara sus antiguos pecados y la llevara pronto de esta vida. Tercia empezó su encargo reprochando la actitud de Migdonia y recomendándole que volviera con su marido. La respuesta de Migdonia insistió en el contraste entre la vida efímera y la vida eterna que Tomás predicaba. Lo hizo con tal eficacia que Tercia remató su encargo pidiendo a Migdonia que la condujera al maestro extranjero para poder aprender esas grandiosas doctrinas que predicaba. Migdonia informó a Tercia de que el apóstol se encontraba en la casa del general Sifor.

Allá se dirigió Tercia para ver al nuevo apóstol y escuchar su palabra. La gran riqueza que Tomás poseía, y que ofrecía a Tercia, no era otra que Jesús, el salvador de toda la humanidad. Tercia se mostró dispuesta a recibir la gracia de esa riqueza. El apóstol le explicaba que Dios exigía ante todo un corazón bueno y puro. Si Tercia creía en él, sería digna de conocer sus misterios, poseería la verdadera riqueza y heredaría su reino (c.136,3). Regresó a su casa llena de gozo y encontró a su marido que la estaba esperando sin haber desayunado. Misdeo, sorprendido al ver a su esposa tan alegre, le preguntó los motivos. Ella le contestó agradeciéndole el favor que le había hecho poniéndola en contacto con el apóstol del nuevo Dios. Gracias a sus palabras había conocido una nueva vida llena de gozo y esperanza. Aconsejaba además a su marido que escuchara al apóstol y siguiera sus consejos de conservarse puro, para poder conseguir una vida y un reino que duran para siempre.

Misdeo se dio cuenta inmediatamente del desaguisado, se golpeó el rostro y desgarró sus vestiduras prometiendo castigar a Carisio. Le echaba en cara no haber permitido que acabara con el mago antes de que destruyera su casa, como ha hecho. Le contó lo sucedido con la misión de su mujer, que había acabado embrujada por el extranjero. Marcharon ambos, el rey y Carisio, a la casa del general Sifor, donde se encontraba Tomás enseñando. Todos los presentes se levantaron, menos el apóstol. El rey tomó un sillón por las patas y golpeó con él a Judas Tomás. Luego, se lo entregó a los soldados para que lo llevaran al lugar donde Misdeo administraba justicia (c. 138,2).

(Alegoría de la castidad)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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