La infancia de Jesús. Revisión crítica (XII): Jesús como “Hijo de David” según Pablo de Tarso. Segunda parte (660)

Escribe Antonio Piñero

Tal como escribí ayer, paso ahora a plantear mi hipótesis:

"Partiendo de la base de que el Apóstol es un judío mesiánico y apocalíptico; que no abandonó su religión; que no emplea ante sus lectores gentiles la expresión “Hijo del Hombre” como título mesiánico, pero que sí acepta ese trasfondo como se prueba al dibujar a Jesús en su parusía transportado por nubes (Dn 7,13-14: un vehículo exclusivamente divino), podemos sostener que Pablo, inmerso de lleno en su ambiente judío, no parece haber sentido inconveniente mental alguno –como le ocurría a otros judíos “monoteístas” de su misma época-- en admitir la existencia de una figura mesiánica con naturaleza doble e imprecisa (a nuestros ojos). Es humana, aunque con características especiales ya en esta tierra, puesto que tiene una autoconciencia muy alta; pero cuando muere, es resucitado, elevado y exaltado al cielo por Dios Padre; allí, por adopción teñida de una suerte de apoteosis, le son otorgados caracteres exclusivamente divinos” ( Guía para entender a Pablo, pp. 407-408).


Ahora bien, y esto es importante en esta hipótesis, Pablo retroproyecta mentalmente esta cualidad divina al estadio de la vida terrenal de agente privilegiado por la divinidad, el Mesías Jesús.

Hay un pasaje en 1 Cor 2,6-8 que sustancia el fundamento de esta última propuesta:

6 Mas ahora hablamos de sabiduría entre los perfectos […] 8 no conocida por ninguno de los príncipes de este mundo, pues si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la Gloria.

El sintagma “Señor de la Gloria” se refiere sin duda al Exaltado, pero se aplica sin duda directamente al Jesús histórico, carnal, el único que fue crucificado. Pablo en concreto, como judío de la diáspora, alejado del Jesús de la historia aunque lo hubiera conocido fugazmente (2 Cor 5,16), considera siempre a Jesús desde la óptica de su existencia actual como Resucitado, Exaltado, Hijo. La retroproyección de las cualidades del Mesías, que ya es celeste, hacia la vida terrena de Jesús de Nazaret, que lo representó en la tierra, no es en sí consecuente, puesto que es humano. Pero sí es comprensible: el ser en el que habitó la Sabiduría divina sobre la tierra y que fiel fue reflejo de ella no podía ser un hombre cualquiera, sino un ser más que excepcional, y algo de ello lo creyó probablemente el mismo Jesús, tuvo de sí mismo, al parecer, una autoestima excepcional. Algo muy parecido a Pablo hará posteriormente el autor del Cuarto Evangelio, quien pondrá los discursos de un Cristo celestial en labios del Jesús terreno”.

Pero esta retroproyección de cualidades divinas a la vida terrena de Jesús fue posible porque Pablo ha de suponerse que tendría ya en su época una mentalidad parecida a la que se trasluce en las siguientes sentencias de una obra de su época (Libro de las Parábolas de Henoc 48,1ss: compuesto después de la muerte de Herodes el Grande, 4 a.C., y antes del 70 d.C.):

“En ese lugar vi la fuente de justicia: es inagotable y en torno a ella hay muchas fuentes de sabiduría… 2 En aquel momento fue nombrado aquel Hijo del hombre ante el Señor de los espíritus, y su nombre ante el «Principio de días». 3 Antes de que se creara el sol y las constelaciones, antes de que se hicieran los astros del cielo, su nombre fue evocado ante el Señor de los espíritus. 4 El servirá de báculo a los justos para que en él se apoyen y no caigan; él es la luz de los pueblos, y él será esperanza de los que sufren en sus corazones. 5 Caerán y se prosternarán ante él todos los que moran sobre la tierra y bendecirán, alabarán y cantarán el nombre del Señor de los espíritus. 6 Por esto fue elegido y escogido junto a él antes de crearse el mundo y por la eternidad”.

Complementas por otras dos del rabinismo tardío:

“Se nos ha enseñado: las siguientes siete cosas fueron creadas antes que el mundo: la Torá, Arrepentimiento, El jardín del Edén (Paraíso), Gehenna (Gehinom), el Trono de gloria, el Templo y el Nombre del mesías” ( bTalmud Nedarim 39 b ; Pesachim 54a).

“Seis cosas precedieron a la creación del mundo. Algunas fueron creadas y otras surgieron en el pensamiento (de Dios) para ser creadas (en su momento): la Ley y el Trono de gloria fueron creadas antes del mundo. Los Patriarcas, Israel, el Templo y el nombre del Mesías (Bereishit Rabba 1, 4).

Traducido a un lenguaje sencillo y aplicado a nuestro caso: el concepto, noción o esencia del mesías preexiste al mundo, al igual que la ley de Moisés o el Trono de Gloria; y luego, en el momento oportuno ese concepto o naturaleza de mesías se “encarna” en un descendiente de David (según dice Pablo también).

Entonces puede decirse lo que acabamos de afirmar el ser en el que habitó el “nombre” (es decir, la esencia o la naturaleza) del Mesías por designio divino sobre la redención sobre la tierra y que fiel fue reflejo de ella no podía ser un hombre cualquiera, sino un ser más que excepcional. Y aunque Pablo no die absolutamente de la adopción como “hijo” (es decir e insisto: una relación especialísima entre Dios y un ser humano por cualquier motivo, aquí por haber sido nombrado mesías por Dios en algún momento de su vida (veremos que en el evangelista Marcos es, probablemente, en el momento del bautismo).

Y luego Pablo afirma expresamente en Rom 1,4 que Dios constituye a Jesús (se supone que “plenamente” o que lo “confirma” ya que lo era en su vida mortal, como repite Pablo mil veces, y si no hubiese sido el Mesías, su sacrifico en la cruz no habría valido para nada) Señor y Mesías por la obra del Espíritu después de su resurrección (y exaltación al cielo aunque tampoco lo diga expresamente.

En síntesis: en el pensamiento de Pablo no era necesaria ni conveniente siquiera concepción alguna de nacimiento virginal por obra directa de un espíritu divino. El ser que así naciese no podría ser ya el mesías porque ha de ser de la casa de David. Luego, a la largo de su vida, se “encarnará” (Pablo tampoco emplea esta palabra; pero el concepto está en su mente) en el la naturaleza del mesías

Concluimos así la explicación sobre las posibles ideas paulinas acerca de la naturaleza humana del mesías como hijo de Dios, la explicación de su “preexistencia” (sólo preexisten el concepto, el nombre o la naturaleza futura del mesías en la mente divina, no el mesías concreto) y Dios como en este esquema no cabe concepción virginal de Jesús alguna.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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