Reencarnación y cristianismo primitivo. María Magdalena, Pistis Sofía y la reencarnación (675)

Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Contamos también con un texto, aparecido en el Codex Askewianus, llamado así por el nombre de su comprador, Antonio Askew, médico y coleccionista de manuscritos, quien se lo compró a un librero londinense en 1750. Este manuscrito fue publicado por primera vez en 1905 por Carl Schmidt (reeditado en 1978 en Leiden por Brill) y contiene el tratado gnóstico denominado Pistis Sophia, que versa sobre una conversación del Jesús resucitado con su madre, con María Magdalena y con algunos discípulos. El original griego de esta obra debió de escribirse en la segunda mitad del siglo III o principios del IV y probablemente se tradujo al copto sahidíco un siglo después. En español contamos con la traducción hecha desde el copto de García Bazán en 2007 en la Editorial Trotta con el título "La gnosis eterna", Madrid.

En un momento de la conversación María, la de Magdala, le preguntó a Jesús: “Señor mío, ¿de qué manera podrían las almas ser retenidas fuera o de qué modo podrían ser purificadas?” (Pistis Sophia I 33.24). La respuesta de Jesús fue harto compleja hasta el punto de que, cuando terminó de hablar, les dijo a sus discípulos: “¿Entendéis de qué modo estoy hablando con vosotros?” Pistis Sophia III 292.


María Magdalena responde afirmativamente y resume las palabras de Jesús en cuatro pensamientos. Vamos a referirnos sólo al último, que María expresa así:

Si el alma abandona el cuerpo y va por el camino con el espíritu remedador y no ha encontrado el misterio de la liberación de todas las ataduras y sellos que la atan al espíritu remedador… éste lleva al alma ante la presencia de la Virgen de la Luz, la juez (III 292ss).

Si la juez encuentra que ha pecado, la entrega a uno de los recibidores, que la mete en otro cuerpo y no abandona los cambios de cuerpo hasta que se cumpla el ciclo. Un poco después vuelve a resumir este pensamiento casi con las mismas palabras: Cuando un alma no está liberada del espíritu remedador atado a ella, la Virgen de la Luz, la jueza, “pone esa alma en las manos de uno de los recibidores y su recibidor la instala en la esfera de los eones y ella no queda libre de los cambios de cuerpo hasta que haya hecho el último ciclo que se le ha asignado” (Pistis Sophia III 295-2969. El espíritu remedador se define como “enemigo del alma”, pues la incita a pecar y a seguir todas las pasiones. Ese espíritu remedador es el que la transporta hasta la Virgen de la Luz para que la juzgue.

Hay otro fragmento en esta misma obra, que hace referencia al siguiente versículo evangélico:

Escrito está en la Escritura que, cuando el Cristo esté por llegar, vendrá Elías antes que él y preparará su camino (Mateo 7,10).

Su interpretación apunta a la preexistencia de las almas y a su transmigración, pues Jesús explica a sus discípulos cómo un alma, la de Elías, accede a otro cuerpo, al de Juan el Bautista. También les dice que cuando se encontró a Isabel, la madre de Juan, antes de concebirlo, echó “dentro de ella una potencia que había recibido del Pequeño Iao” y añade:

En lugar del alma de los arcontes que debía recibir, hallé el alma del profeta Elías en los eones de la esfera, y la recibí y tomé su alma de nuevo; se la di a la Virgen de la Luz y ella se la dio a sus recibidores. Ellos se la dieron a la esfera de los arcontes y la pusieron en la matriz de Isabel. Y así el poder del pequeño Iao (…) y el alma del profeta Elías se juntaron en el cuerpo de Juan el Bautista (Pistis Sophia I 12-13).

En este tratado fundamenta Jesús, mediante el ingreso del alma de Elías en el cuerpo de Juan, el versículo de Mateo citado y puede unificar ambos personajes, pues dice en otro pasaje de Mateo: “Si queréis oírlo, él es Elías, del que he dicho que iba a venir” (Mateo 11,14).

Elías es el profeta que subió de la tierra a los cielos llevado por un carro de fuego con caballos de fuego (2 Reyes 2, 11-12). En realidad tiene rasgos de psicopompo, pues pasa con facilidad de la tierra al cielo y del cielo a la tierra. Aparece además en momentos importantes de tránsito: Lucas relata cómo Elías y Moisés hablaban con Jesús, antes de su transfiguración y subida al cielo, sobre la partida que había de cumplirse en Jerusalén. Pedro dijo entonces: “Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Lc 9,30-31). En Malaquías, cuando se anuncia el día del Juicio, leemos:

He aquí que yo enviaré a Elías, el profeta, antes de que venga el día de Yavé, grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, no sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema (Mal 4,5-6).

Estos textos evocan el supuesto parentesco de Pitágoras con Hermes, el dios psicopompo, cuya facilidad para pasar del mundo de los vivos al de los muertos, le da pie a Pitágoras para dar razón de su conocimiento del Más Allá. Algo parecido le debió de pasar a Juan el Bautista respecto a Elías, pues de Juan dice Jesús: “Si queréis oírlo, él es Elías, del que he dicho que va a venir” (Mt 11,14). Precisamente esta frase es la que le da pie al texto gnóstico que comentamos a elucubrar sobre la transmigración del alma de Elías al cuerpo de Juan el Bautista. En su Comentario al Evangelio de Juan VI 73 dice Orígenes respecto a la pregunta a Juan el Bautista de ¿tú eres Elías? (Jn 1,21), que si los judíos, que tenían que conocerlo, se la plantean es porque creían que la doctrina de la reencarnación (metensomatósis) era verdadera.
Encontramos también en Pistis Sofía una alusión a misterios y ritos para la purificación de las almas que recuerdan las teletai órficas. Así se expresa:

En verdad os digo que todo lo que ha sido asignado a cada uno por el Destino se cumplirá, bien sea bueno o malo, o si es todo pecado, todo lo que les ha sido asignado les llegará. Por esto he traído la llave de los misterios del Reino de los Cielos pues de otro modo ninguna carne en el mundo se salvaría. Porque sin misterios, ninguno, bien sea justo o pecador, irá al Reino de la Luz (Pistis Sophia III 346,10).

Los misterios a los que se refiere son los tres bautismos, el del agua, el del fuego y el del Espíritu Santo. Como explica García Bazán (en la ora citada arriba, pp. 21-22), en estos misterios se utilizan objetos sagrados, los que se inician llevan túnicas de lino y deben cumplir con determinados ritos.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
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