La infancia de Jesús. Revisión crítica (XVII). La “concepción virginal” (668)

Escribe Antonio Piñero

La noción teológica de la concepción virginal de Jesús es un acto de mejoramiento e idealización de la imagen de Jesús por parte de sus seguidores. Entra en el proceso de repensar y reinterpretar al “Jesús recordado” (J. G. D. Dunn) que podría fecharse hacia los años 80-95 que son las fechas de composición que los estudiosos suele atribuir a los respectivos evangelios de Mateo y Lucas.

Pero podemos dudar de estas fechas y quizás haya que pensar en los inicios del siglo I, sin más precisiones. El argumento es la posibilidad, rayana en la certeza para Mateo, que los primeros capítulos de su evangelio, en su estado actual, fueran añadidos por otra mano (para Lucas es más dudoso, ya que el estilo de Lc 1-2 y Lc 3-24 es parecido: ambas manos imitan el lenguaje de la versión griega de los Setenta) y que recogió, a su vez dos tradiciones populares, comunitarias entre sí incompatibles: Jesús, como mesías, procede en línea genealógica carnal de David: es descendiente directo de este rey; pero a la vez su concepción y nacimiento fue virginal; el presunto padre de Jesús, descendiente de David, nada tuvo que ver genéticamente con su concepción.



Una razón más apuntala el argumento sobre todo para Mateo (y para Lucas): el resto de estos evangelios (Mt 3-28; y Lc 3-24 ignoran totalmente la noción de una concepción y nacimiento virginales. Recordemos que, según Mateo 2,2-3, toda Jerusalén se enteró del nacimiento prodigioso del Mesías, pues llegaron unos Magos “diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén”. La escena de Mc 3,31-35 recogida en sus pasajes paralelos por Mt 12,46-50 / Lc 8,19-2 no casa en absoluto con la concepción virginal. No se puede entender esta perícopa, y sobre todo, Mc 3,20 en donde aparece un Jesús “fuera de sí”, si su madre y sus hermanos supieran algo de la concepción virginal. Recuerdo los textos:

Mc 3,20-21: “(Jesús) vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí»”.


Transcribo solo Mt 12,46-48:


“Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él. 47 Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.» 48 Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». 49 Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.50 Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»”.

Lo que ha prevalecido en la historia de la teología es el punto de vista no de las genealogías, sino de las noticias de Mateo y Lucas sobre la concepción maravillosa de Jesús y al menos hasta el siglo IV la virginidad ante partum según Mt 1,24-25 (sin paralelo en Lucas y más bien negado por 3,23 (“Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía hijo de José, hijo de Helí,”): “Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús”. A partir del siglo V se impone la noción de virginidad ante partum, in parto, y post partum por influencia de san Jerónimo en la Iglesia occidental y de ahí pasa también a la oriental.

En el Nuevo Testamento (la última obra contenida en este corpus, Segunda Pedro se compuso hacia 130- 135) no hay ni una sola una referencia clara a este prodigio. Lo que ayuda a pensar también que Mt 1-2 y Lc 1-2 son de fecha tardía.

2. En Marcos (curiosamente: ¿hubo varias ediciones y retoques también a principios del siglo II?) se ve igualmente este fenómeno: contrástese Mc 1,1 y Mc 6,3:

“Comienzo del Evangelio de Jesús, el mesías, Hijo de Dios”.

Hijo de Dios parece un claro añadido de algún escriba que pensó en 15,39: “Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios»” (probablemente entendido en sentido griego hijo milagroso de un dios, concebido sin intervención masculina alguna). Comento Mc 1,1: el texto seguro es “Jesús, el Cristo”: «ungido» o mesías. Algunos manuscritos de importancia como el Alejandrino, y otros de menor peso como el K, del siglo IX, o el P (del siglo VI) y la “Familia 13”, importante entre los manuscritos minúsculos) añaden aquí Hijo de Dios. No se ve razón alguna para que los escribas hubieran omitido este título y sí buenas razones para haberlo añadido, ya que conocían el texto de Marcos completo. La lectura breve es, pues, preferible, aunque Hijo de Dios vaya bien con la teología del autor, pues, si se aceptara como genuino, este título aparecería al comienzo (1,1), en el medio (9,7) y al final (15,39). La añadidura de algunos escribas puede explicarse porque percibieron que la identidad divina de Jesús como soberano mesiánico era fundamental para Marcos –el título aparece otras siete veces más-, quien lo va aclarando poco a poco: 3,11; 5,7; 8,29, etc. hasta llegar a 15,39.

Y en Mc 6,3:

“¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él”.

Prácticamente todos los exegetas de hoy, incluidos católicos, admiten –al menos en privado y en clases de Seminario Mayor o Universidad– que Marcos está pensando en hermanos carnales de Jesús.

Y respecto al Evangelio de Juan no tenemos que gastar mucha tinta, ni siquiera electrónica; podemos afirmar con bastante seguridad que al último redactor (y a la denominada “escuela johánica” no le interesa en absoluto la noción de la “concepción virginal de Jesús” porque –según su pensamiento– el Verbo/Sabiduría se encarna en un ser humano “normal”. Probablemente pensaban que este mero ser humano sería “especial”, si consideraban que se encarnaba en un adulto. Por ejemplo, que sería especial en cuanto a su obediencia, perfecta, a la voluntad divina. Pero no entra en especulación alguna y lo da todo por entendido. No hay, pues, necesidad alguna de defender la concepción virginal en este escrito. A lo largo de la historia de la teología ha prevalecido el punto de vista primario del Evangelio de Juan: Jesús no es más que una suerte de cápsula (“encarnación”, nunca explicado el cómo) del Logos, que es eterno desde siempre, junto a Dios. Y secundariamente se adopta el pensamiento de “Mateo” / “Lucas” sobre el cómo: fue una “encarnación” –no aparece el concepto como tal en ninguno de estos dos evangelios; pero el uso de este vocablo es cómodo para nosotros– en el seno de María por obra de Dios como Espíritu.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Volver arriba