La infancia de Jesús. Revisión crítica (XI): Jesús como “Hijo de David” según Pablo de Tarso. Primera parte (659)

Escribe Antonio Piñero

Como es bien sabido, Pablo escribe 1 Tesalonicenses hacia el año 51, uno veinte años después de la muerte de Jesús. Los comentaristas suelen sostener que su “llamada” o “vocación” (nunca “conversión”, porque no hay aún cristiano alguno) tiene lugar unos dos o tres años después de la muerte de Jesús. Por tanto, si entre los judeocristianos que lo acogen en Antioquía había ya una suerte de “credo” sobre la vida de Jesús y ese credo contenía la idea de la concepción virginal de aquel por parte de María, es decir, la comunidad tenía esta creencia, se lo habrían comunicado en la catequesis sobre Jesús que hubo de recibir tras su llamada.

Es lógico que hubiera una catequesis de ese estilo (así lo da a entender Hechos 9,19-20: “Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios”), aunque él insiste en que el Evangelio sobre Jesús le fue revelado y que rápidamente marchó a Arabia. Cuando habla de su evangelio no se refiere a los datos personales de Jesús, sino a su interpretación nuclear de la figura de Jesús como mesías y como salvador también de los gentiles.


Además, si Pablo era judío y observante, y estaba entre judeocristianos observantes igualmente, y le catequizaban judíos creyentes en la Ley a la vez que en Jesús, ha de suponerse que su figura del mesianismo de Jesús hacia los años 35 o 36 habría de ser aún muy judía y de acuerdo con los que seguían viviendo después de la muerte de Jesús y lo habían conocido personalmente. Y esto es lo que expresa Pablo en Gal 4,4-5: Jesús (no dice si de Nazaret, ni de Belén) era un hombre:

“Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley”. Y en otro lugar, en Romanos 1,3-4 cree que Jesús es descendiente carnal de David y por tanto, no puede creer en el nacimiento virginal:
“Pablo… escogido para el evangelio… acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro”,

Esta cristología es muy arcaica y es prácticamente la misma que Lucas presta, o pone en boca de Pedro en Hch 2,22-36

«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándolo de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio… Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís…«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»

Si Lucas refleja aquí una cristología arcaica, y parece que sí, tenemos aquí el testimonio que en la teología judeocristiana el mesías era en principio un mero ser humano. Y en ello estaban de acuerdo Pablo y Pedro (aunque, ¡ojo!, la tendencia de Lucas es a igualarlos en su pensamiento… pero como Pablo afirma lo mismo de Jesús en Rom 1,3ss, hay que pensar que sí estaban de acuerdo).
Así pues para Pedro –y para Pablo– Jesús es un mero hombre; y que es solo Hijo de Dios por adopción tras su muerte, ya que como judío, Pablo no puede aceptar ni por lo más remoto, que el concepto “hijo” pueda significar otra cosa que no sea una adopción por parte de Dios de un ser humano especial, como el rey, el profeta o el sumo sacerdote.

Pero en Pablo surge la dificultad de que hay diversos textos en los que parece sostener que el mesías es preexistente. Por tanto Jesús es preexistente. Escribo en mi “Guía para entender a Pablo que “Pablo no explica en ningún sitio con absoluta claridad cómo concibe la naturaleza del Mesías; le interesa más su función que su esencia. Por un lado, el Jesús terreno, como mesías, es decir, el ungido mesiánico, no tiene problemas especiales de intelección para el lector de las cartas paulinas. Pero no es el Jesús terreno el que ocupa continuamente la mente de Pablo, sino el Resucitado, el Exaltado a nivel divino, el Mesías o Cristo celestial. El problema capital sería entonces dilucidar si el Apóstol entendió que este Jesús era Dios desde siempre (al estilo del Evangelio de Juan, aunque la comparación sea anacrónica), con su característica de preexistencia, o bien un ser humano elevado a entidad divina sui generis tras su muerte, lo que sería una suerte de apoteosis” (p. 402).

Los textos paulinos principales que apoyan la preexistencia del mesías son:

• Todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo (1 Cor 10,4).

• Y así está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida. 46 Mas no es lo espiritual lo primero, sino lo natural; luego, lo espiritual. 47 El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo hombre viene del cielo. 48 Como el terreno, así son los terrenos; como el celeste, así serán los celestes. 49 Y como hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste (1 Cor 15,45-49).

• El cual existiendo en forma de Dios, no consideró rapiña ser igual a Dios. 7 Sino que se anonadó a sí mismo tomando forma de esclavo, llegando a ser en semejanza de hombres y fue hallado en condición de hombre (Flp 2,6-7: según la interpretación tradicional de este pasaje).

• A este texto hay que unir quizás 2 Cor 8,9: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, a saber que por vosotros se hizo pobre siendo rico, para que con su pobreza os enriquecierais”.

• Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden (griego eks hoû) todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual (griego di’ hoû) somos nosotros (1 Cor 8,6).

Nos encontramos, pues en un callejón sin salida: es imposible existir como un ser humano, nacer de una mujer y, a la vez, ser preexistente. Y como Pablo no era tonto…, es necesario suponer que hay una solución a esta paradoja, aunque no esté clara la solución en sus cartas, ya que estas son solo restos de su correspondencia y no sabemos nada seguro de lo que predicaba sobre la naturaleza del mesías a los corintios, gálatas o filipenses.

Es necesario, por tanto, formula una hipótesis explicativa. Y si es errónea, ya se encargarán otros comentaristas de demostrarlo y el autor de la “Guía para entender a Pablo” la aceptará con gusto y sustituirá su antigua hipótesis por otra nueva que explique mejor los datos aparentemente contradictorios que tenemos.

Mañana expondremos esta hipótesis para no largar en exceso esta postal. Hasta aquí hemos visto, pues, que la concepción de Pablo sobre el Mesías era muy judía en la afirmación de que era un mero ser humano (no cabe concepción virginal alguna)…, pero que a la vez “algo” hay en el mesías que es preexistente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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