Reencarnación y cristianismo primitivo. Primera parte (670)



Queridos amigos:

A lo largo de los últimos tiempos me han planteado repetidas veces –en especial en una conferencia sobre el estado de la investigación actual en torno a Jesús de Nazaret– el tema de la reencarnación en el cristianismo primitivo. Siempre he sostenido que esa cuestión no interesó a los primeros seguidores de Jesús, judeocristianos, y que por lo tanto no se halla en el Nuevo Testamento. Y que tampoco es un tema que aparezca en la Biblia hebrea a pesar de que escenas y menciones a la evocación de espíritus y al “traslado” del Espíritu de Moisés a los Setenta y dos ancianos, Números 11,17:

“Yahvé respondió a Moisés: «Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que sabes que son ancianos y escribas del pueblo. Llévalos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo. Yo bajaré a hablar contigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo”

o del espíritu de Elías a Eliseo en 2 Reyes 2,15:

“Habiendo visto a Eliseo la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijo: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra”,

ni tampoco en el en el Nuevo Testamento a pesar de las apariencias que la gente crea que Jesús es Elías o alguno de los profetas de antaño (Mt 16,14) o incluso Juan Bautista reencarnado en Jesús (pero lo piensa Antipas, un judío de mentalidad griega en Mc 6,14ss. Pero se trata entre los judíos, como dice claramente el texto de Números de una “porción” del Espíritu que se traslada, no de una reencarnación.

La idea de la transmigración de las almas ha tenido una notable difusión en el espacio y en el tiempo. A pesar de que en el cristianismo esta doctrina había sido abandonada casi totalmente ya en el siglo IV, el interés que suscita incluso hoy entre gentes, sencillas o no, es importante. Conozco personalmente a gentes que me han contado experiencias, de las que afirman que fueron vividas en una existencia anterior. He sido respetuoso con sus opiniones, aunque quizás se me haya escapado una mueca de escepticismo.

Pero como el tema es arduo y las dudas grandes, he pedido a dos compañeros de mi antiguo Departamento de la Universidad Complutense de Madrid que me permitieran reproducir el capítulo de un libro que he reseñado aquí y que trata de este tema:

Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente, Abada Editores, Madrid, 2011, ISBN: 978-84-15289-25-8.

El capítulo se titula “Transmigración en el cristianismo primitivo” y los dos autores son Mercedes López Salvá y Miguel Herrero de Jáuregui. Este capítulo no ha sido escrito expresamente para el Blog o Facebook ni tampoco editado expresamente. Yo voy a transcribir el texto tal cual, aunque si se me ocurre puede señalar algo en nota. Pero advertiré de ello.

Aquí va el texto. Por tanto,

Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero de Jáuregui

Del siglo II proceden los primeros testimonios cristianos conservados en torno al tema de la transmigración de las almas. Esta doctrina alcanzó gran difusión entre las escuelas filosóficas grecorromanas, especialmente en las de inspiración platónica . Los primeros pensadores cristianos, al igual que los paganos, se preguntaron sobre la vida del alma después de la muerte del cuerpo: si el alma de los justos obtendría recompensa después de morir o si había alguna oportunidad para los impíos de redimir sus culpas.


La reflexión sobre el origen y destino del hombre pertenece a la naturaleza humana. Con frecuencia la concepción del origen del hombre va ligada a la de su destino. Por ejemplo, se considera que si el alma no ha sido generada es lógico que sea inmortal, pero si ha sido creada parece lógico que se la considere mortal.


Entre los cristianos hay acuerdo en que el hombre fue creado por Dios, pero no lo hay, en cambio, respecto a si fue creado primero el cuerpo o el alma, o si su creación fue simultánea. Para quienes asumen la tradición veterotestamentaria del Génesis , Dios hizo al hombre del barro de la tierra y luego le insufló su aliento. En ese relato, por tanto, la creación del cuerpo, al menos en el caso del primer hombre, precedería a la del alma. Autores de formación platónica, como Orígenes (s. II), prefieren creer en la preexistencia de las almas, mientras que otros, como Gregorio de Nisa (s. IV), defienden la creación simultánea de cuerpo y alma.


Respecto al destino, el cristianismo antiguo reflexionó sobre diferentes planteamientos posibles. Uno de ellos fue la transmigración de las almas. Según esta doctrina, el alma, cuando muere el cuerpo que la acogía, trasmigra a otros para purificarse y las reencarnaciones se repiten hasta que el alma queda totalmente purificada para acceder a una vida más plena.


La transmigración se fundamenta en la creencia de la dualidad cuerpo/alma, en la preexistencia del alma respecto al cuerpo, en su inmortalidad y en la posibilidad de trasladarse a otros cuerpos con el fin de purificarse, y, en consecuencia, en que, una vez purificadas, alcanzarán al final de los tiempos una vida feliz. Conviene, tal vez, recordar que el concepto de alma que se encuentra en el cristianismo antiguo no tiene sus raíces en el pensamiento hebreo veterotestamentario sino que lo recibe del mundo griego. Según testimonio de Cicerón y de Porfirio , fueron Ferecides y su discípulo Pitágoras, quienes primero defendieron el concepto de inmortalidad del alma entre los griegos. Platón lo difundió ampliamente .


Seguiremos mañana.

Saludos cordiales de Mercedes, Miguel y subsidiariamente Antonio
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